Capítulo 020 Maltrato animal y muerte.

A lo largo de mi vida diversos y muy variados han sido los episodios que he vivido donde he visto sufrir a los animales por la mano del hombre, algunos de ellos aún no me los he podido quitar del recuerdo y probablemente nunca lo consiga, desde el primer gato que mató mi padre cuando yo tenía cinco o seis años hasta la muerte de mi perro.
Hasta finales del siglo XX los animales han sido para el hombre como una herramienta más y como tal cuando han llegado a viejos o han sufrido alguna lesión importante o enfermedad se acababa con sus días arrojándolos al pozo “Del Campronal” o pegándoles un tiro.
Afortunadamente las cosas han cambiado para ellos hacia bien y en estas fechas por la pérdida de cualquier mascota se pueden arrojar las mismas lágrimas que por un ser querido, cosa lógica ya que se quieren de
una manera semejante, el cariño es el cariño aunque sea objeto, animal o cosa.

EL GATO Y LA SARDINA. No tendría yo ni seis años _pues es de los recuerdos más antiguos que tengo_ cuando mi padre mató uno de los gatos que teníamos por la casa, no puedo decir era nuestra mascota porque no se trataba como tal. Fue mi primera llorera por la pérdida de un animal, animal al que se dejaba sobar y era como un juguete ya que estos en aquellos años abundaban por su ausencia.

Según escuché contar a mi padre algunas veces a lo largo de su vida parece que la cosa fue así: La comida estaba preparada en la mesa y mientras todos andábamos dando vueltas por la cocina ultimando los detalles el gato_ como decía la cancioncilla_ “al olor de las sardinas” se subió a la mesa y sin que nadie pudiera evitarlo se trincó una sardina y con ella en la boca salió disparado a algún refugio a comérsela. Mi padre de que lo vio no tardó ni “cero coma” en coger una taba de las que había en la cocina para el fuego y salir tras él. El gato se refugió en el pajar y según mi padre cuando él llegó estaba inmóvil aplastado en el suelo como esperando la sentencia, mi padre preso de la ira no dudó un instante, “solo le di un golpe pero tuvo bastante, le di entre las orejas”. Cuando mi padre volvió a la mesa y contó la “hazaña” yo no me podía contener el berrinche, ni mi madre me podía consolar…. Supongo que en unos días se me pasaría.

LOS CABRITOS PARA EL RESTAURANTE. Muchos de los vecinos de Alcorlo teníamos como fuente de ingresos la venta de las crías de las cabras, mis padres tenían una quincena, suficientes para “resollar un poco” como decía mi madre, pues la agricultura apenas daba solo para comer.
Algunos cabritillos se “negaban a comer” ¡no querían mamar! Cuando volvían las madres por la tarde de pastar en el campo y se encontraban con las crías había dos tipos bien distintos de reacciones, por un lado la del cabrito hambriento que se tirabas a las ubres y de tanta ansia se le salía el pezón de la boca esparramando la leche sin embargo había otros que tenías que andar metiéndoles el pezón en la boca y no había manera de sujetarlo allí, con la lengua lo sacaba para un lado o para el otro pero se negaban a tomar el alimento.

Mi madre andaba haciendo lo mismo con otros cabritos y me preguntaba cada minuto preocupada si había mamado algo, yo hacía lo imposible para que el animal se alimentara pero sin fortuna ¡qué drama!

En la mente de muchos Alcorleños estaba presente el “Mal de ojo” (en otro momento escribiré sobre ello) pero como pudimos ver y comprobar muchas veces no había “botica” para el cabrito que se negaba a comer pues solamente los “rezos y rituales de cierta persona” que vivía en otro pueblo daban solución a ese problema.

Cada cierto tiempo (tres o cuatro veces al año) en la plaza del pueblo se podía presenciar el siguiente panorama: Atadas las cuatro patas a modo de cruz y con el mismo trozo de cuerda se encontraban veinte o treinta cabritillos, todos gritando repetidamente como si de un coro se tratara, todos pidiendo auxilio, quizás llamando a sus madres o a un alma caritativa que les devolviera a su estado anterior pero su vida ya estaba cerca del final, su vida había cambiado drásticamente, hasta hace unos minutos saltando alegremente por el campo o la “casilla” y ahora a pocas horas de la muerte. Allí estaban también los tuyos, aquellos que tanto peleaste para que consiguieran mamar y salir adelante…

Un rato después los cargaban en una camioneta y ADIOS, sus huesos pronto estarían sobre un cubierto en los restaurantes de Jadraque o Cogolludo. Aunque lo vivíamos varias veces al año no podíamos evitar pasar un mal rato o varios días.

EL CORDERO BLANCO. Mis tíos tenían una carnecería en el pueblo y cuatro hijos mayores que yo, a veces yo iba allí a buscar al hijo menor para salir a jugar, yo tendría unos diez años.

En una de esas ocasiones antes de encontrarme con mi primo pequeño me topé con su hermano más mayor que estaba dando “matarile” a unos corderos que había comprado en otro pueblo. “Ya que estás aquí ayúdame”, en ese momento tenía tumbado encima de un banco un cordero de color oscuro mientras se desangraba… “tráeme uno blanco que anda por ahí…” “bueno mejor no, llámale porque está amaestrao y viene solo con llamarle”, fui a buscarlo y andaba por allí andurreando y balando, no se si vino solo o tuve agarrarlo para llevárselo pero el caso es que lo tumbó sobre el mismo banco y me dijo: ¡sujétale las patas! Apenas ni dudó, en un instante le clavó la navaja traspasándole la garganta mientras la movía con energía hacia adentro y hacia afuera, al momento su lana blanquita se manchó de sangre rojo intenso y lentamente en pocos minutos dejó de hacer fuerza con las patas… todavía veo el cordero, la sangre, el banco y la habitación con azulejos blancos de 10×10.

LAS GOLONDRINAS. Quizás no tuviera ni ocho años cuando maté con el tirachinas mi primer pájaro, era una golondrina, animal muy respetado en Alcorlo y que me hizo sentirme muy mal en cuanto lo tuve en mis manos.

Al lado de mi casa se juntaban muchos paisanos y niños a pasar la tarde para tomar el sol, las mujeres con sus costuras y los niños jugueteando por los alrededores.
Yo me había fabricado mi primer tirachinas, llevaba ya un tiempo con él pero no conseguía acertar a darle a ningún gorrión porque eran muy escurridizos y no dejaban acercarse lo suficiente pero esa tarde había multitud de “pajaritos” puestos en fila en los “cables de la luz” sin ninguna intención de escaparse. Mi hermana y yo que íbamos siempre juntos a todas partes nos llenamos los bolsillos de piedrecillas con intención de derribar alguno, yo era el tirador y ella la ayudante.

¡Uy! Rozando, ¡uy! Casi, hasta que le tocó a uno, le acerté a uno que bajó girando sobre sí como una hélice sin motor. Cuando lo cogimos nos dimos cuenta de nuestro error y caímos en la cuenta de que ¡habíamos matado una golondrina! Y eso era pecado.

Totalmente arrepentidos teníamos que pagar la culpa así que no se nos ocurrió otra idea que buscar la hucha y sacar una moneda, luego, con mucho respeto, hicimos un hoyo y en él enterramos al animal boca arriba (como mirando al cielo) y depositamos sobre su pecho aquella moneda de aluminio, (posiblemente 10 céntimos de peseta) para acabar tapándolo con tierra.

LAS MULAS Y LOS TÁBANOS. En la época de trillar (mes de Agosto) las mulas se pasaban el día dando vueltas en la era arrastrando el trillo encima de la mies hasta separar el trigo de la paja. Era ahí cuando los tábanos hacían bien “el agosto” se paraban en lugares donde los animales no los podían espantar con la cola como encima de los cuartos traseros o detrás de las orejas.

Comenzaban con un grupo de muy pocos hasta terminar con una especie de panal donde con la misma vara de arrear la yunta les dabas palos y los aplastabas contra piel, estaban tan llenos de sangre que correaba por la piel pero al momento ya había en el mismo lugar otro enjambre. Por mucho que un animal esté preparado para el dolor ojito que “come come” todo el día soportando un incesante picoteo en tus carnes ¡y que nadie me diga que no les molesta porque los animales en cuanto tenían ocasión bien que se los trataban de quitar dando latigazos con la cola (en vano)”

LAS MULAS SUICIDAS. Durante casi una década trabajé en una empresa agrícola en la década de los ochenta, Había varios tractores pero también tenían una yunta de mulas. Estando una tarde trabajando en una finca cerca de las vías ferroviarias y en un descuido del operario las mulas fueron arrolladas por el tren… Muchos de los trabajadores coincidieron en que las mulas se habían SUICIDADO, pocos lo dudaban y ninguno lo contradecía. Parece ser que aunque la comida y bebida nunca les faltó el trabajo les superaba ampliamente cada dia.

EL PERRO SUPERVIVIENTE. Alguien me contó que tenían un perro por casa pero llegó un día que su padre decidió que el animal sobraba en la familia así que aprovechó que se dio un paseo por el río Henares y lo lanzó desde el puente… Parece ser que el animal “sabía nadar” y por la noche, a la hora de cenar, el animal se presentó de nuevo en la mesa. Fue su última vez porque en el siguiente paseo se repitió el mismo episodio, el perro se volvió a bañar pero esta vez dentro de un saco…

 

SOBRE LOS PERROS COMO MASCOTAS. En uno de tantos paseos con mi perro una vez escuché una conversación entre dos hombres mayores, ambos con “perro en mano”, que me dejaron tan mal sabor de boca que de buena gana lo hubiera cogido y con la misma correa del perro lo hubiera colgado del pescuezo en el árbol que tenía al lado.

Uno de ellos le estaba contando al otro que ya no tenía el perro de antes porque ya le llevaba observando un tiempo que no tenía fuerza para subir solo al sofá por lo que entendió que ya era mayor o tenía alguna enfermedad de movilidad el caso es que fue a ver precisamente al veterinario que visitábamos nosotros con intención de que le diera el “boleto” pero parece ser que el profesional le dijo que “nones” que era un animal que podía vivir varios años más, que él no estaba allí para poner fin a ningún animal si no lo veía absolutamente necesario.
El buen señor continuó relatándole a su compañero que salió de allí mosqueado que ya la gente no quiere trabajar, etc y que con las mismas montó al animal en el auto y se marchó a buscar otra clínica… esta ya le solucionó el problema.

¡Maldito cabrón! si quieres darle matarile ¿por qué no lo metes en un saco y le pasas tú personalmente las ruedas por encima un par de veces y con las mismas lo tiras al contenedor con saco y todo? ¡con qué ganitas me quedé!… Espero que si un día tiene problemas de “movilidad” le ayuden igual que él hizo con su perro.

Su compañero le daba la razón, yo los escuchaba y no me lo creía, por esas fechas ya llevaba yo más de medio año con mi perro caminando como “podíamos” con su problema de cadera.

NEGAR EL ALIMENTO. A lo largo de mi vida también he visto este tipo de maltrato animal que es el negar el alimento a los animales y no siempre con una justificación.

Conocí un tipo que tenía media docena de caballos, de dinero andaba estupendamente, nunca montó sus caballos pues solo los quería por distracción y para darse postín. La alimentación y los cuidados apenas le costaba dinero ya que buena parte lo pagaba la empresa de la que vivía él y sus socios pero llegó un día que ese chollo se le acabó y a partir de ahí en vez de vender o regalar sus caballos comenzó a dejar de suministrar alimento ya que ahora sí que salía directamente de su bolsillo.

En su empresa había veterinario, por lo que escuché siempre se quedó con las ganas de denunciar el caso a las autoridades pero nunca se atrevió pues su puesto de trabajo corría grave peligro. Aquí una foto de muestra donde se le pueden «contar las costillas», después de esta foto los animales continuaron casi un año más en las mismas condiciones, solo comían paja porque la hierba no crecía.

Otro caso o casos conocidos es el no dar de comer durante una o dos semanas a las gallinas criadas en cautividad, esa es una práctica que se suele hacer cuando los animales llegan a mayores, de esa manera se “resetean” y luego parece que recuperan mucha vitalidad pero he conocido casos de negarles la comida por cuestión económica siendo animales jóvenes muy jóvenes.

A vosotros que casi dejasteis de morir de hambre a los caballos o a las gallinas: Solo le pido a Dios que os despoje de vuestros bienes entre ellos Porsches y Bentleys y que vuestro orgullo y soberbia os impida acercaros a una mesa de los Comedores Sociales que reparta alimentos y que tengáis el mismo fin que tuvieron los animales que dependían de vosotros y que deberíais haber mantenido pues ellos no tenían la culpa de nada sin embargo recibieron ese castigo por vuestra culpa.

SARNA. Cuando llevas tiempo “paseando perros” por el mismo barrio ya conoces dueños y perros pero de repente un día me sorprendió un par de perritas blancas, bueno de color blanco con muy poquito pelo, a lo lejos lo primero que me llamó la atención es que eran muy inquietas, casi no paraban ni para orinar y cuando lo hacían aprovechaban para con la pata trasera rascarse las costillas o la cabeza. Cuando ya se acercaron a nosotros vi que tenían una sarna que les cogía el treinta por ciento o más de la superficie de la piel.

Ya su “dueño” me contaba que habían sido estupendas cazadoras buscando y sacando conejos de los zarzales pero ya eran mayores y de alguna manera me decía que les quedaba poco de vida sin embargo se movían con una agilidad que “ya hubiera querido el Yuco para él”.
Las tenía correteando menos de diez minutos, les daba cuatro voces y les enseñaba una vara agitándola a lo alto a modo de señal, las perras volvían y las encerraba inmediatamente.
En algunas ocasiones me llevé la cámara con el zoom con intención de “hacer algo” pero cobarde de mí que solo se quedó en eso: intenciones.

Miré por la web la manera de poner remedio a aquel sufrimiento que tenían aquellos animales y me resultó un poco tediosa así que en mi siguiente visita al veterinario le comenté el caso por si él sabía algún método más eficaz pero todo quedó en buenas palabras y mejores intenciones pero sin ninguna solución (como me temía).

Quiero pensar que aquellos animales no eran de dicho señor y estaban allí de paso porque tres o cuatro meses después desaparecieron sin más.

OTROS MALTRATOS, los Tirones. También me quedé con ganas de liársela a un señor bastante mayor, quizás fuera por eso, por la edad, un señor que solía encontrarme con mucha frecuencia paseando un perro de raza pastor alemán. El animal no presentaba signos de problemas de movilidad pero parecía mayor, a veces se adelantaba un poco sobre el paso más bien tranquilo del dueño y este le metía unos “tirones secos” de la correa que llevaba atada al cuello que el animal a veces estaba a punto de hincarse de culo por el frenazo tan radical, luego le daba unos latigazos con la correa en el lomo como para que lo recordara, el caso es que nunca comprendí el motivo de aquel comportamiento. Cada vez que lo veía a lo lejos observaba el comportamiento tanto del animal como del dueño y bien cierto es que de mucho agrado le hubiera metido una patada entre las piernas a ese ser de DOS patas; claramente se veía que los extremos de la correa estaban invertidos pues el perro mostraba mejor comportamiento que el individuo.

Un año después ya no volví a ver al pastor Alemán, lo sustituyó por un par de perros de esos que solo pesan un par de kilos.

DOS CORDEROS, SOBRA UNO.

Caso primero: Oveja que pare DOS corderos pero los dos es difícil que sobrevivan así que a uno se le da “matarile”. Esta vez uno de los dos en vez de andar todo el día detrás de su madre buscando “la teta” pasó a vivir como un marqués bebiendo leche de biberón.
Como si de un bebé se tratara cuando le tocaba “la toma” mi colega dejaba de hacer sus quehaceres para atender al animal. El animal se convirtió en la mascota no de la casa sino de la escuela ya que era marido de la maestra del pueblo.
Un tiempo después el animal pasó a dormir “en el frigorífico”, mi colega todavía se le “muda la tez” de la cara cuando habla del tema…

Caso segundo: Esto me contaron de unos vecinos de mi antiguo barrio. El cordero de Navidad. Mismo caso, nacen DOS sobra UNO.
El segundo se lo quedó un vecino con la firme intención de criarlo hasta que tuviera el peso necesario para “ponerlo en la mesa” que más o menos coincidiría para la Navidad, total cuatro o cinco meses.
Llegó la fecha indicada y ahora venía lo bueno ¿quién se encargaba de preparar al bicho para la cena? ¡Vamos a ver ahora quien es el VALIENTE que hace los honores a un animal al que le has enseñado a comer y lo has alimentado durante varios meses…!
Para este tipo de “averías” siempre hay algún manitas en el barrio que se encarga de arreglarlo y en un rato el animalito pasó de estar saltando en el patio a reposar en el frigorífico para el día siguiente esperarles en la mesa.
Para no extenderme con el caso que todos ya imaginamos diré que “el cordero les dio la cena de Navidad” ¡nadie tuvo valor de hincar su diente en aquella carne! Y parece ser que algunas lágrimas corrieron y no fue por la cebolla.

Caso tercero: DOS corderos sobra uno. En vez de darle matarile en ese momento se lo quedó un vecino, lo metió en un cubículo oscuro dentro de la vivienda, lo alimentaba con hierbas y cuando cogió el peso necesario lo pasó a mejor vida, ¡Dios qué vida!

 

UN PAR DE CASOS MÁS. Hace más de veinte años conocí a un tipo que practicaba la caza mayor furtiva, especialmente corzos o ciervos, matar animales de esas especies era una acción normal o natural para él pues los despellicaba en el monte y se traía solo la carne, hasta ahí todo muy normal, en vez de ir al súper iba al monte, no tengo mucho en contra siempre que se respete la época de caza y reproducción.

En una ocasión nos contaba que tenía en mente disparar a una corza sin intención de matarla, luego una vez que tenía delante el animal herido lo ataría a unos matorrales si era necesario y  la violaría antes de matarla. Lo escuchaba y no me lo podía creer, ¡cómo puede haber mentes tan retorcidas sueltas por la calle!

Otro furtivo me contaba una vez que ponía cepos conejeros y en una ocasión capturó un zorro. El cepo lo pilló de la pata y no había muerto. En vez de soltarlo o matarlo de un palo el buen señor le ató una cuerda alrededor del pescuezo a modo de collar y le soltó el cepo, el animal al verse libre trataba con todas sus fuerzas de salir huyendo pero la cuerda se lo impedía, -Tiraba como un “tractorcillo” decía con una sonrisa- así lo tuvo un largo rato, hasta que se cansó de la broma y luego en vez de soltarlo le pegó un palo en la cabeza y lo dejó seco.

Otro me contaba que tenía unas cuantas gallinas en el pueblo y observó que algún animal (posiblemente zorro) visitaba el gallinero. Puso un cepo y lo capturó. El señor lo cuenta como un chiste, no muestra el más mínimo arrepentimiento, lo hizo una vez y mil veces lo volvería a hacer exactamente igual. “Cuando lo vi allí enganchado en el cepo se quedó quieto totalmente y me miraba con unos ojillos de pena…” Yo diría que le miraba suplicando por su vida pero el señor no fue capaz de ver eso porque le pegó un palo entre las orejas y lo dejó seco.

Podría contar algún que otro caso similar pero ya está bien de “desgracias” por esta vez.

Muchas gracias por llegar hasta aquí, si crees que a alguien más le puede resultar interesante no dudes en compartirlo. Agustín y sus cosas.