120/365 La Unión y la Fuerza

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Exif:  Canon 30D, Sigma 18-50, ISO 1600 – 0.5 EV, 1/20, F 2.8  Es difícil trabajar en estas condiciones pero cada uno trabaja con lo que tiene.
La foto de hoy/ayer la tenía clara, de ese rato cuando los “mozos” colocan el MAYO en la plaza y tenía que sacar de allí mi foto del día.
Las tradiciones siguen al mismo ritmo que cambian, llevo varios años viendo este evento y apenas veo mozos, la gran mayoría es gente de mi edad, o sea que nacieron sobre los 60. Los mozos pasan de estas cosas, solamente algunos (creo que aburridos y/o curiosos) se acercan por el lugar y echan una mano en el supuesto de que venga al caso.

Tengo muchos recuerdos de “mayos” de cuando mi padre era joven; en una ocasión se desplazaron por la noche (actuando con premeditación y alevosía) a los campos del pueblo lindante para con hacerse con uno de aquellos árboles rectos y altos (chopos por lo general), porque estaba prohibido cortar estos árboles.
Normalmente era el grupo de “los quintos” de ese año los que se encargaban de esa faena aunque si bien siempre les echaba alguna mano cualquier otro vecino o amigo con el fin de cumplir o facilitar la tarea.

Se trataba de que a la mañana siguiente, o sea, el día 1 de Mayo, en la plaza del pueblo apareciera allí clavado un chopo lo más alto, estilizado, recto y pesado posible de cuantos se habían visto allí anteriormente; símbolo de que esa “quinta” tenía más “agallones” que la anterior, por eso si había que ir al “quinto pino” a por él se iba y punto, no importaba donde estuviera, durante todo el año al igual que nosotros buscamos las fotos de cada día ellos, aunque fuera de una manera inconsciente, buscaban el “mayo” perfecto.
En aquel año se fijaron en un chopo joven, recto y largo, pero el problema es que estaba a unos 8 km de distancia y en el término del pueblo vecino. Ni cortos ni perezosos esa misma noche, por la mañana, (por supuesto, no podía ser otra, porque todo pasaba durante esa misma noche), tenía que estar clavado en la plaza así que cogieron las herramientas que básicamente sería un hacha poderosa y alguna más pequeña y se fueron en su busca.

Es difícil calcular exactamente por donde se corta el árbol ya caído sin el peligro de dejarlo corto y hacer el ridículo ante los quintos del año anterior así que como más vale que sobre a que falte lo dejaron largo.
Cuando llevaban más de una hora caminando por los montes por aquellos senderos de mulas, con el mayo al hombro, semejante a una fila de hormigas cargando con un lapicero y más bien a oscuras aunque fuera con la iluminación de media luna, porque bien podía haber sido exactamente igual sin luz de luna o estuviera nublado o lloviendo.

Al principio de la marcha «el madero» no pesaba tanto como en la parte final de trayecto, incluso hubo un mozo que aprovechando la oscuridad de la noche pensó que no le veían y en vez de sujetar parte del peso del árbol (como todo el mundo allí presente) y durante unos minutos, (hasta que una coz le impactó en los riñones), hizo lo contrario, se colgó del madero a modo de diversión.

Pues eso, cuando ya llevaban más de una hora de camino pegando tropezones, porque el terreno de ese lugar (Alcorlo) llano precisamente no es nada si no todo lo contrario, las fuerzas comenzaron a flaquear, sobre todo pensando en el trayecto que aún quedaba y decidieron parar, descansar y aprovechar para “amputarle” cinco metros, por supuesto de la parte más gorda.

Nuevamente con el madero al hombro como si de una fila de hormigas se tratara continuaron el camino pero una hora más tarde tenían exactamente el mismo problema por lo que tuvieron que parar de nuevo a descansar, el problema era que “aquel madero” seguía siendo demasiado pesado o el camino demasiado largo y el reloj, precisamente el reloj, no se paraba, entre unas y otras cosas no había demasiado tiempo que perder si no querían correr el riesgo de que el alba les pillara aún con las manos en la masa.
Ahí comenzaron las primeras discusiones importantes entre algunos miembros del grupo, los que todavía se encontraban con fuerza y querían continuar con el madero de semejante tamaño capaz de dejar asombrado a más de uno y la parte que era más realista viendo que llegaba el día y no eran capaces de llegar a tiempo, amén de la paliza sufrida durante toda aquella noche.

Al final pudo la razón y volvieron a cortar unos tres metros más, nada de sierras mecánicas portátiles y de batería, que por aquellos entonces y teniendo en cuenta la tecnología existente nadie había pensado aún en fabricarlas, como mucho llevarían una sierra de aquellas que era una hoja de acero con dientes y el vaivén lo ejercían dos personas, una en cada extremo llevando el compás.

Finalmente llegaron al pueblo y plantaron su mayo que a pesar de haber sufrido dos cortes aún era un buen “mozo”, todos los participantes destrozado pero a la vez contentos, ¡“Que machotes somos y qué paliza nos hemos pegado”!, bueno lo de la paliza quedaba en sus adentros.

Las alegrías duraron muy poco, en dos días estaba allí la Guardia Civil haciendo a la vez de juez y verdugo, no como hoy que se llenan los despachos de papeleos y gestiones que cuando el caso sale a la luz ni te acuerdas de los actos. En fin, que fueran o no responsables (que en este caso lo eran) les sacaron los duros a los mozos del pueblo porque alguien del pueblo de al lado había visto que faltaba un gran chopo, pasó el recado a la Guardia Civil y “siguiendo el hilo llegaron al ovillo” y por las huellas hasta que llegaron a Alcorlo.

La denuncia no era de esas de “pague usted 150 euros y que no se vuelva a repetir”, el dinero de la multa no sé exactamente a cuanto ascendió pero a mi padre se le cambiaba la cara cada vez que lo contaba a la vez que escupía sapos y culebras por su boca, calculo que al cambio sería algo así como en la actualidad unos 3000 euritos por barba, mi padre posiblemente, hasta me atrevería a asegurar, que no tenía tal dinero y tendría que recurrir a algún préstamo familiar… En fin, un caso para no recordar.

La fuerza física y la dureza que tenían nuestros antepasados no se puede comparar ni de lejos a la actualidad, esto no sé si es bueno o malo, solo sé que es diferente. En mis mejores años físicos yo no le llegué a mi padre (hablamos de 20/30 años) ni a la suela de los zapatos (en fuerza) y así sucesivamente.

Me gustaría saber el resultado de si hoy hubiera que hacer (por motivos de tradición) aquellos esfuerzos físicos y se pidieran voluntarios para ello, repito, me gustaría saber con cuantos se contaría y si la labor se hubiera realizado con el mismo final que en Alcorlo, me refiero a completar la faena con éxito…. ¡conmigo que no cuenten para ello!

Todavía quedará alguno de aquellos “mozos” que podría ratificar mi relato pero la mayoría sé que ya no están entre nosotros y entre ellos se encuentra mi padre.
Mi padre decía que “lo que se escribe se lee”,  hace unos años grabé un evento de este tipo en vídeo y lo puse aquí: (click aquí)  en el minuto 1:29 y 3:40 son las caídas (para no perder tiempo).

Una pequeña anécdota: donde la operación de “plantar el mayo” costó tres intentos, con un par de caídas que poco más y provoca algún accidente, de hecho el primer golpe le afectó a la casa y el segundo a un auto. Creo que fue el único año interesante a nivel anecdótico y de espectáculo porque a partir de ahí los “mayos” en este pueblo son algo más “razonables” y si seguimos así acabaremos plantando una maceta o contratando una grúa para que ella solita lo coloque en el agujero que previamente queda hecho de un año para otro no como antiguamente que se hacía esa misma noche que ya aseguro que teniendo en cuenta que se colocaba en la plaza y que el suelo de tierra estaba “más duro que un camino” y nunca mejor dicho, a cualquiera de nosotros que nos pusiésemos a ello se nos pasaría toda la noche picando hasta hacer el hoyo, (de 1 metro aprox) bueno incluso creo que alguno ni seríamos capaces de hacerlo sin acabar con las manos echando sangre y la zona lumbar destrozada.
En fin, los tiempos cambian y las personas y sus cuerpos también, creo que afortunadamente para bien.

Muchas gracias por vuestro APOYO y comentarios. Un saludo.