Alcorlo, requiem por un pueblo.

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El día 28 de Enero de 1982 Alcorlo fue demolido, las aguas del embalse ya llegaban a las viviendas más bajas y había que proceder sin más demora al desalojo de los pocos habitantes que se resistían a hacerlo. Aquí cuento mis recuerdos de aquellos días y como fue tal desalojo. Click AQUÍ para ver un vídeo que he creado.
Como dice un párrafo de la canción «Alcorlo, pueblo muerto» interpretada por Rio de Piedrasa ti te tocó morir para que otros sobrevivan”.

Capítulo 1: Ubicación de Alcorlo.
Alcorlo es/era un pueblo de Guadalajara situado en la zona donde comienza la sierra o la comarca de la “arquitectura negra”. Está situado en el triángulo entre Jadraque, Atienza y Cogolludo.
En los años 60 o incluso mucho antes alguien se fijó en la estrechez que tenía el río Bornova un kilómetro más abajo del pueblo, en un paraje llamado “El Congosto”  y decidieron hacer un embalse para regar la “Vega del Henares”. Hoy el agua también se emplea para consumo humano y por lo que se prevé acabará siendo 100 por 100 consumo humano pues cada día somos más a consumir agua y gracias al cambio climático menos el caudal de los ríos

Capítulo 2. Así comenzó todo.
Sobre recuerdos de mi pueblo podría escribir durante varias horas/días pero comenzaré desde que más o menos se confirmó la noticia de que las obras del pantano eran inminentes, hablamos aproximadamente de 1971.
Alcorlo tenía en aquellos momentos unos 300 habitantes, la gran mayoría mayores de 40 años y niños porque la franja entre los 16 y los 40 ya había emigrado a trabajar a la ciudad, en el colegio éramos 26 niños de diferentes edades.

Recuerdo las reuniones de los vecinos en el Ayuntamiento por la noche, hasta entonces estas eran poco habituales en la rutina del pueblo, alguna en primavera cuando había que hacer alguna obra en común como limpiar la acequia que atravesaba el pueblo y regaba ambas vegas (vega de “arriba” y vega de “abajo”), votar alcaldía nueva o solucionar algún problema en la comunidad, cosa poco habitual porque nunca pasaba nada importante…
Cuando volvían los hombres de la reunión (en aquellos momentos las mujeres pintaban poco) comentaban en corrillos en la calle con otros vecinos y sus familias el porvenir que les habían dibujado, yo con mi corta edad ya detectaba que algo bueno no era.

En un principio parece ser que había dos opciones: dinero o bienes en un lugar bastante remoto por lo que parece ser que, aconsejados por algún entendido, lo más interesante era la opción dinero pues según cálculos aproximados cualquier perjudicado por la construcción del pantano podría comprarse un buen piso en el centro de la ciudad de Madrid.
Un tiempo después parece ser que nuevamente valoraron los bienes y debieron de multiplicar por 0.5 o sea que su nuevo valor era la mitad que al principio.
Aquello parece ser que puso a la población bastante enfrentada  y sí que recuerdo perfectamente como los vecinos se dividieron en bandos o grupos defendiendo cada uno sus intereses, en definitiva que se creó un ambiente bastante crispado.

Sobre datos que recuerde es que pagaron el metro cuadrado de tierra de secano a 5 pesetas y el de regadío a 15 pesetas, por favor, que alguien me corrija si no fue así.
Como anécdota diré que por error de administración algunas fincas pequeñas no las pagaron y nadie las reclamó porque su valor era inferior a 1000 psetas (6 euros).
Mi familia cobró por una casa con DOS plantas y buhardilla y las tierras que tenían aproximadamente 300.000 pesetas y con ello apenas les llegó para comprar una casa vieja, pequeña, de una sola planta situada  en un  barrio de la periferia de Guadalajara.

Capítulo 3. La maquinaria ya estaba trabajando.
En 1974 las obras iban avanzando, por las tardes sonaban las sirenas de alarma que procedían al gran estruendo que producían los barrenos, primero veíamos aparecer el humo de la pólvora y restos de piedras volando, la tierra vibraba a nuestros pies y tres segundos después se escuchaba un gran estruendo muy parecido a un trueno cercano pero a pesar de eso la vida seguía exactamente igual que unos años antes, lo estábamos viendo con nuestros propios ojos pero nadie se creía que llegaría un día en que todo lo que conocíamos de aquel lugar lo perderíamos para siempre.

En gran medida me recuerda a nuestros mayores, vemos que ya son mayores, sabemos que pronto se irán pero nos resistimos a creerlo y cambiamos el pensamiento a otra cosa para huir de la realidad que por otra parte sabemos cierta y que no podemos hacer nada para evitarlo, así se veía Alcorlo.

El verano del 75 cuando las cosechas del cereal estaban a punto de recolectarse y sin pedir permiso a nadie, unas máquinas oruga con sus enormes palas atravesaron la vega aplastando las cosechas, dejando una gran pista por donde poco tiempo después transitarían los camiones con materiales para la obra; parece que la cosa iba en serio.
Recuerdo que en esa pista improvisada que atravesaba el río fabricaron un puente con cinco tubos de  más de 1 metro de diámetro, todos unidos con hormigón, era verano, en esos momentos el río Bornova no bajaba apenas agua, tan solo un palmo de altura por 3 metros de ancho pero cayó una tormenta y bajó tanto agua que el bloque de tubos y hormigón lo arrastró varios metros más abajo, cuidado con el caudal tan bestial que tiene el Bornova cuando caen tormentas en esa zona, en verano puedes cruzarle casi por cualquier lugar sin mojarte los pies pero en invierno se ha dado el caso de bajar un nivel más alto que el puente de “La Fábrica” y destrozarlo. Aquí una foto para calcular el volumen de agua que podía pasar por ese puente por segundo.

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Capítulo 4. El Éxodo.
El 11 de septiembre de 1976 nuestra vida cambio de manera bastante radical, igual que lo haría el mundo, ese mismo día pero 25 años después, con el atentado terrorista a las Torres Gemelas de Estados Unidos.

Aquel día, sábado, comenzó nuestro éxodo, cargamos en un pequeño camión los cuatro trastos que había en la casa, que no eran otra cosa que media docena de sillas de las que no utilizábamos nunca porque estaban reservadas para las visitas, el médico o personas importantes, una cómoda antigua, algunas herramientas de albañilería, camas y colchones de lana y poquito más y nos mudamos a Guadalajara.

La mudanza la hicimos con un paisano del vecino pueblo de Hiendelaencina, un tal “Miguel” que con su pequeño camión se dedicaba al transporte.
En esa fecha yo estaba a punto de cumplir los 14 años de edad, acababa de terminar los estudios de la EGB y dos días después comenzaba con los de Formación Profesional, por ello no podíamos aguantar viviendo allí ni un día más, sin embargo mi padre continuó allí varios meses más porque de momento tenía trabajo de albañilería relacionado con las obras del pantano.

Cierto es que lo hicimos con alegría y optimismo pero con la incertidumbre del futuro pues no era el mejor momento para hacer cambios, España en esos momentos estaba bastante revuelta políticamente, la dictadura acabada de terminar y el trabajo hizo mella en gran parte de los españoles, cada día que pasaba no había informativo en la radio que no anunciara el cierre de cientos de empresas.

Todos afrontamos la nueva vida que nos esperaba en la ciudad con la esperanza de que el cambio sería muy beneficioso en todos los aspectos, sobre todo mi madre que en este sentido tenía la menta mucho más iluminada que mi padre, mi padre se resistía a cambiar el tipo de vida que siempre llevó, esa vida llana y sencilla pero llena de libertad, la misma que le había precedido generación tras generación y que hasta la fecha había vivido sin grandes contratiempos.

La ciudad “prometía”, ¡claro que prometía! De alguna manera era una alegría ir a vivir en ella con todos sus adelantos que tiene, donde por ejemplo, el agua potable “manaba de un tubo de la pared” y no había que ir a medio kilómetro de distancia a por ella, sin embargo ese agua de la ciudad nos sabía a “rayos”, el sabor a cloro nos hacía imposible poder tomarla; trascurrió más de un año hasta que nos acostumbramos al cloro y su sabor. El agua sabía peor que el veneno pero a nadie de mi familia se le pasó por la cabeza lo de comprar el agua en botellas eso era un lujo solo para ricos o enfermos, menos mal que en el barrio había una fuente natural, que ha durado hasta hace muy poquitos años, y que desapareció por las obras del polígono de “Los Pajaritos”, esa fuente nos proporcionaba el agua para beber y cocinar, poco cambio, de momento, tuvo nuestra vida en ese aspecto.
Pero el cambio más importante para la familia (exceptuando mi padre) es que ya no tendríamos que ir TODOS a trabajar a la vega, o ayudar a los padres a atender al ganado, ahora solo trabajaría “el padre” fuera de casa, “la madre” en ella y “los chicos” en la escuela, pero muchas otras cosas importantes se perdieron con el cambio, cosas que les daríamos la importancia que se merecen con el paso del tiempo, al menos treinta años después.

Capítulo 5. No pidas imposibles porque a veces se cumplen.
Mi padre no tenía automóvil y quizás por eso yo no volví a pisar Alcorlo hasta unos años más tarde (1978) que mi padre y yo fuimos con un tío mío y su hijo, no fuimos en plan de pic nic sino a recoger la fruta de los árboles frutales que todavía estaban sin cortar porque también había una empresa que se encargó de eso, de cortar los chopos de la ribera del río y los frutales de las vegas.
La gran sorpresa es que cuando llegamos a la “Vega de Arriba” a un paraje conocido como la “Isilla” donde teníamos una pequeña parcela con un gran manzano de variedad “Reineta”, de esas que son muy gordas, ya no le quedaban ni una, al resto de frutales de la parcela tampoco, mi padre no se lo podía creer, entendía ¡que le habían robado!, no importaba quien, tampoco que ya hubiera cobrado el valor de la expropiación del frutal, se sentía fatal así que comenzó a blasfemar (algo muy habitual en él) pero esta vez más en serio de lo que lo hacía habitualmente y entre sus blasfemias y frases malsonantes recuerdo perfectísimamente una que hablaba de que si pudiera quemar el pueblo lo haría para ¡verlo arder! aunque le costara… no recuerdo la cantidad de dinero pero era importante… ¡¡¡¡le encantaría ver arder el pueblo!!!! decía, yo, desde mi perspectiva, no entendía nada de aquel cabreo tan monumental.
La casualidad quiso que, misterios del destino, lo vio arder desde el punto más alto, desde el mejor palco, sin gastarse ni un duro y sin haberlo previsto, ahora contaré como fue.

Capítulo 6. Alcorlo ardiendo.
Ya he comentado alguna vez de mi afición por la caza en aquellos años _ya lo abandoné, gracias a Dios y ahora estoy en contra de ella_ entiendo que puede ser necesaria pero eso es tema para otra ocasión.
La afición de la caza fue heredada de mi padre, él siempre fue cazador, desde muy niño, hace muy poco tiempo he escuchado a un señor de su edad decir que cuando eran muy jóvenes (unos niños) mi padre era el único en el pueblo que era capaz de con un tirachinas en la mano darse una vuelta por el pueblo y en un rato volver con media docena de gorriones en el bolsillo, cierto es que siempre demostró su habilidad en la caza y pesca.
Él me enseñó a cazar y era increíble lo que sabía, era capaz de saber si esa misma noche en aquel lugar había andado una liebre macho o hembra, un conejo, zorro o cualquier otro animalito, con ver las pisadas o los rastros tenía suficiente,  igual que los rastreadores de las películas, creo que ya no quedan personas así, hoy la caza …. es diferente.
Hay gente que piensa que las casualidades no dejan de ser eso, “casualidades”, situaciones que se dan por mera casualidad, coincidencias en el espacio/tiempo pero yo no estoy tan seguro de eso.

31 de Enero de 1982, domingo, día de caza, como era habitual mi padre y yo al amanecer ya estábamos en el término municipal de Alcorlo con los aperos de la caza preparados para pegarnos seis o siete horas caminando entre las jaras monte arriba y ladera abajo.
Mi padre tenía un documento donde se le permitía cazar en ese lugar por ser vecino de Alcorlo así que prácticamente en todo el territorio no encontrábamos ningún otro cazador, era como si fuera nuestro coto privado de caza.
Ese día podíamos haber elegido cualquier zona para la caza pero la casualidad quiso que  eligiéramos precisamente ¡esa!: Desde “Cabeza Redonda” hasta las “Dehesas de Mataconejo” ; fue allí, en aquellas dehesas donde, unos años antes, escuché por última vez sonar las campanas de la Iglesia de Alcorlo, mejor dicho: la campana «pequeña», un tañido fino, agudo, que por el silencio del monte llegaba a varios km de distancia.
A primerísima hora ya estábamos con las armas cargadas en la linde de Veguillas, posiblemente no habría salido aún ni el sol.
Nuestro objetivo principal era la caza de la perdiz roja, conejo y liebre, el terreno muy irregular pero a la vez muy divertido de cazar la perdiz pues te permite acercarte lo suficiente como para poder disparar un par de veces por cada hora de camino y mientras te metías la paliza subiendo cerros y bajando barrancos puede que algún conejo o liebre despistada le quitabas la vida de un disparo a larga distancia con perdigón de 5ª porque perro que te prepara el terreno era un lujo que no podíamos tener.
Sobre las once de la mañana comenzamos a ver humo por la zona del pueblo pero creíamos que era algún agricultor quemando la broza de la cosecha pero según nos íbamos acercando nos dábamos cuenta de que era “demasiado humo” para unas brozas. 
Al medio día ya estábamos en la parte más alta de lo que es hoy “la otra orilla del pantano” yo lo llamo “al otro lado”,  en el lugar conocido como “El Lituero”, lugar desde donde se han hecho muchas fotografías del pueblo pues es el punto más alto y estaba relativamente cerca. Esta es una de ellas.

lituero webDesde allí se veía bien el panorama, había fuego en varios puntos, la mayoría de las casas ya estaban derrumbadas y estaban quemando las vigas de madera, el agua ya estaba llegando a las primeras casas más bajas y las compuertas estaban cerradas,  era invierno y el río llevaba bastante agua, que Alcorlo desapareciera bajo ella era cuestión de unos pocos meses.

img130R Allí, en lo alto del Lituero, en el punto más alto y cercano, como si de una butaca en lugar preferente se tratara estaba mi padre, contemplando como lo hiciera Nerón unos siglos antes como el pueblo de sus padres, el pueblo de sus hijos incluso su propio pueblo ardía; aquel pueblo que unos años antes él mismo hubiera participado en su quema ahora lo veía arder gratis desde el mejor palco que pudiera existir pero ¿crees que se alegró? no mostró en ningún momento ni una brizna de alegría, se quedó como alelado, lo estaba viendo arder y no se lo podía creer, no apartaba la vista del lugar.

En todo el rato que estuvimos allí contemplando aquel panorama tan desolador _que no fue poco ya que la caza pasó a un segundo lugar_ no recuerdo haberle escuchado ni una blasfemia (raro en él) ni tampoco una sola palabra de alegría sino todo lo contrario, su alegría por cazar ese día se arrugó como una «uva pasa»; creo que en ese largo rato que estuvimos allí _entre tragos de vino del botillo_ pasarían por su mente 53 años de recuerdos que bien seguro estoy hubiera pagado la misma suma de dinero que prometía unos años antes ¡por verlo arder! para evitarlo y no haber tenido que ver nunca aquel espectáculo, hubiera preferido que hubiera sido solo la pesadilla de un mal sueño ya que estábamos contemplando la sentencia y ejecución definitiva de un pueblo,  Alcorlo… destruido, demolido y quemado. ¡qué cosas tiene la vida! Click AQUÍ a otras fotografías de ese día.

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Capítulo 7. Al otro lado.
Hace unos días he hablado con algunas personas que lo vivieron muy de cerca y “al otro lado” desde nos encontrábamos reinaba la tristeza, la impotencia, los llantos, al ver las máquinas reduciendo todas las viviendas a un montón de escombros, mucho nerviosismo, es una experiencia que, afortunadamente, no se tiene todos los días.
También he hablado con Jesús Castillo, el último alcalde _en funciones_ de Alcorlo, por aquellos entonces unos 27 años. Cosas que tiene la vida, no había hablado con él ni le he vuelto a ver desde 1976 ya han pasado más de 37 años pero confío en que no pasen los 38.
Todos me cuentan que el desalojo se hizo muy ordenadamente, nada de broncas ni liarse a pedradas con la guardia civil aunque no era por falta de ganas.
Pocos días antes del 28 de Enero se llevó a cabo la última liquidación económica por parte del gobierno, lo que se llama Perjuicios Indirectos por traslado de la Población con lo que quedaba finiquitado la parte económica con Alcorlo, todo estaba saldado por lo que no había el más mínimo motivo para seguir allí.
Un primo mío que aún vivía allí me decía que unos días antes de comenzar con la demolición hizo aparición una máquina excavadora en las inmediaciones, algo raro pues las obras ya habían acabado en ese lugar, llegó igual que los buitres cuando rondan la presa que está a punto de caer.
El día de autos, me cuenta Ángel, divisaron en dirección al pueblo un pequeño convoy con con camiones, máquinas excavadoras, vehículos de la guardia civil y algún que otro vehículo particular, el momento de la verdad acababa de llegar.
La carretera principal de entrada al pueblo ya estaba inundada y entraron por la parte de arriba, las eras, lugar donde se halla la Ermita y Cementerio actual.
En aquel lugar reunieron a todo el personal que había en las inmediaciones para comunicarles que venían con la orden del Gobierno de desalojardemoler el pueblo, ellos traían camiones suficientes como para hacer el traslado de los bienes que todavía quedaban en algunas casas.

Un grupo reducido de personas comenzaron a enfrentarse a la guardia civil para impedirlo pero pronto fueron reducidas por ellos. Como el grupo más rebelde era el alcalde en funciones y sus familiares para «despejar dudas» la primera casa que derrumbaron fue la suya precisamente.
Según me han comentado, la guardia civil solo dejaba entrar a la esposa de cada hogar para sacar el ajuar y las pocas pertenencias que quedaban, todo controlado que no hubiera ningún accidente, como es natural.
Poco a poco y de esta manera durante varios días se completó la mudanza, el personal lo trasladaban mientras tanto al hostal de Humanes a pernoctar para al día siguiente continuar y así en cuatro o cinco días Alcorlo terminó demolido, arrasado, igual que si una pequeña bomba atómica hubiera explosionado encima de él, mira la foto de arriba, es una panorámica de Ángel Somolinos tomada desde la colina de “El Castillo” unos meses más tarde.
Todos con los que hablé coinciden en que el desalojo se hizo ordenadamente como he comentado antes, todos los vecinos que quedaban ya tenían su nueva residencia en algún  lugar a excepción de un par de ellos que acabaron uno en una residencia y el otro con un familiar.
Parece ser que por parte de las autoridades no se les puede reprochar nada e incluso me comenta Jesús que como alcalde le felicitaron en el gobierno Civil por haber contribuido a que el desalojo se hiciera como “hay que hacerlo”, de una manera civilizada ya que no era fácil asimilar lo que estaba sucediendo, actualmente estamos viendo en la televisión cada día lo que pasa con los desalojos de las viviendas incautadas por los bancos.
Después de ese último día muchos se acercaron por allí como los buitres a por la “carroña”, chatarreros, albañiles, buscadores de “tesoros”, etc, a partir de ahí y durante años el agua se fue encargando de destruir las vigas de madera y restos de materiales de construcción.

Capítulo 8. La música.
Probablemente te preguntes qué es y por qué esta música del vídeo. La música es de Melissa Venema y aquí la explicación del por qué la he elegido.
Allá por el año 1977 (es que soy muy mayor) en casa compraron el primer radiocasete portátil y como novedad me pasaba muchas horas escuchándolo. Un día nada más encenderlo estaba acabando una melodía que el locutor dijo era un “toque de silencio”, de joven uno tiene una enorme capacidad de retención en la memoria y se me quedó muy grabado el título.
Como era una emisora musical y suelen repetir de vez en cuando las canciones la estuve esperando mucho tiempo con una cinta de casete preparada para grabarla pero no lo conseguí  y con el paso del tiempo aquello cayó en el olvido pero no de una manera definitiva.
Con el tiempo esa melodía la he vuelto a escuchar con frecuencia en alguna película de ambiente militar como cuando bajan la bandera o rinden honores a algún caído o similar pero ya no me ha vuelto a impresionar como el trocito que escuché la primera vez.
Vuelvo otra vez a hablar de las casualidades, la casualidad ha querido que buscando un tema musical de un desfile que grabé de mi sobrino en el cuerpo de Caballería que se titula “La muerte no es el final”, (minuto 4:00 de este VÍDEO) y que me impresionó bastante al escucharlo en directo, es lo que tiene la música en directo…. encontré el tema de “El Silencio”, _ Internet es una maravilla para estas cosas_ aunque ya era media noche creo que estuve un par de horas buscando “El Silencio”  pero en alta calidad y cuanto más reproducía la canción más me gustaba, ya cebado con el tema también encontré su historia.
Si la historia de la canción “La muerte no es el final” es triste la historia de “El Silencio” lo es mucho más, voy a ver si la resumo de una manera rápida y a mi manera.
Parece ser que El Silencio lo escribió un joven americano cuando la guerra de la independencia americana.
Resulta que en una batalla nocturna de esta guerra un soldado quedó herido en el barranco y gritaba con gran dolor por sus heridas pero nadie sabía de que bando era, nadie se arriesgaba a bajar allí a por él pues lo más probable es que no volviera. Ya por fin un capitán no pudo resistirse más ante los gritos y lamentos de aquel pobre soldado y se aventuró a recogerlo.
Unas horas después apareció con él pero el soldado ya había fallecido. Trajeron una lámpara para identificarlo pues no se sabía si era compañero o enemigo y la sorpresa fue mayúscula cuando resultó ser el propio hijo del Capitán.
Parece ser que unos años antes el joven se trasladó de ciudad para estudiar música y un tiempo después comenzó la guerra, en aquellos entonces no había Internet ni móviles así que no había apenas noticias y las que llegaban lo hacían tarde…
Registraron la vestimenta y encontraron un papel con un pentagrama y esa canción escrita.
Su padre, el Capitán, quiso enterrarlo como merecía cualquier soldado aunque su vestimenta fuese del enemigo pero la mayoría de mandos y personal de la tropa se le opuso, no dejaba de ser enemigo, al final consiguió en parte lo que pedía pero de la banda de música solo le concedieron un instrumento y ahí está este sonido de trompeta tan emotivo y desgarrador que solo una trompeta produce.
Posiblemente todo esto sea mentira pero es muy emotivo, cierto es que si se escucha con atención y con calidad no deja indiferente a nadie.
Unos días después de reencontrarme con “El Silencio” me vino a la memoria que justo en esas fechas hacía 32 años desde que demolieron Alcorlo y pensé: ¡qué buen tema musical para hacer un resumen/recuerdo!.
Por lo que he podido ver por la web, esta criatura,  Melissa Venema,  lleva tocando la trompeta mucho tiempo pues en algunos vídeos se la ve muy jovencita, es una maravilla verla haciendo sonar la trompeta, todo perfectísimamente ejecutado, los tiempos de “silencio”, los  movimientos de los dedos _aparte de la belleza_ no sé explicar más cosas que veo porque no entiendo de instrumentos musicales ni de pentagramas pero me ha gustado mucho la pasión y precisión con que lo hace, no os perdáis el detalle de los gestos de la cara.
Mi padre solía decir: hay personas que no deberían morir nunca, se refería a esas personas que por sus dones, descubrimientos o aportes a la comunidad  hacen felices a los demás y estoy totalmente de acuerdo, creo que Melissa Venema,  Mark Knopfler, Paco de Lucía (recientemente fallecido), por poner unos ejemplos etc, etc, etc, etc, deberían pertenecer a ese grupo.

Capítulo 9. Las casualidades.
Hablando de casualidades. Mi afición por la fotografía nació cuando mi primer hijo (1990) yo por aquellos entonces solo tenía una camarucha de esas que le metes un carrete preferiblemente de 12 fotografías (para no gastar mucho) el día de algún evento familiar como cumpleaños o similar.

La casualidad quiso que ese día 31 de Enero llevara la cámara en la mochila de caza, que estuviera en aquel lugar a la hora apropiada y que tomara esas fotos del “Ultimo Día”,  la historia hubiera sido la misma pero para mí no deja de ser casualidad.

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Tampoco me atrevería a llamar “casualidad” que 32 años después estuviera metido hasta “las cejas” en mi afición por la fotografía,  ni de mi afición por la informática ni que sería uno de los principales colaboradores en mantener vivo el recuerdo de Alcorlo, mi pueblo, creando su página web http://alcorlo.com, ni de mi intensa colaboración con la “Asociación Hijos y Amigos de Alcorlo” creada para que la memoria y el recuerdo de Alcorlo no voy a decir: no se pierda nunca, sino que permanezca durante mucho tiempo en la mente de todos los que alguna vez tuvimos alguna relación con él y repito una vez más lo que dice la canción: ….Alcorlo, a ti te tocó morir para que otros sobrevivan”.
En este ENLACE puedes ver una película de Alejandro Sacristán referente a Alcorlo y sus últimos días.

Han pasado 32 años, demasiado tiempo para recordar detalles menores pero lo que he reflejado aquí aún lo tengo reciente en la memoria, es como si los recuerdos de Alcorlo no pasaran a la misma velocidad por ella, lo he reflejado como parte de Mi Diario Esta es mi historia, así fue  mi vida y así la he contado.

Prepararlo todo me ha llevado más de un mes, fotos, vídeo, texto, etc, es que «Zamora, no se hizo en una hora», ja, ja, ja…  espero que lo disfrutes y ruego encarecidamente que escuches el sonido con atención, aprovecho para recordarte que si te pareció interesante no dudes en compartirlo. Muchas gracias.
Enlace al vídeo, click  AQUÍ

Muchas gracias por llegar hasta aquí y por vuestro APOYO y comentarios. alcorlopantano.com

PD. hoy es 5 de Marzo, hoy me he dado cuenta de que el día de la publicación de esta entrada hizo exactamente 20 años que falleció mi madre, en el relato hablé de causalidades, juro por lo más sagrado que esta es otra de las casualidades que hablaba. En esta foto de Tomás Camarillo en 1931 la niña más pequeña que mira a la cámara como como avergonzada es ella, la señora que que sostiene una lata a su lado es la única fotografía que existe de mi abuela María.

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