El vídeo que puedes ver en ESTE ENLACE trata sobre la conferencia que tuvo lugar en La Toba sobre los últimos días de Alcorlo, en la fiesta de San Blas. Con la participación de Alejandro Sacristán, autor del cortometraje «…un pueblo que fue…«. También como colaboradora la periodista Cara Arrabal, en las cámaras Ángel Somolinos.
El vídeo recoge las impresiones de Alejandro sobre la situación del pueblo de Alcorlo y los Alcorleños en aquellos sus últimos días antes del desalojo. Historia, anécdotas y casualidades relacionadas con los últimos 42 años que han pasado desde el cierre definitivo de las compuertas de la presa.
LA TOBA, ALCORLO, ALEJANDRO Y …UN PUEBLO QUE FUE… Febrero 2024
En este vídeo de Alejandro vamos a ver los últimos días de Alcorlo, concretamente el último día; unas imágenes espectaculares, de no verlo no podría creerse. Al ver estas imágenes nos podemos hacer una idea de lo trágico que resulta el perder un pueblo, quizás también las raíces propias, para algunos toda una vida allí, en aquellos campos, colinas y barrancos que desaparecerían para siempre para sus ojos. ¿Qué sentiríamos si fuera nuestra propia casa la que estuvieran derribando delante de nuestros propios ojos aunque fuera viéndola en el cine? La casa de tus padres, la misma casa que quizás fuera de tus abuelos, la misma casa en la que quizás tú mismo nacieras y ¿por qué no? También alguno de tus hijos. Sin duda alguna también quedaron allí, habitando aquellos lugares, el espíritu de tus antepasados, lugares en los que quedarán anclados.
Alejandro grabó en aquellas fechas esa película de cine de las de entonces, formato de cine de 16 mm, un formato en el que después de haberlo grabado se necesitaba pasarlo por el laboratorio fotográfico para revelarlo, luego vendría el proceso de editarlo y posteriormente hacer un locución, un trabajo demasiado importante y costoso como para poder pagarlo de bolsillo propio, pero Alejandro se las ingenió para todo ello.
Posteriormente a este primer reportaje de Alcorlo, conseguido de forma un tanto particular y autónoma, Alejandro continuó con la historia de aquella, nuestra comarca, del entorno de la sierra, concretamente las minas de Hiendelaencina, por el que también consiguió con ello algún premio en el mundo del cine. Un trabajo poco frecuente en aquellos años ya que requería de mucho esfuerzo económico y de tiempo, pero aún con todo ello Alejandro supo llevarlo a buen puerto.
En aquellas fechas el reportaje de Alcorlo solían mostrarlo al inicio de las películas proyectadas en cine, así fue como muchos paisanos de Alcorlo se enteraron de que esa “pequeña obra de arte” existía, aunque no fueran conscientes en aquellas fechas que …un pueblo que fue… pasaría en el futuro a considerarse como un trozo de historia, de valor incalculable para muchos Alcorleños.
En cuanto al título de la obra …Un pueblo que fue… diré que la idea fue buena pero yo lo hubiera cambiado por …Alcorlo, el pueblo que fue… porque lugares o paraísos como en el que Alcorlo estaba asentado son muy difíciles de encontrar, por no calificarlos de IMPOSIBLES. Alcorlo era un pueblo grande en aquellas fechas y más aún lo fue cinco siglos atrás cuando contaba con castillo y alcaide.
No se ha conocido pueblo o asentamiento en las inmediaciones de Alcorlo con el que poder compararse, rico en agua como ninguno de la comarca, entendiendo como “comarca” la zona que hoy es considerada como “La Sierra Norte de Guadalajara”. Con sus dos grandes vegas de regadío, con una tierra especial para el cultivo de todo tipo de hortalizas y cereales, regadas por una alberca que además de regar las vegas cruzaba el pueblo entre sus calles, dando la posibilidad de tener el agua corriente cada vecino al alcance de su mano.
Por no hablar de su central hidroeléctrica que al parecer estuvo en funcionamiento durante tres décadas o más, otorgando a Alcorlo el título de “pueblo electrificado” varias décadas antes que muchos pueblos de su entorno.
Molino harinero tuvo también a los pies del pueblo, en el mismo lugar que luego construyeran allí mismo la presa para la central hidroeléctrica. Con menor importancia y duración en el tiempo también tuvo horno comunitario y fábrica serrería en la que casi la totalidad de árboles de los márgenes del rio pasaron a convertirse en tablones.
NOTAS SOBRE “…un pueblo que fue”…
La película completa se grabó durante varias ocasiones, Alejandro nos dice que posiblemente media docena. Aprovechaba Alejandro su tiempo de vacaciones de su trabajo o algún viaje esporádico a su pueblo (Medranda, pueblo cercano a Alcorlo) para grabar unos minutos de metraje y a la vez echar una mano en el negocio familiar, que no era otro sino una pequeña granja avícola.
Alejandro estudió cine y por ello vio en la historia que se cernía sobre Alcorlo un drama que contar, que transmitir, que publicar. Sirviéndose de algunos amigos/compañeros de trabajo comenzaron su andadura grabando escenas de Alcorlo, sin entrar ni siquiera en el pueblo, paisajes, el entorno y obras de la presa. Todo a modo de preámbulo porque ya era bien conocido que la presa se acabaría en no mucho tiempo; de hecho, las primeras tomas de la película vemos que parte del agua del embalse ya está retenida, todo ello para que la base de la presa (que es de rocas y arcilla) se fueran asentando.
Continua la película con imágenes ya dentro del casco urbano; se ve al personal en sus quehaceres cotidianos pero quien conocimos a los vecinos que allí quedaron viviendo pronto descubrimos en las imágenes que aquellas caras no eran de Alcorlo… ¿Cuál sería el motivo?
Alejandro me lo reveló una tarde de verano en su oficina de Francisco Silvela en Madrid, lugar donde tenía asentado su lugar de trabajo, corría el año 1996, creo que fue justo ahí cuando comencé a preocuparme por la historia de Alcorlo, mi pueblo.
Un tiempo antes me habían informado de que existía una cinta de vídeo en la que durante unos segundos se veía a mi familia, mi padre, mi madre e incluso a mi hermana, caminando por la senda de la vega. Marchaba mi padre en cabeza, montado a lomos de la burra blanca, al lado el macho, y unos pasos más atrás, siguiéndole, mi propia madre, con el pañuelo sobre la cabeza, y me hermana agarrada de la mano de su madre.
Cuando se vio mi padre en la tv por el camino de la vega, montado en su “burra blanca”, entre sorpresa y admiración, no dudó ni un instante en pronunciarse de que era él mismo y que “detrás caminaba su mujer (La Lucía), con su hija de la mano”.
Tanto insistió el día que la vimos en casa que no hubo forma de convencerle de que no se trataba ni de él ni de su familia, porque se daba la circunstancia de que cuando aquellas imágenes se grabaron mi familia ya llevaba viviendo en la ciudad más de cinco años, pero la realidad de las imágenes a mi padre le decían todo lo contrario, sin saber explicarse, y menos cuestionarse, ni el cómo ni el por qué, él y su familia se estaba representando en la televisión.
Todo coincidía, como bien podía haberse tratado de la realidad, porque se daba la circunstancia de que en el pueblo, en Alcorlo, solo había una mula blanca, que en realidad se trataba de un burro hembra, y era la de mi familia, la yunta la formaba con un “macho” de color tabaco y como es natural de tamaño más grande que la burra, y era justo esa la imagen que sale en la pantalla. No son dos “burros” ni dos “mulos” y menos dos “caballos” son un burro/a y una mula, idénticos a los que tenía mi padre para labrar los campos.
A mi padre no hubo forma de convencerle ese día de su pensamiento y para hacerle callar y escuchar el audio del reportaje hubo que darle “para él la perra gorda” aunque mi madre, mi hermana y yo sabíamos que no llevaba razón alguna. Algún que otro año después volvimos a ver la película de Alejandro Sacristán en familia, aprovechando las fiestas de la Navidad, pero mi padre seguía en sus trece, allí veía a “La Lucía y la chica, a su burra y a su macho”. Una docena de años después mi padre falleció, y se marchó con la seguridad de que sus ojos habían visto a su familia salir en la televisión.
A lo largo del tiempo he recordado el fin que tendrían aquella yunta de animales, un macho de pelaje de tordo a marrón y una burra blanca, y he llegado a la conclusión, creo que bastante acertada, de que aunque las personas que aparecen en ese paraje de la vega, no era ninguna de Alcorlo, sí lo eran posiblemente aquellos animales que mis padres en los últimos días de estancia en el pueblo vendieron a un gitano de Jadraque, por lo que no me extrañaría lo más mínimo, que ese mismo gitano vendiera esos animales a algún vecino de Medranda, que a la vez fueron los “extras” que Alejandro utilizó en Alcorlo para amenizar o representar la rutina diaria de los Alcorleños, que al quedar en esa época muy pocos habitantes allí y negarse muchos de ellos a participar en el rodaje de la película, tuvo Alejandro que echar mano de familiares y amigos de su pueblo, Medranda, para recrear el ambiente natural y habitual de Alcorlo.
Los que conocimos los parajes de Alcorlo como las palmas de nuestra mano tampoco acertábamos a identificar el lugar por donde circulaba aquella familia con sus mulas, Alejandro nos aclararía este día que esos parajes correspondían a la vega de Membrillera, luego el cine haría el resto.
LOS PERSONAJES. En aquellos últimos meses de vida de Alcorlo como pueblo tan solo quedaban residiendo allí alrededor de cincuenta personas, muchos de ellos ya eran de edad avanzada. En esta “segunda parte” de grabación entran en escena muchos personajes, la mayor parte de ellos son de Medranda. Por parte de Alcorlo salen algunas personas muy emblemáticas como Jesús, de sobrenombre “El chico nuestro”, Doroteo (“El Capitán”) ya que no cumplió el servicio militar, y una docena de chiquillos que andaban en ese momento por el pueblo ya que en esa “tercera parte de la grabación” ya no había escuela en el colegio.
Según cuenta Alejandro no fueron dos ni tres veces las que llegó a Alcorlo con sus cámaras, sino alguna vez más.
Ángel Somolinos recuerda como ese fin de semana anterior a San Bartolomé, o sea, el día anterior a la fiesta, Alejandro le pidió permiso (como dueño del bar que había en Alcorlo) para retirar de la fachada un cartel que había sobre la puerta del bar referente a la PepsiCola; el cartel reproducía a tamaño gigante la tapa metálica de una botella pequeña de PepsiCola, en colores rojo y azul. La idea era colocar ese anuncio sobre la puerta de “la tienda del Martín de la Julia” que hacía las veces de bar y tienda en los últimos años de Alcorlo, para representar que los jugadores de cartas y porrón en mano que había jugando una partida de cartas en la calle, se encontraban delante de la puerta del bar. Por ese detalle sabemos, a ciencia cierta, que esas imágenes se grabaron el día 23 de Agosto de 1981.
A los que corrimos por aquellas calles y sin conocer este detalle nos “chocaba” ver en la película aquella chapa de botellín gigante sobre la puerta “del Martín” (que nunca estuvo allí) pero cualquier cosa extraña tiene su explicación física.
EL DÍA DE SAN BARTOLOMÉ. Sabemos también a ciencia cierta, (porque tenemos fotografías de ese último día de San Bartolomé), que la procesión del Santo recorriendo las calles de su pueblo corresponden a ese 1981, ya que en alguna de esas fotografías tomadas ese mismo día aparece algún compañero de Alejandro, cámara en mano, y por si fuera poco la propietaria de las fotografías me contó algún chascarrillo sobre el equipo de filmación y las jóvenes Alcorleñas que ese día, y como es natural, vestían de tiros largos.
EL DÍA DEL DESALOJO. Esta podría llamarse la “quinta vez” que Alejandro llegó hasta Alcorlo para continuar su filmación, su reportaje de cómo muere un pueblo.
Algún contacto le informó de que ese 28 de Enero de 1982, o sea, cinco meses después de San Bartolomé, a los Alcorleños se les acababa su permanencia en aquel lugar, por lo que quiso dejar plasmado en sus imágenes semejante situación.
No iba a resultar tarea fácil el conseguir imágenes cuando en las inmediaciones de Alcorlo había más números de Guardia Civil que paisanos viviendo aún en Alcorlo, amén de un coche patrulla que bloqueó el tráfico de acceso a Alcorlo impidiendo la entrada de cualquier persona que pudiera resultar conflictiva.
El párroco Don Fernando de las Heras, que teníamos en ese momento asignado en Alcorlo, se las vio mal para poder acceder a dar asistencia a los vecinos, pues la Guardia Civil opuso resistencia a su llegada pero el párroco, alegando que “era el cura” se pasó por la barrera para acudir al auxilio de los Alcorleños.
No sé exactamente como Alejandro y su equipo consiguió sortear la barrera de los coches “Z” que bloqueaban la entrada a Alcorlo el caso es que el equipo comenzó a grabar desde la lejanía, acercando la escena a través del zoom de la cámara. Un tiempo después llegaron hasta las calles del pueblo hasta que alguien de la Guardia Civil comenzó a interrogarle sobre el motivo de su presencia allí que, como no representaba a ninguna empresa periodística o informativa, sino que iba “por su propia cuenta”, lo metieron en un auto y lo llevaron a la ciudad a declarar el motivo de las imágenes que estaba consiguiendo.
Tengo que aclarar que en los últimos meses de la vida en Alcorlo y según recogieron algunos periódicos “la situación de Alcorlo se había convertido en un problema político más que cualquier otra cosa” por lo que no es de extrañar que la policía tratara de despejar dudas para curarse en salud.
Ese 28 de Enero de 1982 Alcorlo ya quedó bastante destruido por la máquina excavadora pero no todo se acabó de derrumbar en ese primer día.
Al día siguiente tan solo quedó por aquel lugar una pareja de la Guardia Civil y Alejandro y su equipo se presentaron allí de nuevo, dejando impreso en sus carretes de cine las imágenes que tenemos sobre la destrucción de las viviendas de Alcorlo y posterior incendio. Ya esta vez rodaron cerca de la escena, cerca de la máquina excavadora y de las llamas de las vigas de madera prendidas, nadie más se interpuso en su trabajo, la tormenta ya había pasado.
¿DONDE ESTABA YO ESE DÍA? En este link está relatado con mucho detalle cómo fue aquel fin de semana. Es un relato quizás largo y por ello cargado de mucho detalle, aquí haré un relato resumido de él.
http://alcorlopantano.com/wp-content/uploads/2024/02/UN-PUEBLO-QUE-FUE-14-de-febrero-2024-1.pdf
Casualidades que tiene la vida, mi padre y yo nos presentamos en Alcorlo TRES DÍAS DESPUÉS de desalojar a los últimos vecinos y comenzar con la destrucción de las viviendas.
Curiosidades que tiene esta vida hicieron que mi padre que, unos años antes, había jurado que si por dinero fuera le gustaría ver “Alcorlo ardiendo”, ese día sin preverlo y sin buscarlo lo encontró, como si del mismísimo Nerón se tratara sobre las once de la mañana nos encontrábamos en el cerro de enfrente de Alcorlo, el Lituero, contemplando como Alcorlo ardía por los cuatro costados.
A mi padre en ese momento si le pinchan en la tripa no echa ni gota de sangre porque su sangre se quedó helada al ver semejante espectáculo, todas las maldiciones que unos pocos años antes había descargado sobre Alcorlo y los Alcorleños ahora parecía padecer lo contrario, si hubiera podido evitar lo que sus ojos estaban presenciando aportando la misma cantidad de dinero que antes lo hubiera ofrecido por verlo arder ahora lo hubiera prestado de poder evitarlo, pero la realidad en ese momento era la que era, yo sin embargo, no me inmuté por lo que estaba contemplando, no me dio ni frío ni me produjo calor alguno, con una pequeña cámara fotografié el momento.
Lo hice como para tener constancia del hecho y mostrárselo quizás a mi madre y hermana, como un acontecimiento raro, que no digo importante, digo raro, porque a mi aquel drama que se cernía sobre Alcorlo no me molestó mucho mas que la picadura de un tábano en un brazo, no era consciente de la importancia que aquello tenía socialmente, y menos humanamente, probablemente porque a esa edad de los veinte años aún no había madurado lo suficiente para ver aquella realidad que estaba presenciando, aquel espectáculo que tenía a mis pies, visto desde aquella montaña, un espectáculo grotesco que a mí me resultaba en cierto modo indiferente. No era consciente de lo que significaba para las personas como mi padre que se habían echado ya más de cincuenta y cinco años a sus costillas y que habían echado y hasta perdido los dientes por aquellos derroteros.
No sé lo que daría por poder retroceder en el tiempo y hacer un reportaje real de lo sucedido en aquellos últimos días…
En los cuatro o cinco días siguientes Alcorlo quedó reducido a escombros, según muestra esta fotografía tomada por Ángel Somolinos Alcorlo unos meses después del desalojo.
EL FINAL DEL DÍA. En enero los días son muy cortos y la tarea de demoler Alcorlo era muy larga, en ese primer día al finalizar su jornada de trabajo los operarios encargados de ello se marcharon pero no hicieron lo mismo algunos paisanos de Alcorlo que, junto a una pareja de la Guardia Civil que quedó en aquel lugar custodiando la obra permanecieron allí largas horas; contemplando como el humo que aún salía de las vigas de madera que se encontraban ardiendo desaparecía en la oscuridad de la noche, igual que lo hacía su esperanza de conseguir dar marcha a tras al proceso de expropiación y construir un Nuevo Alcorlo en las inmediaciones, concretamente en la vega de “Santecilla”.
La noche de ese día fue fría y oscura, ya que ese día la luna Nueva quiso irse con el sol.