Olvidos y Recuerdos

OLVIDOS Y RECUERDOS. Mayo de 2024. In memoriam de Angelete, “El amigo perdido pero nunca olvidado”. Olvidos y Recuerdos en PDF.

EL MONOLITO REFERENTE A ANGELETE Y ANDRÓMEDA. El fallecimiento de Ángel fue bastante repentino, nadie pensábamos en que podía ser tan inminente, ni él pudiera haberlo creído. Cuando de Angelete solo nos quedó su recuerdo pronto caí en la cuenta de que debería hacer algo por su él, por su recuerdo, por ello me vi en la necesidad y quizás en la obligación, de crear en aquel lugar algo que recordara tantos años y tantas noches que pasamos juntos descubriendo Andrómeda y otros cuerpos celestes como la nebulosa de La Laguna, por no hablar de las fotografías nocturnas relacionadas con Alcorlo, pensé en que sería una buena idea que, justo allí donde contemplamos por primera vez la galaxia de Andrómeda sería un buen lugar para hacer algo por él, por su recuerdo.
Finalmente ha sido así, justo en ese lugar, hemos instalado recientemente dos monolitos, (también llamados “estelas”) allí donde descubrimos esa galaxia que, con la ayuda de unos buenos prismáticos y conociendo lo que quieres ver podrás contemplar durante los meses de Agosto, puedes hacerlo orientándote en la dirección de la roca y mirando hacia el nordeste a una altura de 45 grados con respecto al suelo.

Repito: Esos monolitos los hemos instalado justo donde tomamos aquellas primeras fotografías a Andrómeda. De la construcción de estas dos estelas hice un vídeo que puedes ver aquí. https://youtu.be/iw9DG7H-ldQ

ESTELA, significado en la RAE: “Monumento conmemorativo que se erige sobre el suelo en forma de pedestal o lápida”. Por ello se puede deducir que lo que allí hemos construido bien podía denominarse “ESTELA”.

Dos monolitos recién construidos, que representan a Angelete y a mi persona, a mi persona y a Angelete recordarán aquella escena ya que los dos andábamos mirando a través del visor de la cámara qué teníamos delante y no conseguíamos ver la galaxia sino a través de la fotografía de larga exposición. Años pasaron hasta que pudimos contemplar Andrómeda a través de un buen telescopio.

 “De nosotros solo quedará el recuerdo, pues solo somos el olvido que seremos”. Algunas de las frases que más se pueden leer en las lápidas nos hablan de “el olvido y el recuerdo”, frases como “nunca te olvidaremos” o “siempre te recordaremos”, “siempre estás en mi memoria”, etc.

La duración de un vida podía compararse con una bolsa de pipas, no sabes cuantas pipas hay dentro de la bolsa, las vas consumiendo una a una, unas las notas con buen sabor, otras sin embargo están rancias, poco a poco las vas consumiendo, a veces hasta inconscientemente, sin darte cuenta, hasta que llega un tiempo en que andas buscando las pocas que quedan por el fondo de la bolsa; eso en los mejores casos porque, puede darse la situación de que la bolsa se te escurrió de las manos y cayó al suelo, ¡naturalmente que boca abajo! Quedando esparcido por el suelo gran parte de su contenido, en fin, eso es la vida, nunca sabes cuánto tiempo que quedará hasta agotar todas las pipas.

Esta es una de las fotografías que tomamos aquella noche. Detalle del aspecto natural de la galaxia de Andrómeda. Esta es la referencia para valorar después las fotografías que conseguimos tomar de ella. Solo es un punto que pasa desapercibido para el ojo.

La inmortalidad física todos sabemos que no existe, solo nos queda el recuerdo que encontremos en la memoria, no importa si pasan tres días o tres milenios, el recuerdo es siempre EL RECUERDO.

Era el 7 de agosto de 2016, ya rozando en el reloj las dos de la madrugada, cuando Ángel y yo descubrimos en la pantalla de la Canon 7d un “algo” brillante que no supimos descifrar en ese momento. No era un cometa, no era una estrella, no era un cohete ni un satélite artificial, no era nada y a la vez lo era un todo.

Hubiera podido ser el reflejo del sol en las antenas de un satélite artificial, como alguna que otra vez vimos en la oscuridad de la noche, pero ¡no!, aquello era otra cosa bastante diferente, pudiera haber sido cualquier otro elemento que pulula por el espacio y que tuvimos la suerte de capturar en una fotografía de entre la docena que ya llevábamos capturadas esa noche.

Fuera lo que fuera aquel punto luminoso hizo que empleásemos mucho rato en tratar de averiguar qué era pues en una foto y la siguiente seguía apareciendo, no era un algo momentáneo sino algo estático que estaba allí para que nosotros lo contemplásemos.

Por las ansias de saber y descubrir cosas del Universo que teníamos los dos esa noche y en aquellas fechas, pronto monté un trípode con un telescopio de cierta calidad montado sobre él y con ello comenzamos a explorar aquella porción de Universo donde la cámara con su objetivo estaba apuntando.

Mirar, enfocar, rastrear y más rastrear y ¡nada! De nuevo otra fotografía para saber si aquella luz se había apagado ya o aún se mantenía encendida pues a través del telescopio no éramos capaces de ver nada semejante a lo que la cámara nos mostraba.

En verano las noches son cortas pero a la vez pueden durar “toda la noche”, no sería la primera vez que a Angelete y a mí nos sorprendió el nuevo día sin haber cerrado los ojos esa noche y eso mismo es casi lo que nos sucedió aquella noche de aquel día.

¿Cómo podía ser que la cámara nos mostrara algo luminoso de cierta importancia y nuestro ojo, apoyado en un buen telescopio, no fuera capaz de encontrarlo en la oscuridad de la noche? Y cuando digo “oscuridad” es oscuridad, porque esa noche la luna se marchó aproximadamente con el sol, quiero decir con esto que al no haber luna alguna la oscuridad era plena, llamando “plena” a la oscuridad del mes de agosto que no puede compararse con la de diciembre, ya que en el verano las noches son tan cortas que la luz nunca se llega a apagar por completo. NOTA: hago esta aclaración sobre la oscuridad porque he consultado la APP relacionada con la luna, el sol y los astros y esa noche no hubo luna más que una hora después de irse el sol.

Para afinar con precisión el punto donde estaba ubicado en el firmamento el objeto luminoso le tomamos una nueva fotografía y pusimos de referencia la punta de una rama de un ciprés, luego en el mismo lugar que tomamos la fotografía pusimos el trípode con el telescopio y con mucho interés y entusiasmo pusimos nuestras pupilas en el telescopio pero ni Ángel, ni Angelete, ni el Agustín mismo fueron capaces de encontrar nada luminoso en aquella región del Universo ¡NADA!

Esa intriga nos tuvo entretenidos mucho rato pero a pesar de nuestra insistencia por ver y saber qué estábamos fotografiando y cómo ya eran las tantas de la madrugada nos dimos por vencidos, yéndonos a dormir con la incógnita de qué sería aquello que la cámara nos mostraba como un punto de luz que, al ser tan pequeño y ampliarlo en la pantalla no se podía apreciar más que “un punto de luz”.

Al día siguiente estando ya en casa revelé las fotografías digitales tomadas a aquel punto de luz con mis mejores artes, pero aun así no acababa yo de identificar nada más que una especie de estrella un tanto rara; fue Angelete a la semana siguiente, cuando volvimos a pasar una noche por aquel lugar, ya preparando nuestra fiesta de San Bartolomé, cuando me reveló de qué se trataba ¡era la galaxia de Andrómeda! Hoy, recuerdo perfectamente las palabras y entonación de aquel mensaje de Ángel, unas palabras cargadas de entusiasmo e ilusión.

A mí en aquellas fechas como si me hubiera dicho que era un Seat 600 que vagaba errante por el espacio porque un contenedor espacial que llevaba chatarra a la luna se le había abierto una puerta y se había caído por el camino. La galaxia de Andrómeda no me decía nada en absoluto, era otra galaxia de las tantas miles como debe haber por esos cielos negros de las noches frías de invierno.

En esas fechas, en ese momento, Andrómeda no significaba nada para mí, y menos para Angelete, pero gracias al descubrimiento accidental de esa noche, Angelete aprendió y se interesó por el Universo mil veces más que yo, cada vez que hacíamos fotografía astronómica o nocturna Ángel me hablaba de los miles de billones de estrellas, de planetas y de galaxias, de que si la estrella Vega ocupará el lugar que ahora ocupa Polaris dentro de no sé cuántos miles de años, que si Polaris tiene una rotación completa de 26.000 años, etc, etc, etc…

Al saber que podía verse Andrómeda e incluso fotografiarla comencé una lucha técnica para conseguir fotos de ella pero pronto desistí porque a la distancia que se encuentra, sin tener un objetivo demasiado largo y luminoso (por lo tanto costoso) no resultaba nada interesante como fotografía pues con exposiciones de 30 segundos no había manera de obtener nada presentable sobre esa galaxia y pronto cayó en el olvido.

Sin embargo unos meses antes ya conseguimos hacer un timelapse a la Vía Láctea con la cámara ubicada sobre un slider o barra de desplazamiento, dentro del cementerio de Alcorlo, tres horas nos llevó preparar la escena, montar la cámara y su sistema de desplazamiento, la iluminación del lugar que debía estar alumbrado con una luz tenue durante toda la noche… este fue el resultado de ese timelapse https://www.youtube.com/watch?v=vq1rZaBeb2g ya tenía yo en mi bolsa un buen objetivo para fotografiar las estrellas, el Sigma ART 18/35 f1.8, el problema es que con focal de 35 mm era completamente insuficiente para registrar Andrómeda como tal, pues a 35mm apenas si en la fotografía aparecía un pequeño puntito luminoso, eso ampliando la foto que, a tamaño normal pasaba desapercibida.

Pero como “a todo cerdo le llega su San Martín” tuvo que llegar el día que a Andrómeda la pudiésemos ver cerca, no tanto como para contar las estrellas y soles que la componen pero sí como para tener una muestra de su forma y aspecto, la técnica empleado fue “El seguidor de estrellas o Startrack”.

A lo largo de mi vida siempre he sido bastante autodidacta, apoyándome antes en libros, luego ya recientemente en internet, pero aunque alguna vez leyera la forma de obtener fotografías a las galaxias o planetas siempre lo vi como algo que se me escapaba de las manos, principalmente por cuestión económica, nunca por pereza o desidia.

Corría ya el 2019 cuando uno noche me vi ya rendido de tratar de obtener mejores fotografías de la Vía Láctea (en esas fechas ya tenía en mi bolsa una Canon 50D y un buen objetivo luminoso, el Sigma ART) pero aun así era poco, ¡siempre es poco en astronomía”, pero algo me decía que yo podía conseguir mejorar aquellas fotografías de alguna manera ¡algo tiene que haber que yo pueda hacer” y pensé: “Tengo una buena cámara, no es la mejor del mundo pero buena yo creo que es. Tengo un buen objetivo, no es buenísimo pero sí es bueno. Si la cámara no la puedo mejorar, si el objetivo tampoco lo puedo cambiar solo me queda una cosa para obtener mejor calidad en las tomas…. Que es EL TIEMPO de exposición, al aumentar el tiempo puedo bajar la sensibilidad de la cámara y con ello tendré menos ruido electrónico en la imagen y con ello más limpieza de foto y más calidad en los colores, en definitiva: una fotografía más bonita”.

Y me puse con ello, me puse a fabricar un pequeño aparato que fuera capaz de soportar mi equipo de fotografía a la vez que su eje debería dar de la mejor manera posible UNA VUELTA CADA 24 horas, exactamente igual que la tierra, de esa manera yo podría apuntar a una estrella o a una porción del Universo y tener la cámara expuesta durante un par de minutos en vez de los ya imposibles 30 segundos de ahora que con ese tiempo las estrellas ya se ven movidas en la fotografía, por lo tanto Andrómeda saldrá borrosa, una mancha de color amarillo. Para conocer más sobre este tipo de aparatos en este enlace https://www.youtube.com/watch?v=06lTwIVO10A hay un vídeo relacionado con mis primeros seguidores o startracker.

Fue en la playa ese verano del 2019 donde probé el aparato por primera vez apuntando a la Vía Láctea, al día siguiente cuando vi esa foto en el ordenador me di por satisfecho, todo el esfuerzo de fabricación y diseño había merecido la pena, era la primera fotografía que tomaba al Universo con una calidad fuera de lo común, rebasaba incluso las prestaciones del conjunto del equipo de fotografía, estaba mucho más que satisfecho con el resultado.

En el mes de septiembre de ese mismo año comenzamos Angelete y yo a fotografiar Andrómeda, pero no era una tarea fácil, la brisa más pequeña, la mínima vibración del seguidor o la alteración de velocidad o ajuste del eje hacia Polaris hacían que no acabara de salir una fotografía lo limpia que yo quería, pero a base de insistir conseguimos alguna toma realmente SORPRENDENTE, sobre todo teniendo en cuenta la distancia a la que se encuentra Andrómeda y lo pequeña que se nos presenta a la vista.

LA PRIMERA IDEA SOBRE EL MONOLITO O ESTELA. Lo primero que se me ocurrió fue formar un monolito a base de amontonar una hilera de piedras atravesadas por una varilla de acero, semejante al monolito de Polaris, la forma y el tamaño lo determinarían las piedras que eligiese o eligiésemos para ello.

Un par de semanas antes de ponernos manos a la obra y montar ese primer monolito, compuesto por una sola piedra en vertical, estuve estudiando mentalmente el lugar exacto donde nos encontrábamos aquella noche en la que descubrimos Andrómeda, luego a través de la APP Skyguide me aseguré cual fue el punto exacto en el que nos encontrábamos esa noche, pues aún tenía reciente en mi memoria la punta de las ramas del ciprés que tomamos como referencia; una vez asegurado que ese era el punto exacto tomé un azadón y comencé a excavar un hoyo para alojar la piedra base que formaría el monolito y como a un metro de distancia otro monolito semejante, representando las dos personas que habíamos allí aquella noche y en aquel momento (Ángel y yo).

Comencé con el monolito principal y pronto me topé con una piedra de tamaño importante aunque al principio daba la impresión de que no sería mayor en forma y tamaño que un balón de fútbol. Traté de extraerla y le hice un surco a todo su alrededor con la intención de que se fuera desprendiendo de la tierra que la tenía prisionera pero no parecía tarea fácil por lo que de momento la dejé así, como un pedrusco al descubierto, un pedrusco que tenía el aspecto de una gran calabaza alargada clavada en la tierra como un enorme proyectil de mortero que impactase allí.

Continué con el otro hoyo que albergaría al segundo monolito y allí no me encontré nada de particular, profundicé un par de palmos para tantear el terreno y supuse que no habría mayor problema en hacer un hoyo de medio metro de profundidad por lo que volví de nuevo a trabajar en el primero con intención de sacar la enorme piedra con la que había topado.

Al rato tuve que desistir, aquella roca no parecía tener fin, por otra parte era lo suficientemente sólida, grande y aferrada al suelo que no me importaría edificar el monolito sobre ella y así dejé ese día la tarea, en previsión de que posiblemente y hasta con un poco suerte se pudiera utilizar como base. Tenía narices que justo en el lugar que elegí para erigir el monolito estuviera esa piedra allí, que me recordaba a una pero puesta sobre una mesa. Detalle 1*.

LA LOCALIZACIÓN DE LA INCADERA.

Ese día que hice la primera excavación para albergar los monolitos descubrí por segunda vez que a la cruz iluminada que hay sobre la espadaña de la Ermita se le había fundido uno de los 50 led que la conforman por lo que aprovechando que tenemos un clima muy bueno en esos días eché un viaje para allí a media semana con intención de bajarla de la espadaña y repararla. También había observado el último día que anduve por allí que el monolito a Polaris estaba un tanto torcido, el viento o una mala mano habían conseguido despegar una parte del monolito con el consiguiente peligro de caída y desintegración de las rocas que lo conforman, así que con sumo cuidado lo desmonté y lo guardé en el interior de la Ermita para repararlo próximamente e instalarlo de una manera más firme.

Conozco una paisana en Cogolludo que a la vez es prima mía lejana y que por cuestiones del destino y de la Asociación de Alcorlo hace unos pocos años que nos conocemos y aproveché para invitarla a que me acompañara a pasar la tarde por aquellos lugares. Detalle 2*.

Nada más llegar la vez siguiente a la Ermita lo primero que hice fue descolgar del campanario la cruz iluminada, luego con ella ya en el suelo me aseguré que no era problema eléctrico externo sino propio de la circuitería de la cruz, para ello alimenté el circuito eléctrico y vi que el maldito led que tenía visto seguía sin iluminarse así que la metí para la furgoneta con destino al taller de casa.

De ahí Gloria (mi prima y compañera) y yo nos pusimos a armar de nuevo el monolito de Polaris. Esa parte desprendida de Polaris me la había llevado al taller de casa para practicarle unos taladros en la base y con ello asegurar su verticalidad frente a vientos y posibles manoseos de la gente, que he visto desde lejos que algunos individuos empujan al monolito para cerciorarse (ante la duda) de que las piedras están atadas o solo superpuestas ¡¡¡anda que si no hubieran estado atadas, habían durado en estado vertical ni tres días!!!

La primera roca que conforma la alta del monolito de Polaris se me hizo trozos en el taller cuando traté de perforarla así que lo primero que hicimos en Alcorlo Gloria y yo fue buscar otra roca semejante para volver a formar el monolito.

No tuvimos que perder mucho tiempo en buscarla porque el día que Angelete y yo construimos el monolito nos sobraron algunas rocas y las dejamos allí, en un rincón, por lo que tomamos una parecida y nos pusimos a perforarla con la máquina de taladrar.

Con sumo cuidado (ya que es una roca durísima pero a la vez frágil) conseguimos practicarle un orificio para en él introducir una varilla y de esa manera que fuera más fácil construir el monolito, que no deja de ser una tarea con cierta dificultad, teniendo en cuenta su forma y altura.

El segundo bloque también se había desprendido del primero y comenzamos por unirlos con una pasta especial. Mientras se secaba la pasta, Gloria y yo continuamos con las labores de costumbre, limpieza del entorno, limpiar hierbas y abonar y regar los árboles jóvenes.

Media hora después tratamos de continuar con la instalación de las rocas de Polaris que habíamos dejado secándose el pegamento, pero al parecer no dimos suficiente tiempo o no era un pegamento lo suficientemente duro y la estructura se nos vino abajo por lo que hubo que volver a replantear de nuevo la unión de las rocas.

Una vez conseguido ese paso volvimos a unirlas con la misma pasta y las dejamos allí reposando para darles buen tiempo para que secara la pasta, mientras tanto Gloria y yo nos marcharíamos en busca de unas cuantas rocas, (de tamaño manejable) para ir formando en días venideros sendos monolitos, aquellos que recordarían aquella noche donde Angelete y yo descubrimos Andrómeda.

EN BUSCA DE LAS PIEDRAS PARA LOS DOS MONOLITOS

Yo conocía un lugar cercano donde hay gran variedad de rocas de ese tipo y aspecto plano, con las que, especialmente mi abuelo Luis Esteban Alcorlo y su cuadrilla de albañiles (sus hijos Leoncio, Martín, Joaquín y mi madre Lucía) construyeron la mayor parte de las casas de Alcorlo entre los años 1930 y 1960.

El lugar referido estaba en dirección hacia el agua, partiendo de la Ermita, concretamente hacia el punto exacto donde estaba ubicado el cementerio, pero como esta primavera ha llovido mucho, el nivel del pantano había inundado aquellos campos y mi gozo se quedó en un pozo al darme cuenta de que desde la orilla del embalse hacia atrás apenas si existían rocas como las que había previsto, solamente cantos rodados y alguna que otra del tamaño de un pan de pueblo, o sea, que no nos servían para la construcción de los monolitos.

Ya de regreso de nuevo hacia la Ermita y con una gran desilusión metida en el cuerpo (al menos yo) nos fijamos en una fila de hincaderas, esas piedras instaladas sobre el suelo que se asemejan a pequeñas puertas, se empleaban para la construcción de cerrados de fincas o cerrados para guardar el ganado.

Al principio las vimos de lejos y ante su tamaño no les prestamos atención alguna porque dimos por supuesto que nos resultaría imposible el sacarlas de la tierra cuanto no más el transportarlas, y ahí viene el Detalle 3*.

Gloria y yo nos acercamos hasta el lugar donde había varias de ellas, todavía en pie, como resistiendo el paso del tiempo, pero había UNA de ellas que había sucumbido a los envites del viento y de la humedad a sus pies y estaba descansando en el suelo.

No parecía demasiado grande de tamaño para transportarla y a la vez parecía pequeña para causar impresión o admiración para formar parte de un monolito, pero se me ocurrió que igual que hiciera un 25 de enero de 2014 con otra roca semejante que trasladé al interior del cementerio de Alcorlo yo solo sin más herramientas que una cuerda, esta vez, quizás, con la ayuda de Gloria, la cosa pudiera resultar más fácil, incluso hasta podríamos llevarla hasta la Ermita.

Acabo de decir que esa hincadera, por su tamaño, no resultaba demasiado vistosa como para ser un monolito por lo que pronto nos fijamos en su hermana mayor que aún permanecía vertical y firme sobre el suelo, exactamente igual que posiblemente cien años antes.

Igual que cuando una muela o un diente que ya perdió la unión entre él y la encía así le había sucedido a la hincadera, estaba vertical, sí, como envalentonada, habiendo resistido los deshielos del invierno y las lluvias de la primavera de los posibles últimos cien años que mojaron sus pies y ablandaron el terreno por lo que no nos resultó nada difícil hacerla descansar sobre el suelo, ahora quedaría la peor parte, la del transporte hasta la zona de la Ermita, mejor dicho: hasta el camino cercano donde la recogeríamos con la furgoneta.

Ya con la firme idea de al menos intentar la locura de acarrear aquel pedrusco enorme hasta la Ermita fuimos en busca de la furgoneta para regresar a por ella.

Al rato volvimos al lugar con la furgoneta pero como el terreno de aquel lugar estaba demasiado blando tuvimos que dejar la furgoneta a una distancia de unos veinticinco metros.

A la hincadera más pequeña le perdimos el interés y nos pusimos con su hermana mayor. Le pasamos una cuerda por debajo y con ello tratamos de llevarla medio arrastras, pero pronto vimos que nos resultaría totalmente imposible. Luego tratamos de levantarla en modo vertical y dejándola caer nuevamente habríamos avanzado la longitud de la misma piedra pero después de tres intentos me vi totalmente incapaz de levantar de nuevo la piedra. Todo ello con el consiguiente riesgo de que la hincadera nos aplastara un pie. Como accidente solo reseñar que en un esfuerzo de arrastrar la hincadera la cuerda se llevó un trozo de pellejo de mi mano izquierda, de utilizar los guantes de cuero no hubo tiempo, las ansias me pudieron.

Gloria no lo sé, pero yo estaba en ese momento totalmente obsesionado con conseguir llevar la piedra hasta la Ermita, bien lo podía haber dejado para otra ocasión y volver preparado con más ayuda pero ni me lo pensé, había que tratar de agotar todas las posibilidades que teníamos en ese momento.

No podría asegurar si fue Gloria o yo o yo o Gloria quien observó que al mover la piedra sin apenas levantarla del suelo avanzábamos un par de palmos así que con esa técnica comenzamos a acercarla hasta la furgoneta. Tengo que anotar también que la propia naturaleza parecía que se negaba a que la roca cambiara de lugar, la cantidad de juncos y hierbas que había en aquel lugar además del terreno pantanoso dificultaban el traslado, si hubiera sido un camino pelao y arenoso hubiera resultado muchísimo más fácil.

Todos estos detalles se pueden ver en el vídeo que hice sobre ello. https://youtu.be/iw9DG7H-ldQ

Una vez conseguimos no llegar hasta la furgoneta, sino estar cerca ya de ella, me arriesgué a llevar la furgoneta hasta la piedra, con el consiguiente riesgo de quedar embarrancados porque el piso estaba bastante blando, pero había que intentarlo, el hecho del traslado de aquellos veinticinco metros me había dejado “sin gota de sangre en los bolsillos”.

Si arrastrar la piedra nos resultaba difícil y ponerla en vertical más de lo mismo ya veríamos a ver cómo íbamos a apañarnos para ponerla dentro de la furgoneta.

Para tal fin había pensado en instalar un tablero entre el piso de la furgoneta y el suelo, una rampa de subida, pero ni triplicando las fuerzas de Gloria y las mías lo hubiésemos conseguido, de hecho, cuando la piedra estaba en modo vertical, al pie de la tabla que formaba la rampa, y la dejé caer lo más lentamente que pude sobre ella, la tabla se partió, un aglomerado de 16mm de espesor, se partió con la facilidad que se parte una patata frita de esas que vienen en bolsa para los aperitivos, o igualmente como una hostia consagrada de las de la comunión, y todo ello dejándola caer sobre la tabla de manera un tanto suave; esto para hacerse una idea del peso de esa roca.

Perdidas las esperanzas de que la tabla nos ayudara a montar la hincadera sobre la furgoneta debíamos buscar otra alternativa y esta llegó recordando cómo Angelete y yo dos veranos atrás montamos en la Combo media lápida que encontramos en el cementerio antiguo; la técnica consistía en formar una escalera de piedras y luego ir subiendo la hincadera por aquella escalera, un trabajo físico añadido.

Y así lo hicimos, buscamos piedras planas y formamos una pequeña escalera de dos o tres peldaños hasta llegar a la altura del piso de la furgoneta, lo demás fue fácil, la hincadera no consiguió partir el piso de tarima de la furgoneta.

Una vez resuelto lo más difícil ahora quedaba rescatar su hermana pequeña (por más de media hora totalmente olvidada) que nos estaba esperando allí tumbada justo donde la encontramos. Esta roca más pequeña con la técnica de la cuerda por debajo de la panza la fui acercando yo solo hasta la puerta de la furgoneta, Gloria no está para hacer esfuerzos de ese tipo y yo pues tampoco, lo que pasó que esa tarde no sé de donde me vinieron las ayudas; después de aquella tarde de esfuerzos no quería ni pensar los días de baja que tendría que pagar como factura por tantos esfuerzos. Gloria al día siguiente me llamó todo preocupada porque lo mismo me encontraba tirado en el sofá como un perro viejo, pero no, me encontraba de salud estupendamente, llamando estupendamente a como se suele estar una vez brincaste ya la barrera de los 61 añetes.

Detalle 3*. Realmente creo que fue un milagro el encontrar esa hincadera; hay otras parecidas por allí, sí, pero con esa forma y tamaño no hay tantas, y de haberlas no estaban tan fáciles de trasladar como esa, o están lejos del camino o es necesario desenterrar parte de ellas dejando la huella de una profanación. La roca pequeña parece que nos indicó el camino a donde estaba la grande, ahora las dos están igual de cercanas que estuvieron durante el último siglo.

Descargar las hincaderas de la furgoneta no nos costó mucha faena, el peso jugaba a nuestro favor, con cierto cuidado las arrastré hasta el borde de la furgoneta y por la tabla bajaron hasta el suelo. Siempre procurando que no sufrieran desperfectos, sobre todo en el musgo que durante tantas décadas han ido consiguiendo tener.

A esas horas aún quedaba tarde para hacer cosas, las fuerzas, muchas de ellas, se me habían quedado allí cerca del agua, pero tenía ansias de ver aquella roca puesta de una manera vertical en el lugar elegido así que pronto comenzamos Gloria y yo con la labor de dejarla hincada allí para el resto.

Tengo que aclarar que NADA de lo que estábamos consiguiendo sobre el monolito o monolitos estaba previsto, lo previsto para ese primer día era almacenar una docena de piedras de un tamaño y peso acorde a nuestras fuerzas, o sea, unos veinte kilogramos como mucho, el tema de las dos hincaderas surgió como un milagro. Sí, es cierto que llevaba en el maletero la máquina de taladrar, porque la idea que llevaba era que una vez recolectadas unas cuantas rocas trataría de perforar algunas para saber la dureza y la posibilidad de que mi idea/proyecto podía ser factible, nunca había ni siquiera imaginado que UNA PIEDRA de aquella envergadura (aquella hincadera) acabaría en aquel lugar.

Arrancamos el generador eléctrico y con el talado percutor me puse a perforar la roca que quería nacer justo donde había previsto que iría el primer monolito. No tuve compasión con ella, puse una broca de 12 mm de diámetro en el taladro y me puse manos a la obra. La piedra era dura de roer, tanto que los 12 mm parecían mucha faena para el taladro y tuve que sustituirla por otra broca de 8.

Diría que más de media hora de reloj me costó taladrar la roca que parecía un obús clavado en el suelo los 15 cm de longitud que tiene la broca de 12 y a continuación me puse a taladrar la hincadera grande, la principal.

Si el primer taladro (la piedra obús) me llevó perforarla media hora, en esta roca en cinco minutos había perforado la misma profundidad, eso sí, con la precaución de que no se rajara por la mitad la hincadera que, teniendo en cuenta su constitución física, es muy fácil que eso ocurriera. Toda la operación la hice depositando mis cinco sentidos en ello, con toda la paciencia que requería la operación porque sabía de sobra que como aquella roca se partiera toda mi idea, que tomaba el aspecto de un milagro, desaparecería como un castillo de naipes.

Total, que en una hora de reloj, más o menos, y SIN TENERLO PREVISTO PARA ESE DÍA, pusimos el primer monolito (como se llamaría hoy en día, “hincadera” antiguamente) en pie, luego lo atacamos con una carretilla de tierra de un lugar cercano, tierra arcillosa, porque la que hay al pie de la hincadera es tierra suelta y por lo tanto no sujetaría la roca como se necesita. Sí, sí, sí, ya sé que con cemento hubiera quedado más firme pero ni teníamos allí el cemento ni quería yo utilizarlo, antiguamente para sostener una hincadera no utilizaban cemento alguno y así he tratado de que sea.

Y así nos llegó la noche, antes de venirnos tratamos de instalar la parte de Polaris que habíamos dejado un par de horas atrás secándose la pasta que unía las piedras, pero vimos que habría que perforar la roca base y no era tarea fácil por lo que esa operación la dejamos para la siguiente visita al lugar.

Así quedó el primer día.

 

EL SEGUNDO MONOLITO.

Claro tenía yo que allí debería haber DOS MONOLITOS, como habré dicho anteriormente, estos dos monolitos representarían a Angelete y a mi persona aquella noche de marras y como ya teníamos allí las DOS HINCADERAS buena gana de buscar otro pie al gato, deberían ser aquellas mismas DOS las que formaran la escena, las DOS que como por arte de magia se nos pusieron a tiro sin ton ni son. Ya solo necesitábamos alguna roca más pequeña para elevar la hincadera más pequeña hasta la altura aproximada de la otra.

Una semana después de dejar puesta la primera hincadera volvimos allí Gloria y yo. Ni siquiera paramos la furgoneta a la llegada, solo tomamos nota de la medida en anchura de la hincadera más pequeña para instalar sobre ella una base y sobre esa base dos piedras planas de tamaño apropiado, así que continuamos en busca de este tipo de rocas en un lugar cercano. En el esquema se ve la idea que tenía prevista para la segunda estela, monolito o hincadera.

Esta vez no fuimos a buscarlas cerca del agua sino todo lo contrario, conocedor yo de aquellos parajes pronto dimos con algunas de ellas, por cierto, ni muchas ni apropiadas encontramos en los primeros diez minutos, pero ya cuando nos disponíamos a alejarnos de aquel lugar y buscar en otro punto de repente vi una que parecía estar allí esperándonos (Detalle 4*).

Se trataba de una roca de la medida exacta para formar la base, tanto en anchura como en grosor, lo mejor del caso es que tenía DOS NIVELES, o sea, como si hubieran formado un sanwich con ella, justo, exacto lo que buscábamos, pues ya habíamos encontrado las DOS piedras que formarían la parte alta de este segundo monolito y resultó que una era un poco más alta que la otra, más o menos lo que la piedra horizontal tenía de menos grosor en un lado.

La primera operación que hicimos esa tarde nada más llegar a la Ermita por segunda vez fue instalar la cruz iluminada; me la llevé al taller para reparar UN LED que se había averiado, finalmente sustituí siete led, porque no estaban totalmente perpendiculares al eje y daban más luz hacia un lado que hacia el otro; como me dijo Ángel el último día que estuvimos allí juntos por última vez: “no te va a gustar como brilla la cruz”, (fue una de sus últimas frases hacia mí), y así fue, ahora, en este momento está mucho más conseguida la iluminación, en un porcentaje altísimo TODOS los led brillan igual desde cualquier ángulo que se la mire.

Una vez resuelto el tema de la cruz iluminada nos pusimos a cambiar de lugar el poste que en la parte alta tiene una veleta, un anemómetro y un foco para iluminar el monolito “Tributo a Polaris” ya que visualmente en el punto donde lo instalamos molestaba mucho a la vista; aprovechamos un árbol cercano con su tronco y su copa para que siga haciendo su función pero que ahora pasa casi totalmente desapercibido para la vista. Esta operación nos llevaría unas tres horas, lo habíamos sujetado al suelo con hormigón.

A continuación Gloria y yo ya andábamos de nuevo con el taladro en la mano perforando las nuevas rocas y formando el segundo monolito. No fue tarea tampoco demasiado fácil porque al perforar en ese ángulo las rocas son propensas a romperse, abrirse igual que un libro, y eso que la broca era tan solo de 8mm, igual que lo hiciera la vez anterior y teniendo en cuenta que estas rocas eran muchísimo más pequeñas y tuvimos muchísima suerte en dar con ellas las taladré con suma paciencia.

Conseguir que todas las rocas que componen el segundo monolito tengan cierta armonía tiene su arte, si se puede considerar eso como “arte”. Con la radial adapté mínimamente algunas de ellas pues TODAS sin excepción parecían estar preparadas para formar lo que finalmente formamos; los taladros sirvieron para mantenerlas unidas mediante unas varillas roscadas y fibra de vidrio, todo el conjunto quedó muy compacto, teniendo en cuenta lo delicado que es ese material del que están formadas esas rocas.

Entre las dos pequeñas rocas que hay puestas en formato vertical y aprovechando el hueco o rebaje que hay en la piedra base (que comenté anteriormente) se puede poner una vela, como si fuera un altar, aquí en la foto que hicimos esa misma noche se puede apreciar.

 

LA ORIENTACIÓN.

Es posible que si no explicara este tema pocos o nadie sabrían exactamente porqué están colocadas así. La primera hincadera (ya lo habré comentado arriba), indica la dirección donde se puede localizar (sobre la media noche) a la galaxia de Andrómeda en el mes de Agosto, y este segundo monolito, si te colocas detrás de él y trazas una línea entre tú, el segundo monolito y el primero, y miras al cielo, (con una inclinación de unos 45 grados) puedes ver a la estrella polar (Polaris).

Para orientarla y al ser de día nos servimos de la brújula del iphone y de una brújula física que, por cierto, nunca se ponen de acuerdo, hay entre ellas una desviación de unos cinco grados, creo que será porque una indica el Norte físico y la otra el Norte magnético, pero aun así casi lo dejamos calcado, hicimos una foto esa misma noche y a pesar de las prisas no salió mal del todo, en ella se puede apreciar tanto la estrella Polar como la orientación donde mirar.

DETALLES sobre esta historia.

1 La gran roca clavada en el suelo, en el punto exacto donde decidiera colocar el primer monolito, roca que nos sirvió como base principal de sujeción. ¿Acaso fue suerte o qué fue lo que hizo que estuviera allí esa roca como esperándonos? Esa roca hace de asiento y no podía ser más sólido y resistente a humedades y ablandamientos del piso, con el consiguiente fallo de inclinación de la estructura, entre otras causas por los hielos, el agua y el viento, que juntos los tres  y con el paso del tiempo acaban por derribar cualquier construcción.

2 La localización. Podíamos haber elegido cualquier otra ruta para localizar una piedra de esas características y de ese tamaño aproximado; más abajo, (hoy ocultas por el agua) hay una fila de hincaderas que en pleno verano, aprovechando que el agua estaría más baja no hubiera resultado muy difícil habernos hecho con alguna de ellas, pero era Marzo, no Agosto. Sin embargo y, ya perdidas las esperanzas de encontrar por allí y relativamente cerca del camino algo semejante, la casualidad o lo que fuera hizo que fuésemos casi directamente hacia ellas, ya de retorno y sin esperanzas de encontrar nada que nos interesara.

3 Sorprendido estoy de ver que fuimos capaces de trasladar semejante roca, para cerciorarse de ello solo hay que tomar a pulso una piedra del tamaño de un balón de fútbol y juzgarlo. Miro el vídeo y no me lo creo.   https://youtu.be/iw9DG7H-ldQ

4 Las artes para trasladar la roca. A simple vista, a nadie se le ocurriría ni siquiera pensar en que solo dos personas (por no decir una y media) fueran capaces de trasladar aquel volumen de peso, sin más herramientas que una cuerda y finalmente, ante la impotencia de hacerlo mediante la cuerda, sin cuerda ni nada, quizás el ingenio, la imaginación o la necesidad hicieron que fuera posible.

5 La ayuda de Gloria. Sin su ayuda nada de ello hubiera sido posible. Gloria apenas si me ha acompañado más de cuatro veces en el último año a Alcorlo, sin embargo ese día no tenía gestiones que realizar y por ello pudo acompañarme a pasar la tarde. No conozco demasiadas personas que hubieran podido colaborar en ello, primero por la condición física de ellas y segundo porque todo el mundo, cada día, tiene obligaciones, aficiones o devociones que tiene que cumplir antes que ir a Alcorlo a echar una mano, sobre todo teniendo en cuenta que este tipo de operaciones conllevas riesgos, la hincadera te puede aplastar la punta de un pie, los dedos de la mano, una chispa del disco de la radial incrustarse en la córnea, y un sinfín de posibles accidentes que, si te paras a pensar, te obligarían a permanecer sentado en casa mirando la idiota de la tv aún sin ver nada en ella.

Sinceramente: preferiría invitar a mis amigos antes a una parrillada con buenas chuletitas de cabrito que a mover piedras grandes (con el consiguiente riesgo físico), así que opté por contar con mi ayuda y la de Gloria, que fue quien se cruzó en ese camino; cierto es que algunos de los paisanos que conozco al ver la obra casi acabada se ofrecieron para ayudarme en este tipo de operaciones (lo tendré en cuenta para la próxima vez).

Como últimamente he podido comprobar que todos tenemos muchas obligaciones, aficiones y devociones y no nos queda mucho tiempo para dedicar a las paranoias del Agustín y sus cosas opté por no molestar a nadie y que fuera el propio tiempo, el propio Universo y sus leyes o la propia Sursuncorda en decidir quién o quienes intervendrían en aquel proyecto que me surgió cuando Angelete se marchó sin que tuviera más tiempo que preguntarme en sus últimos días ¿has vuelto por allí? y tratando yo de contestarle, mostrándole buena cara y mejor tono de voz (teniendo que hacer gran esfuerzo para ello) le respondí: “¡No!, quizás este sábado si hace buen tiempo vuelvo a ir por allí”; ÉL NUNCA MÁS VOLVIÓ.

6 La localización de las rocas para el segundo monolito. Exactamente igual que ocurriera con el primero ocurrió con el segundo. En el primer lugar que nos detuvimos a buscar no encontramos ni siquiera UNA sola roca apropiada, sin embargo en el segundo lugar y cuando después de un buen rato ya dábamos por perdidas las esperanzas de localizar nada aparente de repente surgió la grande vertical, luego la piedra base, que parecía estar ya TALLADA a propósito para albergar en el centro una vela, y cuando ya nos disponíamos a volver con el botín apareció la segunda roca vertical que, no podía ser más parecida a la primera, incluso el tamaño menor concordaba con lo que necesitábamos ya que la piedra base al tener un escalón haría que con ambas rocas se obtuviera la misma altura (aproximada)

EN RESUMIDAS CUENTAS Y PARA FINALIZAR.

Esto mismo, esto de los monolitos (recuerdo principalmente hacia Angelete) se podía haber realizado de otras maneras, tal como al principio ideé, sobre todo teniendo en cuenta mis fuerzas físicas, construyendo un par de monolitos formados por piedras relativamente pequeñas, del tamaño de balón de fútbol, insertadas todas por una varilla de ferralla para mantenerlas erguidas y verticales, pero como te habrás dado cuenta (si leíste el texto con atención) que en poco o en nada el resultado ha sido según la idea del principio, aquella idea que me surgió unos días después de que Ángel se marchara, en aquellos días en los que decidí dejar una muestra en el campo, en aquel lugar que Ángel y yo pasamos tantas horas y tantas noches de verano, sobre nuestra actividad por aquel lugar.

Aun resistiéndome a pensar que todo ha sido fruto de la casualidad tengo que admitir que tantos detalles, tantos puntos a favor, para haber realizado una obra un tanto peculiar no puede ser debido solo a eso (a la casualidad); Si cambiamos o quitamos alguno de estos seis puntos o detalles el resultado hubiera sido bastante diferente.

Sí, ya sé lo que puedes estar pensando, que el Universo, la Materia, el Cosmos, la Sursuncorda y hasta el propio Angelete intervinieron en todo ello para que fuera así, incluso y ¿por qué no? hasta se podría pensar que todo ello interviniera también en redactar este texto y el vídeo que lleva parejo.

Es esta una de las mejores fotografías a la galaxia de Andrómeda que Angelete y yo consiguiésemos. Una fotografía formada por UN SOLO DISPARO con casi TRES MINUTOS de exposición. Me resultará de difícil a imposible el superar esta fotografía, al menos técnicamente.

Fue ya en verano del 2023 cuando conseguí apreciar a través de unos buenos prismáticos la galaxia de Andrómeda, sin tecnología electrónica, por supuesto conociendo muy bien su forma y su ubicación en el Universo, de otra manera resulta de difícil a imposible, porque no es un objeto luminoso, como muestra la pantalla de una cámara, es un cúmulo de estrellas.

EL VÍDEO SOBRE ESTE PROYECTO ACABA CON ESTA REFLEXIÓN:

“De nuestro paso por este mundo solo quedará una estela, que se irá perdiendo en la memoria de los que de alguna forma coincidimos en el mismo camino con ellos, finalmente acabaremos siendo un recuerdo y a la vez un olvido, que se irá extinguiendo lentamente, porque el tiempo nos transformará en olvido”.

Agustín y sus cosas. http://alcorlopantano.com/ mayo de 2024. Si te gustó este relato no dudes en compartirlo. Gracias.