In memoriam es una locución latina que significa ‘en memoria de’ o ‘en recuerdo de’. Su uso habitual es como título de un obituario, acto u obra de arte realizada para recordar y honrar a una persona fallecida». (Wikipedia)
ANGEL SOMOLINOS ALCORLO. 10 de Marzo de 2024.
Este relato además de tener su contenido de texto es un “libro de fotografías”, es una recopilación de fotografías, hechos y detalles, vividos en la compañía de Ángel, con las que doy fe y memoria de lo que ambos pasamos por esos campos de Dios durante nueve años en los que compartimos situaciones muy diversas. Claro está que solo puedo reflejar algunos de ellos, porque de lo contrario resultaría demasiado largo como para mantener el interés por la lectura; aunque no descarto con el tiempo seguir ampliando el relato.
PRÓLOGO. Cuando una persona se va de este mundo, quienes lo conocieron, suelen coincidir en que era “una buena persona”, en el caso de Ángel si yo no opinara así no emplearía mi tiempo en escribir nada sobre ello. Ángel aguantó mis blasfemias y gritos al aire cuando se me torcían las cosas, aun yo sabiendo que no le gustaba nada escucharme esas cosas, pero la ira de esos momentos (que me descomponía el alma) no me permitía hacer otra cosa, y por ello le pido perdón, lo bueno era que el disgusto me duraba muy poquito tiempo, él me calmaba, él me tranquilizaba, de él no tengo ni una puta queja; cuando proponíamos una tarea o un proyecto para ese mismo día o en el futuro pronto llegábamos a un consenso, cierto es también que en escasísimas cuestiones discrepábamos. Él soportó mi genio estoicamente.
Esta es una historia de compañerismo, unidos por un bien común, principalmente por la idea de mantener vivo el recuerdo de Alcorlo, nuestro pueblo, de recuperar su historia y mantener viva la memoria de aquel pueblo que nos vio nacer y del cual nos expulsaron para dar paso al progreso, construyendo una presa para retener el agua del Bornova.
Con su marcha se perdieron las posibilidades de engrosar la relación de habitantes de Alcorlo de ese plano del pueblo que creamos en el 2020. Hemos perdido la oportunidad de seguir añadiendo información sobre las familias que en los últimos años habitaban Alcorlo. Ángel recordaba perfectamente un gran número de personas y familias de Alcorlo, ya hemos perdido esa oportunidad como también hemos perdido la realización de otros pequeños proyectos pues, sin su ayuda me resultará de difícil a imposible hacerles frente, todo eso se quedó por el camino.
No me cabe duda de que me quedan por delante muchos ratos de muchas lágrimas. Ángel era mi confidente, mi confesor, mi amigo, mi cómplice, de las pocas personas que conocen mis miserias y hasta con quien me acuesto. Ángel era muy prudente, muy responsable, nunca le escuché hablar mal de nadie, aunque tuvo motivos para ello.
Me gustaría decirle que no sufra por mí, que no llore como lo hago yo por él, que piense que estaremos contemplando cada noche las misma estrellas, aunque sea desde otro punto en otra dimensión, él desde ahí y yo desde aquí.
¡Con la de veces que compartimos los amaneceres y puestas de sol! Y proyectos sobre Alcorlo; él me diría, “no te preocupes Agustín, yo te seguiré ayudando, sí, te seguiré echando una mano, aunque sea de otra manera, pero no dudes que te ayudare”.
Angel se marchó cuando la primavera despuntaba, cuando el tiempo ya invita a salir al campo, cuando ya las mariposas comienzan a rebullir.
Curiosamente al día siguiente de su muerte se celebraba el día de “las enfermedades raras”, una de esas como la que él padeció los últimos años, una de esas que te tocan a ti entre cien mil personas, por eso se las conoce como “raras”.
Con el caso de Ángel vendrá una vida nueva, otro rumbo nuevo, otra perspectiva nueva, un cambio de dirección, otra manera de ver el mundo y con ello la vida, aunque no sea de una manera drástica, pero no me cabe duda de que dejará huella en mi estela.
Esta ha sido la nota que puse al día siguiente de su fallecimiento en el Facebook de la Asociación y en mi muro también, así como un vídeo de poco más de un minuto de duración en el que muestra distintos momentos vividos al lado de Ángel.
Un vídeo de corta duración que hice para informar de su partida y también a modo de homenaje y despedida, se puede ver en mi canal de Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=j4_Vi-JIKcY
“Me gusta caminar bajo la lluvia, así nadie puede ver mis lágrimas. Eso dijo alguna vez Charles Chaplin.
Hoy estoy triste, mi alma está triste y mi corazón aún más que yo mismo.
De las pocas personas a las que me gusta decir “AMIGO” una de ellas acaba de marcharse de este mundo.
Hoy hemos puesto en la tierra el cuerpo sin vida de nuestro querido amigo, compañero y paisano Angel Somolinos Alcorlo.
Nos ha dejado a la edad de 64 años, esa edad que ya comenzamos a llamar como “temprana”. Una cruel enfermedad se lo llevó por delante un 27 de febrero.
Angel nació en Alcorlo y vivió allí la primera etapa de su vida.
Su ayuda en la recuperación de la historia y memoria de Alcorlo han sido imprescindibles. Colaborador destacado en la Asociación, aunque su nombre no figure en las listas como tal pues siempre prefirió trabajar en la sombra.
Ángel, Angelito o Angelete, por mucho tiempo estarás presente en nuestra memoria. …¡hasta pronto Angelete! ¡Hasta pronto!”…
LA SALIDA DEL PUEBLO DE ALCORLO.
Nacimos en el mismo pueblo, él se me adelantó al menos tres años; en la escuela coincidimos poco tiempo, tres o cuatro años a lo sumo, porque al enfermar su padre él tuvo que llevar el negocio familiar, que era el bar del pueblo, ya que su madre apenas si sabía contar y su hermana, mayor que él, ya había emigrado a la ciudad.
Mi familia y yo nos vinimos del pueblo el 11 de septiembre de 1976 y él lo hizo una o dos semanas antes, incluso llegamos a vernos en Guadalajara a los pocos días de llegar pues él se hospedaba de momento en casa de unos vecinos nuestros, su tía Ángela y Doroteo.
En la ciudad comenzó a trabajar de pescadero, oficio que le duró escasas semanas, luego continuó como ferretero cuando la ferretería de Rodríguez Coronado la acababan de estrenar. Allí permaneció muchos años, quizás hasta que aquel negocio puso fin.
El resto de sus más de cuarenta años de trabajo consecutivo fue desempeñando el oficio de ferretero, finalmente se jubiló el año pasado pero la gracia de Dios quiso que su salud comenzó a declinar a la vez que su vida laboral.
Aunque durante toda la vida vivimos relativamente cerca y además coincidíamos en las fiestas de Alcorlo, nunca fuimos lo amigos que pudiéramos haber sido, sino más bien conocidos, de esos que te alegras de ver pero sin entrar en detalles íntimos ni siquiera personales.
La primera vez que salimos al campo juntos fue en el 2014, con su hermana y cuñado, hicimos una ruta hasta “La Chimenea” y luego a “La Mina”, antigua explotación minera de finales del XIX. No hay grandes reseñas de ese día, salvo que a duras penas llegamos a los pies de la chimenea por culpa de la maleza. “La Chimenea” era una construcción de la época de la explotación minera de Hiendelaencina, por allá los años 1890, que en unas maniobras militares un capitán ordenó bombardearla y la redujo a escombros.
Fue ya en el 2015 cuando a través de reuniones y fiestas de Alcorlo comenzamos nuestra relación más cercana. En ese año, 2015, la fiesta de San Antonio la celebramos el día 13 de junio, una semana después salíamos por primera vez juntos a pasar la noche bajo el manto de las estrellas.
A la semana siguiente de San Antonio volvimos para Alcorlo y pasamos la tarde retratando todas las imágenes religiosas que hay en el interior de la Ermita para hacer un inventario de lo que allí teníamos. Todo ello apoyados con luz de flas, de pantallas deflectoras, etc, para que la iluminación de las imágenes fuera buena para obtener detalles de cada una. Ángel con toda la buena disponibilidad que tenía tuvo la santa paciencia de andar con el flas en la mano y reflector en la otra.
Al ponerse el sol aprovechamos para hacer unas fotos de nuestras siluetas y la luna con varias estrellas de tamaño grande, fueron tomadas en la orilla del pantano, en la zona que llamábamos “El Vallejo”; es una foto que nunca he olvidado y que posiblemente nunca olvidaré; ya con el tiempo Ángel aprendería, mucho mejor que yo, las constelaciones y cuerpos celestes con la ayuda de una aplicación en el móvil, sobre todo después de que una noche fotografiásemos “algo en el cielo” que no era una estrella, luego, con el tiempo, descubriríamos que era la galaxia de Andrómeda. Siluetas 20 junio de 2015.
Sin conocer el futuro ¡por supuesto! Esta foto de los dos, contemplando la luna y demás estrellas, de todas las que tenemos juntos, es con la que me quedo, porque fue de las primeras y porque dice mucho de todo lo que llegamos a convivir.
Un rato después (ya bien de noche) subimos con el equipo fotográfico a la cuesta y camino que hay enfrente de la Ermita pues, la luna y aquellos dos astros te hacían mirar para allá de una forma hasta provocadora.
Puse la cámara en media cuesta con exposiciones de 30 segundos de duración, mientras tanto con un foco de luz potente trataba de iluminar el paisaje aunque a veces ni era necesario porque de vez en cuando venía algún automóvil desde Congostrina y hacía las veces de iluminador, por otro lado, a esa distancia iluminar, como yo quería hacerlo resultaba absurdo, es algo que esa noche comencé a aprender la manera de iluminar escenas nocturnas sin que resulte un drama fotográfico.
Lo bueno de esa noche, hablando fotográficamente, además de las siluetas allí al borde del pantano, fue que en la primera exposición apareció junto a los tres astros un meteorito que se dirigía al triángulo, una foto de ese pelo nunca he vuelto a conseguir.
DOS MESES después volvimos a salir al campo, esta vez vimos irse el sol en las ruinas mineras de Hiendelaencina, cerca del “arenal”.
Recuerdo perfectamente que recogí a Ángel en su barrio y de allí partimos. Bajando por la cuesta del puente de las tirantas no me pude sujetar las lágrimas cuando Angelete me preguntó por el perro Yuko, que fue mi compañero por aquellos campos a los que nos dirigíamos y que ya con quince años de edad se le había acabado su vida unos días antes, estando de vacaciones en la playa; me sentía como que me faltaba algo, algo importante, algo con quien compartir comida y charla, aunque el Yuko nunca me contestara, al menos en mi idioma. Durante todo el trayecto hasta llegar a Alcorlo me fui acordando de aquel animal, fiel compañero, igual que lo haré a partir de este momento por la falta de la compañía de Ángel. Con cierto disimulo de vez en cuando me sorbía los mocos y parpadeaba para secar mis lágrimas.
Llegamos a Hiendelaencina esperando tener una bonita puesta de sol, pero la suerte no nos acompañó en absoluto, la idea era fotografiar esa noche la Vía Láctea pero el cielo no ayudaba, y eso que Ángel, a través de su móvil aseguraba que sobre las 23:00 ya estaría despejado.
Angelete y yo coincidíamos en que estando de niños en Alcorlo era impresionante cómo se veían las estrellas, allí se conocía como el “Camino de Santiago”.
Mientras llegaba la noche cerrada y aparecían las estrellas le mostré a Ángel la capacidad que tienen las cámaras de fotos para captar imágenes en la oscuridad casi más absoluta, se quedó admirado de lo que vio aparecer en la pantalla una vez tomada la foto a una señal de tráfico que se encontraba cientos de metros en la distancia, a pesar de que con la vista no la podíamos identificar.
Así fue, después de dar buena cuenta a los bocatas, sorprendentemente en el cielo solo quedó el rastro de una UNICA NUBE BLANCA, eso pensé yo, y le comenté a Ángel: “Tiene cojones Ángel, la única nube que ha quedado en el cielo está donde está la Vía Láctea” y sin acabar la frase y lleno de emoción le grité: “¡Ángel, si es la Vía Láctea!” Eso para hacerse una idea de cómo lucía ese trozo de cielo en ese momento.
Como Ángel en toda su vida apenas si había salido al campo por la noche, estando yo tomando alguna que otra foto a la Vía Láctea me preguntó ingenuamente: “Oye Agustín, ¿las estrellas se mueven? ¡Pues claro!, ¿Cómo no se van a mover? ¡Es que estoy viendo una estrella que se mueve entre las demás! En ese momento puse la cámara hacia aquella parte del firmamento y en la pantalla apareció una raya, se trataba de un satélite, yo hasta ese momento creía que cualquier luz que aparecía en las fotografías eran aviones, ahí DESCUBRIMOS JUNTOS que además de los aviones había otras cosas circulando por los cielos.
Eran ya más de la una y media de la madrugada cuando pensamos en ir a dormir al porche de la Ermita cuando se me ocurrió saber si nuestro paisano Alberto estaría por el pueblo vecino de Congostrina, ya que tiene allí la casa de sus padres… ¡Claro que sí, estamos aquí de fiestas! ¡Veniros por aquí!
Aparcamos la Combo en las inmediaciones de la plaza. La plaza en ese momento estaba abarrotá de gente, paisanos de esa misma localidad y de los pueblos de al lado. La orquesta encargada de hacer que los cuerpos se movieran era la “Addición Orquesta”. Me quedé sorprendido de ver que un pueblo tan diminuto tuviera tanta afluencia de personal y además en ese momento estaban todos como poseídos por la música. Al pronto encontramos a Alberto y a su mujer y unos minutos después me acerqué a la Combo para con la Canon 7D grabar aquel ambiente que me pareció sorprendente y además fascinante, no podía dejar de pasar el momento.
Sobre las cinco de la mañana llegábamos a la Ermita de Alcorlo. Para demostrarle a Ángel que las estrellas (todas menos UNA) se movían, puse la cámara mirando hacia el Alto Rey y tomé una foto de tres o cuatro minutos de exposición. Allí vimos claramente que todas las estrellas giraban en torno a una, como si fuera la reina, era POLARIS. Esa fue la primera lección sobre astrología que Ángel recibió de mis labios, con el tiempo, no mucho, ÉL me lo devolvería con creces, hablándome de galaxias, vida de las estrellas, nebulosas, cúmulos, años luz y un larguísimo etc.
Ya puestos a no dormir o a dormir poco hicimos unas fotos a la Vía Láctea estando sobre la Ermita que, como es natural ya esa hora y en ese tiempo se encuentra enfrente de Robredarcas. Por todo lo relatado esa noche creo que no nos dio lugar ni a dormir nada. Arriba una de mis primeras fotos a la Vía Láctea. Abajo la circunpolar con Polaris en el centro y las otras dos las últimas fotos de esa noche. Encendimos velas en el interior para que se apreciara la luz a través de las ventanas.
Comenzamos el 2016 trepando por las peñas de Valdearenales, cerca de la montaña que conforma la presa, tratamos de hacer un timelapse al pantano desde lo alto del cerro aprovechando que había nubes. Nos llevamos la barra por la que se movería la cámara y demás…
LA PEDRIZA. En abril de 2016 organizamos una ruta por Valdearenales, pasamos por el puente romano, subimos por la cantera y llegamos de nuevo a la Ermita, fue la primera excursión que hicimos en compañía de otras personas.
En abril de ese 2016 montamos la cruz que hay en la entrada a la explanada de la Ermita, Ángel no anduvo en la obra porque era sábado y él trabajaba, pero en breve andábamos él y yo haciendo un buen hoyo para instalar allí dos focos que se encargarían de iluminar la cruz por la noche.
Era Mayo del 2016, ahí le vemos metido en el hoyo, también a mí limpiando la cruz, siempre andaba él con la cámara en la mano.
A partir de esas fechas ya fue raro o difícil ir por Alcorlo sin el Ángel, salvo por algunos eventos que le impedían ir, el resto era decirle que si íbamos a pasar el día por allí y rápidamente se apuntaba, sabía, igual que yo, que allí siempre hay tareas, limpiar el cementerio, podar los árboles, regarlos en verano, limpiar el entorno de botes, latas, papeles, y mil mierdas más… siempre había cosas pendientes de hacer por allí, “cosas” que siempre hicimos con gusto.
Como la idea de iluminar por la noche la cruz de la entrada fue un éxito pronto dijimos de instalar dos puntos de luz en el interior de la Ermita, de esa manera, a través de los cristales de las ventanas, se ve que hay iluminación en el interior, ya sea de velas o de otro tipo, imprimiéndole al edificio de esa manera un aire de ser moderno y muy frecuentado; y así lo hicimos, pusimos en el campanario unas plaquitas solares y llevamos la instalación hasta el altar.
Ángel nunca subió al tejado, no le daba seguridad estar por las alturas, pero era compensado por la paliza que se pegaba cortando hierbas en la explanada, recogiendo cantos redondos (para evitar resbalones y torceduras de tobillo) y cuidando el entorno, amén de la paliza que se daba cuando podábamos los cipreses que hay alrededor de la finca que con sus ramas llegaban a quitarle las telarañas de la cabeza a San Bartolomé durante la procesión.
Le encantaban las puestas de sol, con su pequeña máquina Canon inmortalizó muchas de ellas. Esta vez allí sobre las peñas de la presa. Cuando volvimos hacia el auto para llegar a la Ermita era un puro suplicio el camino, noche cerrada sin luna alguna, las diminutas sendas hechas por los animales estaban llenas de pedregales irregulares con cantos sueltos y donde no había cantos había cambriones, de esos que tienen más que pinchos, semejantes a erizos enormes; con una pequeña luz sobre la cabeza y cargados de equipo llegamos al destino sin incidentes.
Por aquellas fechas no nos importaba cargar con trípodes, máquinas fotográficas, barras desplazadoras, etc una tarde noche cualquiera de aquel verano del 2016. En la fotografía anteriror se ve una luz roja, es él tomándome una foto.
Seguimos en el 2016. Quizás lo más importante relacionado con la fotografía o vídeo sobre estrellas o Universo fue la aventura de hacer un timelapse dentro del cementerio de Alcorlo. Para ello yo me había comprado un objetivo bastante apropiado para ello, y caro, del orden de 800 euros; también me había fabricado una barra por donde la cámara iría disparando y moviéndose durante varias horas seguidas fotografiando la Vía Láctea.
Comenzamos a preparar la escena sobre las nueve de la tarde, aún con sol, debíamos sujetar la barra timelapse que debía ser a 45 grados para que se fuera despegando del suelo y tomando altura según iba sucediendo los disparos en las próximas tres o cuatro horas.
También había que iluminar la escena, porque cuando se ve bien la Vía Láctea es cuando no hay luna, por lo que con dos cañas de pescar lo hicimos. Pusimos en los extremos de las cañas unos pequeños led, que alumbraban poco más que una vela. Luego tomamos una cruz de las que llevaron allí del cementerio antiguo y la pusimos en tal parte, delante de la cámara, para que diera el efecto de movimiento de la cámara sobre el terreno, en fin, que sobre las 23:30 y viendo que ya nos había pillado la noche, y sin dejar fino el tema de la iluminación pusimos el sistema a funcionar y nos marchamos a cenar. Luego de vez en cuando entrábamos al cementerio sin luz alguna para ver si el sistema seguía según lo planificado.
Sobre las 3:30 dimos por finalizada la sesión del timelapse. Creo que en ese momento ya la Vía Láctea se metía por detrás del árbol que hay dentro del cementerio que, por cierto, antes de comenzar, o sea, por la tarde, nos encargamos con un par de escaleras de quitarle muchas de las ramas secas que tenía y que no hacían más que molestar en la escena.
En mi canal de Youtube se puede encontrar el vídeo con el nombre “Las noches de Alcorlo” hay dos versiones de ello, esta es la remasterizada, o sea, la última. https://www.youtube.com/watch?v=Sgj5-xVz2MI
En Agosto, en la fiesta de San Bartolomé 2015, le presenté a un antiguo amigo de la infancia, Fernando Canalejo; aunque Fernando ni su familia eran de Alcorlo los meses de verano los pasábamos juntos por allí, la familia de Fernando pasaba los meses de verano en una casa que los padres de Ángel tenían alquilada, a esa familia y a otras, era lo que hoy llamamos una “casa rural”. Llevarían sin verse unos 35 años aproximadamente. Tan contentos que nos pusimos todos y brindamos por ello.
Esta imagen siguiente corresponde a San Bartolomé 2016, yo tenía que trabajar por la mañana, él se encargó de organizar el evento, en ese momento de la foto, (momento de mi llegada, minutos antes de comenzar la misa) me daba novedades de cómo estaba la situación, por donde trascurriría la procesión, donde cocinarían la paella, etc, etc, no olvido aquel momento, éramos ya uña y carne.
El siguiente encuentro de ese año 2016 en Alcorlo fue en noviembre, la fiesta de los primos, una fiesta de cumpleaños tanto de él cómo de Cristina, una prima suya. Un día en el que el tiempo no acompañó, haciendo un día de otoño con lluvia y todo pero la alegría no faltó.
AÑO 2017. En la primavera y verano de aquel 2017 y tal cual era ya algo habitual, hicimos excursiones y viajes para tomar fotografías nocturnas, iluminando o creando efectos de luz de manera ingeniosa y artesanal, unos ejemplos aquí.
En esta fotografía de larga exposición con la cruz de fondo es Angelete quien se mueve con una pantalla de luces led creando esa estela. La siguiente está creada por una máquina que giraba un brazo con un punto de luz en el extremo, a la vez que giraba sobre su pie. La imagen está tomada en el Alto Rey. Es el resultado de tres fotografías sin mover la cámara, yo me encargaba de cambiar de ubicación el sistema de rotación del punto de luz y él se encargaba de disparar la máquina. Ese día estuvimos en la fiesta del Alto Rey, luego visitamos el nacimiento del Bornova y por la noche volvimos al Alto Rey para hacer esa foto de las bolas de luz.
LA NOCHE DEL ALTO REY. Era el fin de semana del 15 de Agosto de 2017, teníamos ganas de dormir en el campo y sobre las diez de la noche ya estábamos en la Ermita del Alto Rey. El paraje ya lo conocíamos de antes, fotográficamente no es de gran interés pero astronómicamente es otro cantar porque desde allí se divisa gran parte de España y el Universo con su presencia suele ser agradecido mostrando bastante nítidos los astros que contiene.
Veníamos de Alcorlo y allí hacía una noche de verano estupenda, del orden de 28 grados al ponerse el sol, pero fue llegar a la explanada y hacía un viento que Ángel se tuvo que poner un chaleco mío, que a duras penas se lo pudo abrochar, yo un mono de trabajo y una chaqueta de invierno y además un gorro, parecía mentira que en tan poca distancia el clima pudiera ser tan cambiante, lo más molesto y asqueroso era el viento ¡como siempre!
Mi idea fotográfica era configurar una escena empleando los pequeños árboles que hay en aquel lugar y alguna que otra roca, en fin, elementos que de alguna manera llamasen la atención al espectador al ver la fotografía.
Para ello hubo que alejarse de la explanada y de la Ermita y tirar cordillera arriba hasta encontrar algo de lo relacionado, algo que llamase la atención cuando la Vía Láctea estuviera en un buen momento, ese buen momento sería a partir de las 23:30 en adelante porque antes la luz del sol, (ya desaparecido un par de horas antes) todavía tenía fuerza como para hacer desaparecer a las estrellas más pequeñas.
Para iluminar la escena llevábamos un par de maletitas con diversos puntos de luz, pequeñas baterías y pequeños focos led, de esa parte se encargaría Ángel, mi fiel escudero, el que nunca decía “NO” a mis propuestas o a mis ideas; yo ya me encargaba de llevar mis dos mochilas con sendos equipos fotográficos y los dos trípodes.
Ni que decir tiene, aunque voy a recordarlo, que para fotografiar la Vía Láctea no debe haber luz de luna alguna por lo que la visión para caminar se reduce a lo que el pequeño foco que llevábamos en la frente nos iluminara, y como soy de la opinión que “no hay que molestar con nuestras luces a nada ni a nadie” pues el foco daba la luz justa, la que tiene que dar para ver y no caerte.
Los que no conocen aquel terreno más que la explanada donde se dejan los automóviles y el camino que hay para llegar a la Ermita diré que a partir de allí todo es “el pedregal de las altas torres”, un lugar bastante difícil de transitar incluso de día, apenas si hay sendas para subir al punto más alto o para moverse por el lugar, amén de los cantos rodados que hay por doquier, de esos que son como patatas más que cochineras y que de pisarlos te pueden dar la vuelta al pie y hacerte dar con los dientes en el suelo.
Hicimos unas primeras tomas y el paisaje sin iluminar salía oscuro a más no poder, la Vía apenas era aún visible; esperamos un rato y aprovechamos para hacer algún moto de referencia en la escena.
Ya dije antes que aquel paisaje no es fotogénico pero si allí la Vía no se ve bien difícilmente se vería mejor en otro lugar de la comarca por lo que continuaos tomando alguna que otra foto, más que nada por el gusto de saber qué salía en la pantalla.
Sorprendentemente y es algo que descubrí en ese lugar y ese día, fue que con la misma configuración en la cámara las fotos tomadas sobre la una de la madrugada mostraban mucha más luz en la textura del suelo que las que tomamos al principio de la sesión, o sea, sobre las once y media.
Esto me llevó a pensar que era la propia Vía Láctea la que iluminaba el paisaje y a día de hoy sigo pensando lo mismo.
Ya sobre la una y media de la madrugada dimos por finalizada la sesión fotográfica porque ya comenzaba a ser aburrida, habíamos tomado imágenes con varios objetivos y configuraciones de cámara, recogimos el material, lo pusimos cada cosa en su mochila y en sus maletines y comenzamos el regreso al auto, que nos esperaba en la explanada.
Angelete caminaba en ese momento delante de mí, nos encontraríamos a una distancia de trescientos metros hasta llegar a la furgoneta, cuando de pronto veo que tropieza con una pequeña piedra que sobresalía del suelo (en ese punto había muchas otras piedras como aquella), el camino parecía un enorme trillo montado al revés; Ángelete trató de recuperar el equilibrio pero en la siguiente zancada volvió a repetir el mismo tropezón con la misma pierna pero en otra piedra idéntica a la anterior y ya ¡claro! Dos tropezones consecutivos sin haber recuperado el equilibrio del primero hicieron que el cuerpo de Ángel quedara tendido en el suelo.
Me atrevería a asegurar que Ángel acabó en el suelo sin soltar los dos pequeños maletines que llevaba en las manos. La caída fue semejante a cuando tropiezas y llevas las manos en los bolsillos de la cazadora y llegas al suelo sin haber tenido la posibilidad de amortiguar el golpe con las manos.
Al momento Ángel se incorporó y quedó sentado en el suelo, trató de continuar con el camino pero no era posible, se quejaba de que un pie no podía apoyarlo en el suelo porque le dolía un montón, al parecer se había retorcido el tobillo… ¡vaya cuadro!, en mitad de la noche, en mitad de la montaña, a doscientos metros del coche pero sin posibilidad fácil de llegar hasta él.
Allí nos quedamos anclados durante un rato, al menos durante veinte minutos, Ángel mientras tanto no dejaba de sobarse y masajearse el tobillo porque parecía que le aliviaba el dolor. Después de ese rato continuamos poco a poco y bien despacio caminando por aquel pedregal de pocas y oscuras sendas hasta llegar al coche.
Sobre las dos de la madrugada llegamos a la Ermita de Alcorlo con la idea de tomarnos algo, dejarnos caer en una tumbona y disfrutar de la paz reinante en esos lugares. La temperatura cuando dejamos el Alto Rey el termómetro decía 16 grados y cuando llegamos a la Ermita había 26.
Cómo sabíamos que eran las fiestas de La Toba en esos días ¿qué hicimos? Pues que media hora después ya estábamos en la plaza de La Toba echándonos unas cervezas pal cuerpo porque allí tampoco hacía ni viento ni frío.
Por allí, entre la gente, vimos algunos paisanos de Alcorlo, antiguos compañeros de colegio, conversamos, entre ellos vi a una persona que hacía casi cincuenta años que no la veía; era una niña de cinco años el último recuerdo que tenía de ella, me la presentaron y durante un buen rato recordamos aquellos nuestros primeros años por este mundo.
Cuando llegábamos nuevamente a la Ermita de Alcorlo para echar un sueño Angelete me dijo: “Venus va a salir en diez minutos”, o al menos eso decía la aplicación estelar que llevaba instalada en su móvil. Pues nada, tardamos poco en montar dos trípodes, uno con el telescopio y el otro con la cámara y el objetivo de mayor alcance, un 200mm. Las fotos que le tomé a aquel Venus no sirvieron para nada porque solo sale un punto luminoso, y lo que vimos por el telescopio no era mucho mejor, otro punto luminoso, como una luna llena en miniatura, por lo que diez minutos después ya estábamos sobre las colchonetas… eran casi las cinco y media de la madrugada, Ángelete le molestaba aún el tobillo, al día siguiente vimos que estaba hinchado y así lo tuvo varios días más, menos mal que todo quedó en eso, un poco de carne inflamada pero bien pudo acabar la historia de otro modo mucho más dramático.
En otoño de ese 2017 hicimos una excursión por las dehesas de Alcorlo aprovechando que los robles ya tenían un bonito color anaranjado, nos hizo un buen día de sol y las piernas no nos flaquearon por aquellos barrancos.
Unos meses después, en febrero de 2018, hicimos otra ruta sobre el cauce del Bornova a la altura de Hiendelaencina. Visitamos la casa de máquinas, el molino de Zarzuela y las ruinas de algunos pozos de mina. La ruta sería de unos siete km y la resolvimos como si tal cosa. Aquel día perdí las gafas de sol que la mayor parte del tiempo iban sobre la cabeza. Estando ya en aquella construcción de pozo de mina que se ve en la fto de la derecha me di cuenta de que las había perdido. Eran unas gafas ya antiguas, mis primeras gafas de sol, y por ello las tenía cierto cariño. Pensé en que quizás al pasar el arroyo las dejara apoyadas sobre una roca mientras tomaba una fotografía al agua del arroyo, no me quise ir de allí con la duda y con la pérdida así que bajé de nuevo al arroyo y subí con las gafas puestas, Ángelete estaba esperándome sentado sobre una roca, tomando el sol de invierno. Historias de ese día que me gustará recordar en el futuro.
En julio de 2018 tomé esta fotografía en la zona de “Las Palomeras”, una de las fotografías que mejores recuerdos me trae y más me trasmite; la estrella más brillante es Marte. Esa noche no me acompañó Ángel, ni tampoco “El Jesús de la Ino”, que vino en la Volkwagen y lo dejé en su casita en Santecilla. A pesar de que era julio fue una noche oscura a más no poder, al encender la luz y el motor de la furgoneta para regresar a la Ermita y dar allí un cabezazo, vi pasar un zorro a corta distancia, luego escribiría una bonita historia de Alcorlo que titule: “El Perrizorro” http://alcorlopantano.com/2018/07/06/el-perrizorro/ Tengo a esta fotografía como una de las más bonitas de esta disciplina, “la fotografía nocturna, del Universo o Astronómica.
No tengo por mis archivos mucha actividad con Ángel en aquel 2018, en diciembre aprovechamos el día que instalamos la estrella de la navidad en el campanario para hacer unos timelapse del entorno de la Ermita, pero no hubo manera porque con el frío y humedad que había en ese momento hicieron que las lentes se empañasen y por ello hubo que suspender la sesión, calculo que estaríamos ya en valores negativos de temperatura porque las mochilas tenían escarcha. Ahí se nos ve durante la cena.
En el 2019 pasamos grandes ratos de campo y noche fotografiando el universo y los paisajes como puestas de sol etc, casi siempre por la zona de Alcorlo. Este era el ambiente que solíamos tener; algunas fotos de ese día/noche. La de la Nebulosa de La Laguna de ese verano nos resultó muy difícil igualarla, no digo ya superarla.
Estando una noche por allá por el 2021 podando los cipreses y demás árboles de sombra de los alrededores de la Ermita Ángel se dio cuenta de que su móvil había desaparecido. Después de hartarse de buscarlo por allí y de que yo le llamara con el mío para ver si con el tono de llamada éramos capaces de localizarlo parecía que no había manera de conseguirlo. Le pregunté que en qué bolsillo lo solía llevar, “aquí, en el de la camisa”, “pues ya sé donde está tu móvil” le dije, “está en la leñera”. Justo así fue, Angelete se pasó gran rato transportando con la carretilla y a brazadas ramas y hierbas hasta la leñera, en un momento dado de que se acachó para dejarlas sobre el suelo el móvil se deslizó entre ellas y Ángel ni se dio cuenta, efectivamente, estando delante de la leñera le llamé por teléfono y allí, entre las hierbas apareció sonando su móvil.
También fue en aquellas fechas, por no atreverme a decir que en el mismo día, porque también anduvimos de poda cuando el juego de llaves de la furgoneta y de casa habían volado.
Después de una jornada bastante larga de quehaceres, entre ellos la de podar algunas ramas grandes de árboles del entorno, árboles a los que tuve que trepar para cortarlas, cuando ya nos disponíamos a volver a casa comencé a dar vueltas de un lado a otro como pollo sin cabeza; no encontraba las llaves de la furgoneta, ya era noche, mejor dicho: ya llevábamos un par de horas siendo noche.
Cuando Ángel se enteró de que no encontraba mi juego de llaves, tanto de la furgoneta como de casa y etc me dijo: “yo sé donde están tus llaves” y me quedé con la boca abierta esperando la respuesta, ¿por qué iba Ángel a saber donde estaban mis llaves? Dice: “tus llaves están debajo de aquel árbol, en el zarzal aquel, cuando te has subido al árbol he escuchado un ruido como de llaves, pero como sueles llevarlas enganchadas a la presilla del pantalón no he dicho nada, pero si no las tienes seguro que están allí”. Efectivamente, fuimos allí con una linterna y estaban colgadas de la rama de un zarzal; buena suerte tuvimos porque a las llaves no las puedes llamar por el móvil y que se pongan a vibrar, de haberse caído hacia el suelo, en vez de quedarse enganchadas en las primeras zarzas, no sé si hubiésemos llegado a encontrarlas, de no haberlo hecho ya me podían haber llevado allí otro juego de llaves para poder volver a casa; aquello sirvió para que, _en el supuesto de que vuelva a suceder algo semejante_ tener una solución al respecto. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida… enseñanzas es lo que te da…
En el mes de septiembre de 2019 acompañamos a los vecinos de Santa María de Poyos en su romería. Santa María de Poyos fue un pueblo que pereció bajo las aguas del pantano de Buendía, allá por los años cincuenta. Cada año hacen una romería en el mes de septiembre. Ya que andábamos por aquellas tierras visitamos la Ermita de Nuestra Señora de los Desamparados, ubicada en el margen del lago de Bolarque. Enlace al reportaje de ese día https://www.youtube.com/watch?v=CO5-njGu2cM
En septiembre de 2019 conseguimos una de las mejores tomas a la galaxia de Andrómeda. Una hazaña impresionante desde el nivel tecnológico, una toma de 150mm de focal y 177 segundos de exposición; creo que no he vuelto a realizar algo semejante en nitidez, a pesar de la larga exposición las estrellas se ven redondas; cuatro años después no he conseguido superar esta toma. Por supuesto que con la ayuda y sugerencias de Angelete, que cuando veía el resultado en la pantalla se hacía cruces de lo que un equipo así es capaz de ver en el Universo.
El 26 de octubre del 2019, al volver del día de la sierra en Condemios de Arriba, paramos en Alcorlo y tomamos esta fotografía en la que vemos el ambiente de la sierra por la noche, con la luz de los pueblos rebotando en las nubes, y a nosotros en el buen ambiente y compañía que nos dispensábamos mutuamente, sin prisa ninguna.
Ya metidos en harina también como le habíamos cogido el tinillo al tema del seguidor de estrellas conseguimos esta de la nebulosa de Orión. Con una exposición de 90 segundos.
Comenzamos el año 2020 yendo a Alcorlo a descolgar la estrella de la Navidad que un mes antes habíamos instalado en el campanario. Fue un día desapacible a más no poder, pocos días los tuvimos tan crudos. Para descolgar la estrella del campanario me las vi negras, el viento a poco me voltea tejado abajo con la estrella en las manos, frío y viento como pocos días he visto por allí.
Luego ya después de comer bajamos a dar un garbeo por la orilla del pantano. Yo, para más “inri” no tenía mi mejor chaquetón, creí que lo llevaba en la furgoneta pero se quedó en la otra, en la Combo. Como el viento era terrible en temperatura y velocidad me tuve que fabricar un traje para cortarlo ya que me calaba la chaqueta, jersey y camiseta. Con una bolsa de basura de esas grandes me hice una saya y me la puse debajo de la chaqueta, mitad falda, mitad chaleco.
A orillas del agua el espectáculo era impresionante, teniendo en cuenta que estábamos a orillas de un pantano, un regalo que nos hizo la naturaleza. El agua, acostumbrados a verla siempre mansa, incluso haciendo de un perfecto espejo algunas veces, ese día se traía unas olas de un par de palmos, aquello no parecía un pantano sino un rio caudaloso, pero lo más de lo más era que se creaban remolinos en la desembocadura del barranco de Zarzuela que instantáneamente levantaban nubes de agua en modo vertical ¡era todo un espectáculo el ver aquello!
Tanto viento hacía que la cámara instalada en un trípode y sin abrirle apenas las patas hubo varios intentos de tirar trípode y cámara al suelo, mientras grababa unos vídeos yo la tenía que sujetar si no quería que me la arrojase al suelo. El vídeo lo titulé: “Alcorlo, viento y agua” https://www.youtube.com/watch?v=yJ2bIqdlVTk
Unos meses después llegó la pandemia, el covid 19, y nos tuvieron presos en casa durante varios meses.
LA PANDEMIA. Durante aquellos meses de reclusión Ángelito y yo creamos un plano de Alcorlo con las casas y casillas que había en el momento del desalojo. Nos salieron más de doscientas, luego hicimos un listado de familias y las ubicamos en cada número de finca.
Unas de las peculiaridades que tenía Ángel era que tenía una memoria a prueba de bomba, recordaba paisanos antepasados que a mí me sonaban a chino, ataba los unos con los otros como nadie, juntaba familias, unía primos y hermanos hasta generaciones ya muy antiguas, hicimos durante todo aquel tiempo un trabajo excepcional; algunas familias nos enviaron datos personales y los incluimos en el archivo, conversamos telefónicamente con algunos paisanos (ya mayores) para verificar datos, en fin, estuvimos entretenidos bastante tiempo con ello.
Otro detalle a sumar en la pandemia fue que hicimos la gestión de conseguir CINCO fotografías aéreas del pueblo, tomadas pocos meses antes del desalojo, era lo único que nos faltaba por conseguir en cuestión de fotografía de Alcorlo, lo pagamos bien, casi mil euros pagamos por ellas. Salir no saldríamos al campo pero Alcorlo nos tuvo bien entretenidos.
El primer día que nos permitieron salir de casa y deambular por la provincia salí zumbando a ver cómo estaba la Ermita y los alrededores, pero no llegué allí hasta diez horas después, porque se me ocurrió pasar por el cementerio de San Andrés (que allí están los restos mortales de mi abuelo Evaristo) y ya me quedé a hacer un timelapse a la cueva Grande, había visto un vídeo por internet semejante y quise hacer mi versión.
Nueve horas me costó grabar cientos de imágenes, más de mil, para luego con ellas crear un vídeo. Infinidad de veces subí a la cueva y bajé a la furgoneta para subir material, baterías o accesorios para la grabación. Cuando quise llegar a Alcorlo era ya casi noche; la hierba había invadido la explanada, hasta tal punto que había una pareja de paisanos sentados en el poyo que hay en frente de la puerta de la Ermita y las hierbas casi les cubrían, por no decir del interior del cementerio, que no se veían ni algunas cruces. Enlace a “La Cueva”: https://www.youtube.com/watch?v=sW-TDy2BjTk
El siguiente proyecto importante que tuvimos ese año fue este 14 de junio. A la idea que ya llevaba rondando por mi cabeza varios años y que aprovechando la reclusión de la pandemia tuve tiempo de pensar y preparar un poco del guión le llegó su día. Se trataba de hacer un reportaje de la película que grabaron Pili y Alain en el año 1968 explicando desde el origen y motivos de esa grabación hasta el día que la conseguí tener en mis manos; se trata del documento de cine más antiguo que tenemos sobre Alcorlo.
La idea era sencilla, aprovechando ya el buen tiempo marchamos hasta los parajes cercanos a los que se grabaron las escenas, allí haríamos una presentación de esa película. Para ello llevé varias cámaras para grabar el vídeo y todo los demás achiperres que conlleva ese tipo de operaciones, micrófonos, etc…
Hubo que aprovechar un día en tanto especial en el que tanto Ángel como Laura, (que serían los participantes, Ángel como camarógrafo y Laura como entrevistadora), no trabajaran en lo suyo por lo que aprovechamos esa festividad del Corpus Cristi.
La película o reportaje lo titulamos “Así era Alcorlo en 1968”, aunque realmente se grabara en 1969 como luego nos informó algún personaje que aparece en los fotogramas, elegimos el 68 para que no hubiera tanto 9 o tanto 6 invertido, cuestión de estética porque un año arriba o un año abajo nos daba igual. Ni Pili ni Alain recordaban exactamente el año que fue, sin embargo entre Ángel y yo suponíamos que el 1969 era el año más correcto. En fin, anécdotas. https://www.youtube.com/watch?v=28_dyHrjDvs
Fue un trabajo de los más importantes que hemos hecho sobre Alcorlo. La mitad del día, hasta el mediodía, lo pasé blasfemando y maldiciendo, en tres horas solo habíamos grabado DOS escenas de la veintena que se compuso el reportaje, pero finalmente luego todo rodó fácilmente. Hay un Making Off sobre ello también.
Ni que decir tiene que además de Laura, que hacía la función de entrevistadora, sin la ayuda de Ángel hubiera resultado de difícil a imposible llevar a cabo esa tarea, Ángel se encargó de vigilar las cámaras, de ponerlas en marcha y de pararlas, además de aportar sugerencias al reportaje, todas muy valiosas, ya que aparte de un pequeño guión que yo llevaba escrito el resto sería todo improvisado. A continuación unas escenas del rodaje.
En el verano de ese 2020 apareció el cometa Neowise 2020 y le tomamos varias fotos dignas, ya le teníamos cogido el tinillo al seguidor de estrellas, también llamado Startracker o rotador.
Un ejemplo de aquellas noches lo vemos en esta fotografía tomada en Semillas, en la sierra Norte de Guadalajara.
A Angelete le encantaba el mundo del Universo, me contaba muchas veces que algunas noches veía en la web documentales de ese tema, estaba admirado por la maravilla que es el Universo y sus medidas que no nos caben en la cabeza; muchas ratos pasamos detrás del telescopio contemplando las lunas de Júpiter o los anillos del mismísimo Saturno, ya que en ESOS AÑOS se podían ver a media noche, sin necesidad de madrugar ni trasnochar mucho. Ángel me contaba, como ejemplo, que la estrella Polaris tarda 26.000 años en hacer un ciclo completo, que su lugar lo ocupará otra estrella llamada Vega, pero eso ya lo veremos desde otra dimensión.
En estas fotografías le vemos un rato antes de tomar esa fotografía al lado de la laguna.
En ese verano del 2020, en Agosto, quedamos para hacer una sesión de retratos a la hija de una paisana de Alcorlo. Dos tardes y parte de una noche empleamos en ello, fue muy divertido, buscamos escenarios, creamos atmósferas, hicimos de modelos, etc. En esta fotografía es el propio Angelete quien hace de “vencido”. ¡Siempre tan colaborador!
EL CASO DEL MORROQUÍ Y SU FAMILIA. Texto del artículo “Incidentes del fotógrafo” que, por su contenido aún no he publicado.
15 – PAÍSES Y CULTURAS. Esto no me sucedió a mí directamente pero como estaba allí y me pasó muy cerca voy a relatarlo por si sirve de aviso en situaciones parecidas.
Estábamos Ángel y yo en la explanada de la Ermita de Alcorlo, era el mes de Agosto y había mucha concurrencia de gente caminando de la explanada al pantano y del pantano a la explanada porque fue el año del covid y cortaron el camino con una cadena para evitar que todo el mundo coincidiera en bañarse en el mismo lugar del pantano, cosas o leyes que no tienen ni pies ni cabeza, otra ley más que no se puede cumplir porque en vez de llegar con el auto cerca del agua optaron por dejar el coche en la explanada, echarse al hombro la nevera y bajarse caminando hasta la zona del baño, o sea, el problema del contagio contra el covid no sirvió DE NADA.
Desde la explanada se divisa mucho campo y entre otras cosas se divisa un cartel informativo de un par de metros de ancho que lleva allí toda la vida y en el cual un tiempo antes pegamos un código QR que enlaza con el trabajo de fin de máster de una joven que hizo ese artículo sobre la influencia y repercusión que tiene ese tipo de obras con desalojo incluido sobre las personas; una obra de 100 folios aunque el código de por sí solo enlaza con un audio de un relato.
Pues eso, estando allí Ángel y yo contemplando la fila de personas que bajaban y subían al pantano nos preguntábamos si el cartel con el código QR estaría o lo habían arrancado igual que hicieron unos meses antes, porque al parecer hay algún paisano que recorre aquellos parajes de vez en cuando y cualquier detalle que no le guste lo hace desaparecer igual que un pequeño código QR que instalamos en la salida de la explanada, primero lo arrancó, luego pusimos otro, esta vez protegido por una plancha de metacrilato de 1cm de grosor, como no pudo arrancarlo arañó la placa con la navaja para que no se pudiera leer, y así una detrás de otra.
Total que, por no acercarnos hasta el cartel para saber si estaba o no estaba el código QR a Ángel se le ocurrió tomar una fotografía con su cámara (del tamaño caja de tabaco) que tiene un tremendo zoom y hacerle una foto desde allí al cartel. Menos mal que la foto la hizo Ángel con su cámara diminuta, que si la hago yo con la Nikon 810 y el tele 70/200 que parece el conjunto un telescopio no sé cómo hubiera acabado la historia.
Si el cartel estaba a trescientos metros como a la mitad del recorrido venían en dirección nuestra un grupo de tres o cuatro mujeres de aspecto Marroquí, y delante de ellas un grupo de dos o tres hombre del mismo aspecto.
Ángel no tomaría una foto porque entre que te preparas y ajustas la cámara y tal y tal se pasarían unos minutos, tiempo suficiente para que el grupo de paisanos Marroquíes vieran cómo Ángel tomaba alguna fotografía.
Como si algo me lo hubiera avisado, en cuanto aquellos hombre miraron fijamente más de tres veces y durante más de tres segundos ya deduje que tendríamos lío con la fotografía.
Si venían tres o venías dos no importa mucho porque todo el lío lo generó uno de ellos, el más mayor, de edad sobre los cincuenta años.
En vez de continuar por el camino adelante hacia los autos que tenían en la explanada se vino en dirección nuestra campo a través, a la vez que mascullaba algo y yo ya supe que tenía que ver con la fotografía tomada.
El hombre estaba tan nervioso que no podía expresarse correctamente, quería hablar en español y de la ira que tenía no acertaba a encontrar las palabras adecuadas y las cambiaba por las de su país, chapurreaba palabras y hacía gestos con las manos pero realmente si no se conocía de qué estábamos conversando nadie podía entenderle.
Ya que pareció que Ángel se dio por aludido le dijo que no le había tomado fotografía a su mujer sino a un cartel que había allí al fondo pero ¿Quién le explica eso a un tipo que estaba nerviosísimo y sin ser capaz de articular cuatro palabras seguidas en español?
Yo no recuerdo si llegué a comprobar si aquellas mujeres salieron o no en el encuadre, más bien creo que por la distancia focal que se necesitaba hubiera resultado imposible, pero el señor al parecer se sintió agredido en su intimidad y si hubiera dado con otro, con otro de la misma chulería que él no me hubiera extrañado que la cosa hubiera llegado a mayores, y todo porque “yo creí que le había tomado una fotografía a mi mujer”.
Sí, soy racista. Llegados a este punto yo me pregunto ¿si tanto temes que a tu mujer le saquen fotos por qué permites que salga a la calle con el rostro visible? Que por cierto, era la única parte de su cuerpo en la que se veía piel. ¿Si no eres capaz de soportar nuestras costumbres actuales de hacer fotos a diestro y siniestro ¿por qué vienes a este país? ¿Acaso tenemos que acatar sus tradiciones y costumbres y ellos no con las nuestras? Si sus mujeres no son para que las vea nadie pues que las dejen en casa guardaditas.
Lo que me jode es que vengan aquí a imponer sus leyes; cierto es que no se puede hacer fotos a diestro y siniestro, pero ni siquiera se interesó por la foto o si se había tomado dicha foto, o si su mujer salía en dicha foto o no; más le hubiera valido si en plan cordial se hubiera acercado a interesarse por la fotografía tomada y luego haber expresado su queja que, con borrarla de inmediato hubiera sido suficiente ¿o no?
Lo que tienen que hacer es aceptar y acatar las costumbres que tenemos aquí, nuestra cultura, y no querer imponer la suya. Si no les gusta nuestro tipo de vida que se queden en casa o se vayan a vivir a un país donde sus costumbres o cultura sean parecidas a las suyas… ¡Si, por todo ello soy racista! Una pena porque he trabajado con compañeros de origen Marroquí muy majos a los que no les puedo reprochar absolutamente nada, sobre todo en el aspecto del trabajo ni del compañerismo pero, como siempre, entre el trigo siempre hay neguilla.
En 2020 y 2021 no celebramos la fiesta de San Antonio, pero se nos ocurrió darle un aire místico a la Ermita instalando un incensario que Ángel se encargó de conseguir y que cada vez que llegábamos allí él mismo se encargaba de prender el incienso para que la Ermita fuera de verdad “Ermita”.
2021. Ese año fue otro para recordar, cuando ya pensábamos que lo teníamos todo hecho allí, en la Explanada y Cementerio de Alcorlo, surgió “Polaris”.
Resulta que por aquellas fechas (1 de agosto) se me ocurrió plantar tres cipreses al borde de la explanada, la idea la tenía clara, de alguna manera tenían que estar situados de tal manera que mostraran el Norte exacto, y con ello la ubicación de la estrella Polar, conocida también como “Polaris”. También esta fotografía, tomada en aquellas fechas en el cementerio del Alcorlo me hizo pensar en ello.
Con la brújula en la mano tracé unas líneas formando un triángulo donde el vértice indicaba ese lugar, no era exactamente el Alto Rey pero le faltaba poco. Los hoyos, o sea, los troncos de los tres cipreses estaban separados entre sí 2.50 metros, con la idea de que en un futuro bastante lejano desde lejos se viera un grupo de 3 cipreses formando una piña, un triángulo perfecto. Como ese tipo de ciprés (el piramidal) no ensancha sino que crece recto y esbelto (es el que suele haber en los cementerios) con esa separación me pareció suficiente.
Allí pusimos también un pequeño monolito formado por dos rocas de diferentes composiciones, una bastante arenosa, de color pardo, y otra muy blanquita, compuesta de cuarcita.
Apenas acabamos esa operación de los tres cipreses y las dos piedras apiladas una encima de la otra y se me ocurrió formar una especie de escultura, de monolito, pero no en ese lugar porque descubrimos que ese trozo de terreno no es público sino que tiene dueño, así que en el fin de semana siguiente nos pusimos manos a la obra, el lugar elegido para ello parecía estar esperándonos, era el ideal, mejor dicho: “casi el único” (teniendo en cuenta que la finca de la Ermita y Cementerio es relativamente pequeña).
Ese fin de semana comenzamos Angelito y yo dando un garbeo por las inmediaciones del pantano; conocemos un lugar que hay piedras de ese tipo, blanquitas, también losas de ese tipo parecido a la pizarra, no teníamos claro cómo iba a ser la construcción así que nos dejamos llevar por lo que nos encontrásemos.
Ya cuando dimos con un grupo de rocas de diferentes tipos, tamaños y composiciones, volvimos a aquel lugar con la furgoneta para transportarlas. A duras penas Angelete y yo nos vimos “negros” para trasladar algunas de ellas.
Estando en esa operación apareció por allí una paisana de nuestra edad (Maribel) que yo llevaba sin verla unos CUARENTA Y CINCO AÑOS.
Con el montón de rocas ya a pie del lugar donde pensamos en amontonarlas en formato vertical lo más estilizadas posible comenzamos a cavar un hoyo de al menos un metro de profundidad, por nada del mundo quisiéramos ver algún día que aquello lo había derrotado el viento dando con la construcción en el suelo.
En pleno verano como era, el hacer un hoyo de esas características fue una penitencia como para no olvidar. El terreno tiene cantos pequeños, de esos que ni pegándoles con una almádena de siete kilos los partes. A cada golpe de azadón y pico dabas con alguno de ellos; aunque solo fuera del tamaño de una nuez te paraba el golpe del “pico retamero”. Aquel terreno estaba “más duro que un camino”. Tratamos de ganar tiempo echando agua en el pequeño hoyo que ya llevábamos, lo hicimos a la hora de comer, para continuar después de la siesta pero, tres horas después casi toda el agua seguía allí, estaba tan duro el terreno que ni el agua lo traspasaba.
En previsión de que algo así nos podríamos encontrar a la hora de hacer el bacho, me había fabricado una barra de hierro larga y pesada, con forma de espátula en un extremo, para que al lanzarla contra el suelo (como una lanza) se clavara al menos diez centímetros. “¡Diez centímetros dice, jajjjaja!” NI DOS CENTÍMETROS en cada golpe, pero poco a poco el hoyo era cada vez más profundo, creo que al llegar a los setenta u ochenta centímetros y al estar tan agotados ya físicamente lo dimos por válido. Esa noche dormí como si me hubiera pasado el tranvía por encima.
A la semana siguiente fuimos allí con toda la artillería necesaria. A la piedra que haría de base le practicamos unos taladros para pasar por ellos una estructura metálica que aguantara vientos y mareas, con el grupo de soldar sujetamos las varillas metálicas, formando una estructura bastante sólida como para sujetar en ella a un caballo.
Perforar con la broca la primera piedra base no costó apenas ni tiempo, menos de diez minutos, y la siguiente, que ya era cuarcita, tampoco fue muy costoso porque de haberse partido la hubiésemos sustituido por otra, pero la siguiente (también de cuarcita) que ya era mucho más pequeña de tamaño, no había manera de conseguir un taladro de diez centímetros de profundidad sin riesgo de partirla.
El problema era el siguiente: Si tratábamos de perforarla de una manera rápida corríamos un gravísimo riesgo de que se partiera y eso no queríamos ni pensarlo porque otra piedra como aquella difícilmente podíamos conseguirla, así que con más paciencia que un santo conseguimos hacer el orificio que necesitábamos, aunque realmente era un poco justo de profundidad.
El resto de las rocas (otras cuatro más) fue más de lo mismo, paciencia, paciencia y empeño, perseverancia…
Como los orificios no pasaban de lado a lado de las rocas hubo que sujetarlas de alguna manera, de lo contrario aquello hubiera parecido un baile de veletas, todas sujetas y a la vez girando sobre sus ejes, por lo que las sujetamos con resina y fibra de vidrio que, como es transparente, apenas si se nota mucho el pegamento que las mantiene erguidas.
San Bartolomé llegaba ya mismo, faltaba menos de una semana, y queríamos que aquel “monumento al coño” (¿qué coño es esto? ¿qué coño han puesto aquí?) quedase un tanto listo y que no se viera a medio construir por lo que tuvimos que emplearnos a fondo, eso sí, las horas de más calor las pasamos bajo el porche, entre siestas y cervezas.
A gritos pedía aquella figura tan alta y estilizada que le pusiésemos algún tipo de protección y pensamos en hacer un círculo con piedras, pero no piedras de cualquier tipo y forma sino algo que tuviera sentido. Algunas personas que pasaban por allí hacia el pantano a darse un baño miraban el monolito con admiración, alguno llegó a preguntarnos que cuantos siglos llevaba allí puesto, otro nos preguntó si era un monumento de origen Celta, otro que si era un punto de comunicación con el Universo, un punto de conexión con algún tipo de energía… etc. Vimos claramente que aquellas piedras apiladas llamaban la atención, tanto que algunos les vimos empujar alguna del centro para averiguar si se movían o estaban firmemente unidas ¡anda que si llegan a estar puestas sin pegamento no duran ni cuarto de hora!.
“¡Ante la duda… pues, la más tetuda!” alrededor del centro pusimos una roca de cada tipo de las que hay por aquel terreno. Una del tipo arenosa. Con la carretilla bajamos a por ella, por la carretera antigua, hasta cerca del agua. Menuda paliza nos metimos con la piedrecita. Lo primero, para echarla a la carretilla nos faltaban por lo menos cuatro cojones más, así que utilizamos el ingenio. Pusimos la carretilla volcada contra el suelo y rodando la piedra la pusimos ya parte dentro de ella, luego conseguimos levantar la carretilla con la piedra dentro, que era lo peor de todo, el resto: cuesta y distancia era lo de menos.
Sobre las rocas, su peso y su transporte yo opino siempre lo mismo: Quienes opinan que las pirámides de Egipto “las pusieron allí los humanos” es porque en su vida han cogido una piedra a pulso, solamente una piedra del tamaño de una calabaza puede pesar más de treinta kilogramos, del tamaño del cubo de una fregona más de cincuenta kilogramos, y a partir de ahí para arriba a ver quiénes, de los “vivos de hoy”, tienen carajos para subirla a una carretilla o tirar de ella con una cuerda, aunque la piedra vaya sobre unos rodillos de madera y el piso sea tan suave y duro como una carretera… ¡Que no me vengan con cuentos si no han peleado moviendo alguna roca!
La siguiente roca debía ser de las que hay a montones por allí, las que utilizaban para hacer cerrados o poner en los suelos de la calle o incluso dentro de las casas, las mismas también con las que construyeron las casas que formaban el pueblo; rocas que tienen un porcentaje de plata, que brillan con el sol, que son laminosas como las hojas de un libro, pues una de esas.
Creo recordar que no lejos de allí encontramos una aparente y con la misma carretilla repetimos el proceso que con su hermana anterior.
Ni que decir tiene que no era cuestión de tirar las piedras allí mismo y que cada rato estuvieran en cualquier modo y manera, incluso alguien podría llevárselas para el jardín de su casa, por lo que hubo que cavar de nuevo para hacer unos hoyos y alojarlas allí, al menos parcialmente. Digo esto porque aparentemente son piedras pequeñas pero no hay que olvidar que debajo del suelo hay al menos otro tanto tamaño de piedra.
Yo ya tenía vistas algunas rocas un tanto “especiales”, se trata de unas rocas más o menos planas que tienen marcadas unos dibujos, en realidad son fósiles marinos. Las tenía localizadas en el lugar de Santecilla. Son rocas, como decía, formadas por ramas fosilizadas. Aunque parezca mentira, estas rocas estaban en ese lugar tan alto con respecto al agua del pantano, pero no es de extrañar porque, hará miles de millones de años que todo aquel valle, lo que hoy es el pantano y más terreno aún, fue un lago, un lago formado por el Bornova y que al no poder salir sino por entre las rocas poco a poco fue formando el Congosto, lugar donde construyeron la presa.
No fue ni fácil ni difícil trasladar las dos rocas desde Santecilla hasta la explanada de la Ermita. Con la Opel Combo fuimos hasta allí, la acercamos lo más posible, luego arrastrando las piedras las pusimos en vertical sobre el maletero y con un poco de pericia y mucha fuerza las metimos dentro.
Las piedras, todas ellas que conforman un círculo, no las pusimos a “lo tonto lo bailo” sino que tomamos como referencia la estrella Polar que, aunque era de día, la brújula nos dijo donde se encontraba.
A la piedra “maestra”, la que se encuentra en línea con Polaris, le practicamos un orificio con el ángulo e inclinación necesaria para que mirando a través de ese orificio cilíndrico se viera la punta del monolito y a la vez la propia Polaris.
Para ello hubo que esperar a la noche, como era verano no hubo dificultad para que se vieran las estrellas, en verano salvo de tormenta nunca llueve.
Con un láser tanteamos y calculamos el punto e inclinación de la broca con bastante paciencia y precisión como para no andar rectificando el orificio, debería quedar bastante redondo y del mismo tamaño tanto en la entrada como en la salida como en el centro de la roca… y así quedó, un único taladro hicimos en ella.
Con el láser puesto en tal posición Angelete me orientaba: “levanta un poco más el taladro”, “muévete un poco más hacia allá”… total que a la primera dimos con ello.
Esa roca, la del orificio, para evitar que con la lluvia, incluso porque algún “cachondo” trate de pegarle un empujón, etc le practicamos un orificio en la parte inferior, por debajo de la superficie, y la traspasamos con una varilla de ferralla de 12mm de diámetro, de tal manera que una vez que la tierra se asienta no hay manera de que se mueva, esté bien orientada con la Polar o no, la piedra ya no se mueve y de hacer alguna corrección (como hemos tenido que hacen en estos años) hay que sacar de nuevo la piedra y calibrarla nuevamente, guiados por un láser y por supuesto: ¡siendo noche! Ya que por el día ni se ve el rayo láser ni se ve Polaris.
Esa noche dormí como un bendito, poco pero bien, porque estaba tan cansado de los hoyos y de danzar todo el día con las piedras y lo que no fueron la piedras que me sentía como si me hubiera pasado el trillo por encima.
Para evitar tener que arrodillarse delante del orificio de la piedra para poder ver a Polaris, a la piedra le instalamos un pequeño espejo (que suele pasar desapercibido) y de esa manera si te colocas delante de la piedra y miras como hacia tus pies ves la punta del monolito, eso si es de día, si es de noche ves la punta del monolito y la Estrella Polar.
Para aclarar todos estos detalles hay puesto un código QR en la base, QR que de vez en cuando hay que reponer porque “algún amig@” que tenemos por allí suele arrancarlo y tirarlo en cualquier parte. Con ese QR llegas a un vídeo explicativo de lo que es aquello, el por qué se hizo y como y donde mirar para ver a Polaris. En este tiempo hemos obtenido algún que otro mensaje en la web felicitándonos por la idea y realización de esa obra. Enlace al vídeo. https://www.youtube.com/watch?v=CrjQbK1Ni54 Este aspecto mostraba la primera noche.
Luego ya unos meses después, con el otoño ya presente tenía este aspecto, la hierba ya había cubierto de alguna manera la obra.
Estando con la obra del monolito de Polaris también nos dio para hacer algunas fotografías y nos acercamos hasta El Alto Rey. Allí practicamos la fotografía nocturna. Esta en concreto la hicimos de esta manera: Angelete estaba al pie de la cámara, yo mientras tanto estaba en la puerta de la Ermita; como la distancia era tan larga nos comunicábamos a través del teléfono, mientras la foto se estaba cocinando yo trataba de iluminar la fachada de una manera lo más natural posible. Hicimos varias tomas…
En septiembre de ese 2021 y como el tiempo aún andaba bueno para dormir en el campo nos pasamos por Zarzuela de Jadraque, allí, al lado del pueblo hay una bonita cárcava, durante más de una hora Angelete y yo anduvimos tomando fotografías e iluminando, cada uno por un lado, la cárcava entera, luego, como la noche estaba más negra que la boca de un lobo continuamos tomando algunas fotos a la Vía Láctea, esto es lo que salió.
Al mes siguiente, en octubre, aprovechando los colores del otoño nos dimos un garbeo por Atienza y aparecimos en Prádena, de aquel día tengo algunos recuerdos de su cámara. El amigo Josemi nos acompañó aquel día en el que el Sugus se cayó a una poza del rio Pelagallinas, perdiéndose durante unos segundos bajo la superficie del agua, y yo me vi ensartado en un pie por un trozo de rama que me caló la bota y se introdujo en la carne un buen trozo, el resto del día fue agradable, descubrimos parajes nuevos. A continuación algunas fotos que me tomó Ángelete.
Y así nos llegó la navidad, ahí le vemos en la puerta de la Ermita, cerrando la puerta, unos minutos antes de marchar a casa una vez instalada la estrella de la Navidad sobre el campanario.
AÑO 2022. Arrancamos el año con un reportaje sobre el 40 aniversario del desalojo de los últimos vecinos de Alcorlo, era finales de Enero. Para ello fuimos allí, al pantano, un grupo de amigos o compañeros, cargados de equipo fotográfico y todo lo necesario para que aunque solo fuera técnicamente, resultara un buen reportaje.
En toda esa aventura, que comenzó después de comer, y acabó ya bien entrada la noche, Angelete se encargó del control de dos cámaras, que no les faltara la batería, que no se pararan de grabar, que el sonido tuviera un nivel óptimo, etc etc; ni qué decir tiene que sin su ayuda dudo mucho que hubiésemos podido realizar aquel reportaje, o al menos que quedara con ese aspecto de profesionales. https://www.youtube.com/watch?v=I7uHyBB9xDs
En esa primavera del 2022 yo anduve por aquellos terrenos, visité la cantera de dónde sacaron los materiales de la presa, las rocas, también hice alguna visita por la montaña que hay enfrente de la Ermita, estas dos fotografías así lo acreditan, pero Ángel no estuvo conmigo, lo que no puedo asegurar es si ya era por cuestión de su enfermedad, su cansancio, especialmente en las cuestas o repechos.
En julio del 2022, cuando su enfermedad aún no mostraba signos, solíamos despejarnos el sueño dando un gran garbeo por los alrededores, en esta ocasión fuimos a buscar un lugar para fotografiar por la noche, nos quedan estas fotos para recordarnos.
Ese verano no fue tan prolífico fotográficamente como en años anteriores pero sí pasamos varios fines de semana completos por Alcorlo, por el día nos entreteníamos con quehaceres o hacenderas y por la noche o bien tomábamos alguna fotografía o sencillamente nos echábamos en unas hamacas a contemplar el Universo, acompañados de té o cerveza, Ángel para eso era especial, siempre llevaba viandas de sobra, las mejores cervezas que he tomado en el campo salían de su nevera, algunas de esas que llaman “tostadas”.
Pero en el verano, ya pasado, en el mes de septiembre, se me ocurrió hacer un vídeo en el que se relataran los tres cementerios que en Alcorlo hubo, o que se tiene constancia de ellos.
Como en esas fechas el agua del pantano está bastante baja de nivel aprovechamos para volar el dron y tomar unas fotos y vídeos del cementerio que estuvo operativo hasta los últimos años que hubo gente viviendo en Alcorlo.
Enlace al vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=7stUHgjB7fg
Como no podía ser de otra manera hice que Angelito apareciese en ese vídeo aportando algún que otro dato. En ese vídeo recordamos parte de la historia de esos cementerios.
En la primavera (Abril) del 2023 nos volvimos a meter otra paliza buena, yo al menos. El Ayuntamiento de La Toba nos plantó allí unos pinos concedidos por la Diputación, pero cuando vimos el tipo de árboles que nos habían plantado no nos gustó la idea pero poco podíamos hacer sino cambiarlos de lugar, la idea era buena, pero en vez de árboles de sombra plantaron árboles ornamentales. Sí, el pino es árbol de sombra sí, pero se tienen que pasar treinta años para que puedas pasar bajo sus ramas sin que te quiten el sombrero y ese no era el plan.
El monumento o monolito “Tributo a Polaris” que en el verano del 2021 creamos allí ,en verano del 2022 unos chavales bromeando lo destruyeron en parte, de poco importó que estuviésemos nosotros allí presentes a menos de treinta metros. Dos semanas después ya estaba reparado pero como otras reparaciones no quedó finamente orientado con Polaris y pensamos dejar la obra hasta la primavera, a ver si con suerte el terreno no estaba tan duro como un camino, ya dije antes que la piedra del espejo la colocamos con intención de que ni dándole patadones se movería, teníamos la esperanza de que si venía un tiempo de lluvias podríamos aprovecharlo.
Estas líneas he recogido de mi diario del mes de abril del 2023:
“el mismo día que lo rompieron teníamos idea de repararlo en poco rato pero el clima era ya frío y no apetecía emplear mucho tiempo en obras de allí y lo dejamos para otra ocasión mejor, aun así no pude por menos que acercarme a contemplar la estrella Polar mirando a través del espejo y orificio de la piedra que aunque al monolito le faltaba parte del material no era impedimento el contemplar la idea del monumento.
Compramos en el vivero dos moreras de sombra y un roble con intención de plantarlos en el mismo lugar que nos pusieron los pinos, estas plantas crecen mucho más rápido que los pinos y cipreses que nos han plantado allí.
La idea era trasplantar los pinos a otro lugar y plantar allí los nuevos árboles.
Al poco rato de ponernos con la obra llegó mi primo Isidoro con su esposa Julia, ya sabían que andábamos por allí liados con ese tema. Pronto mi primo se agarró a una herramienta y comenzó a echarnos una mano, mejor dicho, echarme una mano porque Ángel está físicamente un poco perjudicado y no puede hacer esfuerzos.
Y así sacamos dos pinos y un ciprés, arrancamos dos olivos que llevaban allí desde 2007 y no hacían nada por crecer, total que nos pegamos una paliza de mucho cuidado en cavar, porque la tierra estaba igual que un camino de dura, a veces parecía que picábamos encima de una roca. Uno de los pinos que sacamos lo dejamos metido en una maceta porque no hubo manera de encontrar hueco ni de hacer hoyo para enterrarlo ese día.
Durante todo ese día por allí no fue nadie interesado en la Ermita ni Alcorlo así que tuvimos tiempo de trabajar unas once horas o más, a plena faena…
Ya por la tarde casi noche cenamos y luego nos pusimos con el tema de Polaris, después de pelear durante un buen rato no hubo manera de centrar el orificio con el monolito y la estrella así que tuvimos que arrancar físicamente la piedra y volver a colocarla en el punto exacto, otra paliza nueva que me pegué de azadón, palín, boquilla y lanza que, sumada al trasplante de los pinos, entre todos me dejaron como si me hubiera pasado por encima primero un trillo y luego el expreso de media noche…
Sobre las once y media acabábamos la obra de Polaris, la noche estaba perfecta, negra, la luna, muy fina, creciente, se había marchado sobre las diez, las estrellas brillaban de una manera impresionante, los grillos chillaban como locos sobre las nueve, pero a las once ya no se escuchaba ni uno solo, al bajar la temperatura se amodorraron todos, se durmieron o se murieron”
AÑO 2023. Este año 2023 no fue muy especial en cuanto a salidas con Ángel de compañero, más bien me atrevería a decir que si lo comparo con los anteriores las salidas al monte fueron muchísimo menos numerosas, Angelete ya mostraba bastantes signos de agotamiento para cruzar barrancos, no como en años anteriores que no se nos ponía nada por medio.
El 16 enero 2023 estuvimos por Alcorlo Raquel y yo, Ángel no nos acompañó. Aprovechamos para descolgar la estrella de la Navidad que como en años anteriores estuvo iluminando el campanario. Por la tarde nos acercamos hasta Hiendelaencina para que Raquel viera aquellos parajes tan pintorescos. En los últimos minutos de sol el cielo prometía bonitos colores y salimos de allí a toda pastilla. Al llegar al término de Alcorlo tomé un camino que lleva monte abajo casi hasta el rio y allí, sin perder un minuto más, nos pusimos a contemplar aquel espectáculo que la naturaleza nos ofrecía de manera gratuita; fue algo difícil de repetir ¡Cuánto le hubiera gustado a Ángelito estar allí con su Canon inmortalizando aquellos minutos! Pero como dije antes: “no recuerdo el motivo por el que no nos acompañó ese día”; una lástima porque pudimos deleitarnos durante un rato con esta magnífica puesta de sol que tanto a Raquel como a mí nos dejó huella.
Unos meses después se me ocurrió tallar en unas pequeñas piedras rodadas, (restos de tejas de Alcorlo, recogidas a la orilla del pantano) las iniciales de algunos de mis amigos o compañer@s, no he sido capaz de localizar en el disco (quizás no lo hiciera en su momento) la que correspondía a Ángel con sus tres iniciales (ASA) pero eso es lo menos importante, lo bueno es que en algún lugar lo tendría guardado y espero que su familia no lo tire a la basura pensando ¿qué sería eso y donde lo compraría? El boceto para la talla de Ángel y un ejemplo de aquellas manualidades.
El fin de semana del 15 de agosto me pasé tres días con sus tres noches fuera de casa, por la sierra, Ángel se estaba resguardando del frío de la noche, hacía poco que le habían practicado dos orificios en su cuerpo para extraerle un trocito de pulmón para ver si con ello los médicos podían descubrir qué dolencia tenía exactamente, por eso no me acompañó, pero sí que en esos tres días quedamos uno de ellos para pasarlo en la Ermita de Alcorlo poniendo ya a tiro la fiesta de San Bartolomé. Esta fotografía me tomó estando de siesta aquel día, sin apenas haber dormido la noche anterior, mirando las estrellas.
8 octubre del 2023, Esta foto es la última que hicimos juntos al interior de la Ermita, tratamos de hacer un vídeo con el dron con esa iluminación, de noche, para que fuera más vistosa, pero el dron se volvió tonto y se estrelló contra el cerco de la puerta así que no nos quedó otra que montar el trípode sobre una escalera de tijera y tomar la foto desde el punto más alto que pudimos.
De vez en cuando hacíamos fotos del entorno de la Ermita para crear luego la felicitación de Navidad que enviábamos a los socios cada año. Esta fue la del año de construir Polaris.
En octubre nos dimos medio garbeo y llegamos hasta el agua, le tomé esta fotografía, creo que fue la última que le tomara en el campo. Físicamente no le encontraba tan mal como parecía estarlo pero él no se encontraba ni mucho menos con la misma energía que el año anterior.
Le propuse que me acompañara a dar un garbeo hasta el agua y de paso que me tomara unas fotografías contra el sol, no puso mala cara y finalmente nos dimos el paseo. Le tomé esta fotografía mientras llegaba hasta donde yo me encontraba, nunca llegué a enviarle esa foto de la roca y el árbol. Ese día le animé yo para que me hiciera unas fotos a contraluz. De él no hubiera salido andar por aquellas cuestas.
Si la foto anterior fue la última que le tomé esta siguiente es de las últimas que él me tomara por encargo, mismo árbol, mismo lugar, misma fecha…
Ángel fue una de esas personas que no le gusta aparecer en los medios, que prefiere pasar desapercibido, cumpliendo con sus compromisos pero sin dar publicidad alguna, un ejemplo es lo que hacía con la Lotería de la Navidad, era ÉL quien se preocupaba y encargaba de toda la gestión, de comprarla y de repartirla. Durante varios años trató de conseguir el número 28182 que es la fecha del desalojo de Alcorlo, 28 de enero de 1982, hasta que llegó el año en que lo consiguió, que fue los dos años últimos, pero que al parecer no estamos apuntados a ser ricos con la lotería. Cada año me regalaba un décimo de lotería de Navidad, por aquello de que si nos tocaba nos iríamos al Caribe, jajajaj, al menos a conocerlo, jjajjaj nunca nos tocó nada por ello.
LOS ÚLTIMOS DÍAS CON ÁNGEL.
El declive físico de Ángel, (según mi parecer) comenzó en el 2020, después de que el covid19 nos permitiera volver a caminar por las calles libremente. Probablemente me equivocaré, lo más seguro es que me equivoque al decir que “posiblemente” las CINCO vacunas que recibió Ángel contra el COVID no le facilitaron la vida.
Analizando algunos momentos o situaciones vividas con él me doy cuenta de que sobre todo el último año (por no decir los dos últimos años) ya no se encontraba como para llevar a cabo largos paseos y menos con pendientes, algo tenía su cuerpo que le agotaba la respiración.
El verano pasado y a pesar de que le encantaba pasar las noches de verano conmigo por la Ermita de Alcorlo o sus alrededores ya prefirió no pernoctar por allí, no fuera a ser que un mal constipado pillado a traspiés le perjudicara aún más su sistema respiratorio. Muy diferente fue ese verano del 2023 con respecto al 2022 que fue el verano que más noches pasamos por aquellos parajes, puede que fueran media docena de fines de semana.
En el mes de Julio de ese 2022, estando una tarde en la Ermita, se me ocurrió, ya a última hora, dar una paseo hasta el cerro, siguiendo el camino de las parcelas, la idea era aprovechar el último rato del sol para disfrutar un rato tomando imágenes con el dron, como así fue, hubo una puesta de sol muy bonita que está recogida en el vídeo “Campos de cereal en Alcorlo”.
Le pregunté a Ángel si me acompañaba en mi paseo y me dijo que no, que prefería quedarse por los alrededores de la Ermita; no me extrañó mucho en aquel momento porque también estaba allí mi amigo Pablo y pasarían el rato charlando, pero bien seguro estoy que en otras fechas anteriores Angelete se hubiera venido conmigo, aunque solo fuera para hacerme compañía y pasar el rato, además de para ejercitar las piernas. Tomé una cerveza en una mano y el dron en la otra y me tiré para el cerro.
Por el verano pasado (2023) ya anduvo de médicos de una manera seria, tratando de saber exactamente qué mal le afectaba a su respiración y cansancio. En una primera biopsia no le encontraron una causa aparente por lo que varios meses después fue a Madrid a que le realizaran otra biopsia más efectiva en la que le descubrirían que su enfermedad era una de esas que llaman “raras”, pues al parecer la padece uno de cada 100.000 personas, se trataba de una fibrosis pulmonar, como su nombre indica los pulmones de fan endureciendo de alguna manera hasta que acabas falleciendo por falta de oxígeno en la sangre.
Tampoco en este caso le acompañó la suerte, el día que fue a extraerle sangre no sé qué problema hubo con la enfermera encargada de ello que se tuvo que marchar a casa y volver otro día. Cuando fue a la visita médica unos meses después para saber el resultado de la biopsia se encontró que el archivo enviado desde Madrid se había perdido por el camino, tuvo que esperar a que “lo encontraran” una semana o dos, ya una vez lo encontraron le pusieron un tratamiento que, lejos de resolverle el problema en el mejor de los casos le paralizaría o ralentizaría la enfermedad, porque como dije antes es una enfermedad sin cura.
En la fiesta de San Bartolomé de este año a Ángel nadie le notaría signo alguno de enfermedad. Como en años anteriores se encargó de administrar la lotería que distribuimos a través de la Asociación y por la tarde nos mostraría en la asamblea las cuentas y gastos de ese ejercicio 2023.
Al mes siguiente, septiembre 22, todos los miembros del grupo de watshap “los primos” celebramos en el porche de la Ermita una fiesta cumpleaños de una tía suya que cumplía 90 años de edad, allí vimos a un Angelete metido en harina bailando al ritmo de la música que sonaba, con una alegría y ritmo que ¡quien nos lo iba a decir!
Como Ángel ya se había jubilado en mayo del 2022 este año en la fiesta de la Sierra Norte de Guadalajara, celebrada en Villares de Jadraque, pudo acompañarme y echarme una mano en la grabación del vídeo de ese evento que en los últimos años no he perdonado ningún año. Este año fue en octubre, hablamos del 2023.
Villares está ubicado en una pequeña planicie no exenta de alguna que otra cuestecilla pero como el pueblo es pequeño y ese día se llena de vehículos, habilitaron las eras del pueblo para aparcar allí, las eras están ubicadas en la parte alta del pueblo, para llegar hasta allí hay que subir una buena pendiente.
Cuando ya por la tarde acabó la celebración Ángel me pidió que marchara yo a por la furgoneta y él me esperaría en el pueblo porque era demasiado cuesta para que él pudiera subirla. Y así lo hicimos.
Cierto es que no le di demasiada importancia a ello porque por lo demás Ángel en todo lo que hacía yo le encontraba exactamente igual que siempre.
Llegó noviembre de ese 2023 e igual que hicimos el año anterior fuimos a la Ermita bien pronto por la mañana para dejar abierto el cementerio para posibles visitantes y para pasar el día por allí; el día estuvo fastidiado, medio lloviendo y con bastante frío. Por allí también estuvieron ese día mi mujer, mi prima Ino, mi amigo Pablo y hasta mi hijo.
Al medio día preparamos unas viandas con huevos fritos y pollo, frío hacía pero lo aguantamos bien. Por la tarde Ángel y yo anduvimos preparando la estrella luminosa de la Navidad, revisamos que todos los led funcionaban y la pintamos de color negro para protegerla de la humedad y la lluvia para que el sistema eléctrico no se averiara.
En Diciembre, día 6, volvimos a salir de ruta, esta vez a Cogolludo, allí daríamos una charla sobre la historia de Alcorlo que, como viene siendo habitual era Ángel quien se encargaba de controlar las cámaras que grababan el evento, procurando que no se agotaran las baterías o las memorias, etc.
También como venía siendo habitual, llegando la Navidad, algunos miembros de la Asociación nos reuníamos en una pizzería para cenar y tratar los temas de Alcorlo para el año siguiente; Ángel no mostraba señal alguna de enfermedad. Era el día 19.
Nos volvimos a ver tres días después, esta vez de casualidad, el 22 de diciembre en un bar restaurante, él estaba allí tomando una cerveza en la barra, esperando a unos amigos pues ya llevaban varios años quedando entre ellos para comenzar la navidad con una cena de amigos, igual que venía haciendo yo con un grupo de amigos de los de toda la vida. Al acabar la cena me acerqué a su mesa a saludar a los pisanos y a despedirme de Ángel.
Se pasó la navidad y la idea era volver por la Ermita una vez pasadas las fiestas, entre otros motivos, además del de disfrutar de nuestra tierra, iríamos a descolgar la estrella de la Navidad instalada en el campanario y poner en marcha de nuevo la iluminación de la cruz del campanario.
Los días pasaban y no nos venía bien el ir por Alcorlo, que si llueve que si tengo otras tareas, hasta que el sábado 20 de enero llegué allí yo solo, Angelete no vino, quizás porque tuviera fútbol por la tarde, ya que era un ferviente seguidor del equipo local. Allí me entretuve un rato haciendo un surco alrededor de Polaris para próximamente plantar unas matas de lavanda. Ese mismo día bajé la estrella y por la noche me di cuenta de que no lucían todos los led, al parecer en el último mes la humedad había entrado en el circuito eléctrico y había descompuesto por óxido algún hilo o cable.
Lunes 22 de enero, Ángel y yo anduvimos en mi casa poniendo al día la contabilidad de la Asociación, pues era él quien llevaba esa parte de la actividad, en los últimos siete u ocho años fue él quien lo realizaba, (aunque no figurase en las listas).
Unas notas de mi diario de esos días: “Ayer vino por aquí Ángel, a poner al día los archivos del dinero de la Asociación. Estuvimos con ello durante un par de horas, luego ya llegó mi mujer del trabajo y nos pusimos a charlar sobre la enfermedad que padece Ángel, resulta que al parecer, a pesar del tratamiento que le han puesto, él se nota que va algo peor, y lo más grave es que hay quien dice que quienes padecen esa enfermedad no suelen vivir con ella más de tres o cuatro años y ¡claro! Ángel estaba bastante preocupado y entristecido por ello y es que da rabia que, cuidando tu salud (como lo hace él) llegue un día que te sorprenda con estos males”.
Aprovechamos ese 25 de enero para ir por allí (por Alcorlo) mi prima Ino y yo; plantamos unos esquejes de lavanda haciendo el círculo al monolito de Polaris y luego descolgué la cruz para repararla, era lunes y probablemente le invitaría a Ángel a que nos acompañara pero no sé el motivo por el cual no nos acompañó; una lástima, porque el día estuvo estupendo, un día casi de primavera.
Y así nos pusimos en el día 3 de febrero. Yo, al ver que Angelete durante el mes de enero no me había acompañado en ninguna ocasión a Alcorlo (cosa rara en él) le pregunté si me acompañaría a La Toba, me habían ofrecido la oportunidad de dar una charla sobre Alcorlo, que tratase de lo que fuera, desde la historia antigua hasta los tiempos actuales.
Realmente me sorprendió y agradecí que Ángelete me respondiera con un “SÍ, claro que voy”, yo, de algún modo y casi sin pararme a pensarlo, de alguna manera, probablemente inconsciente, había notado que Ángel le preocupaba su salud mucho más de lo habitual, a pesar de que cada día se hacía caminando una ruta de una par de horas de duración.
Y allí estuvimos, ese 3 de febrero de este 2024, en La Toba. Como en otras ocasiones Ángel se encargó de controlar el funcionamiento de las dos cámaras que puse a grabar, cuando acabó el evento nos marchamos al bar a tomar unas cervezas, eso sí, sin caminar apenas nada, porque lo de caminar para Ángel ya se había convertido en un problema grave de salud, ejemplo de ello es que en la procesión de San Blas que hubo por la mañana yo hice el recorrido del Santo por las calles del pueblo pero Ángel me comentó que él nos esperaba allí, en la plaza, en la puerta de la Iglesia, sabía de sobra que La Toba tiene calles empinadas y eso, su cuerpo, en aquellas condiciones no lograría seguir los pasos del Santo.
Sobre las 20:00 dejábamos La Toba y al poco ya llegábamos a la Ermita de Alcorlo, como ya era noche antes de llegar vimos a lo lejos que la cruz (ya reparada) que habíamos instalado allí esa misma mañana lucía.
Mientras aparcaba la furgoneta en la explanada él fue a echar un vistazo, se volvió en mi busca y me dijo: “sí funciona, pero no te va a gustar”; sabía bien, me conocía tan perfectamente que si todos los led no lucían con la mismísima intensidad yo no daría por válida esa instalación y así era. Si mirabas la cruz de frente todos los led eran idénticos, pero si la mirabas a 45 grados ya algunos proyectaban algo más de luz que otros.
“¿Sabes qué te digo Ángel? Que de momento se queda así, la he puesto fibra de vidrio en toda la instalación, eso ya no se puede corregir, se queda así hasta que se vuelva a averiar, y de hacerlo, fabricaré otra nueva con mucha más precisión que esta”.
A pesar de estar en el mes de febrero y ser ya sobre las nueve de la noche y como nos encontrábamos en uno de los mejores momentos, decidimos merendar allí mismo. Angelete siempre echaba comida a las alforjas por si el día se hacía largo, merendamos opíparamente, disfrutando del momento, el clima era perfecto, el viento no era capaz de mover ni una tela de araña, al ser invierno apenas ni un solo auto pasó durante aquel rato, la noche estaba oscura a más no poder, negra, las estrellas, algunas sobre todo, brillaban de una manera hasta insultante, como pidiendo que les hiciésemos unas fotos, la Vía Láctea era visible aunque poco si la comparábamos con el verano.
No podíamos venirnos de allí sin echar un vistazo a Polaris a través del espejo de la piedra y del monolito, en esta ocasión Ángel tuvo cierta dificultad para localizarla y es que, como ya hemos aprendido, la estrella Polar no está totalmente en el eje galáctico, sino cerca, por lo que a lo largo del año se desplaza un poco con respecto a la punta del monolito.
Siempre que andábamos por allí en la noche y sin nubes mirábamos a ver su posición con respecto el monolito porque una vez la reparamos el año pasado (por la gracias de unos gamberros que destruyeron parte del monolito) tuvimos que recomponer con un láser de nuevo la ubicación del espejo, pero quedó PERFECTO.
EN EL HOSPITAL.
El martes 20 de febrero (dos semanas después de La toba) me llamó por teléfono Ángel, mejor dicho su hermana Elena con el teléfono de Ángel, algo raro porque Elena apenas si me ha llamado dos veces en los últimos cuatro años. Me informó de que su hermano llevaba unos días ingresado en el hospital, que tenía una inflamación en los pulmones, que apenas si podía respirar.
Unos días antes Ángel tuvo que acudir al hospital porque el simple hecho de ir a la cocina o a la habitación y volver era un suplicio, igual que cuando subes un terraplén. En el hospital le recetaron una botella de oxígeno y que se marchara a casa para comprobar si con aquel remedio se le corregía el problema, pero dos o tres días después, en vista de que aquello iba a peor hubo que volver de nuevo al hospital.
¡Como odio ir a la ciudad y más a los hospitales! como tenía una cita el viernes por allí cerca traté de hacerlo todo el mismo día, lo de Ángel no me parecía una cosa de urgencia. Cada día llamaba a Elena para saber si el enfermo adelantaba o se venía abajo. Los tres días siguientes al parecer fueron idénticos, el monitor que tenía el enfermo sobre el cabecero de la cama registraba siempre los mismos valores de oxígeno en sangre.
El viernes 23 estuve en el hospital charlando con Ángel, mejor dicho: “A los pies de la cama escuchando de boca de Elena como habían sido los ocho o nueve días últimos”, porque Ángel se encontraba con el oxígeno entrándole por la nariz y con esa especie de bolsa que tenía puesta en la boca y apenas si se entendían sus palabras, entre otras cosas porque le aconsejaron que no hiciese esfuerzo alguno, ni siquiera el de hablar.
Ángel nos escuchaba, alguna vez intervino, yo veía en su cara signos de miedo, de angustia, me atrevería a decir que en sus ojos vi más que miedo, vi pánico; luego a la hora de la merienda le vi muy alterado, muy estresado, angustiado, irritado, molesto, me daba la sensación de que él se encontraba ante un callejón sin salida, era un “Ángel” totalmente diferente al que todos conocíamos. Debía verse atrapado, igual que un zorro en un cepo, más bien con pocas salidas, de momento gran parte de su interés radicaba en los datos del monitor que, aunque estaba en la parte trasera de la cama de vez en cuando giraba la cabeza y lo miraba.
En un momento dado llegó la merienda… le incorporaron la parte trasera de la cama para facilitarle el paso de los alimentos y cuando estuvo preparado se puso a merendar unas galletas con leche y café.
Me quedé bastante sorprendido de que no resistiera sin el extra de oxígeno ni dos minutos de reloj, el monitor comenzó a pitar porque el nivel de saturación de oxígeno en sangre había descendido por debajo del límite. Se me ocurrió preguntar qué nivel de oxígeno le estaban aportando y me dijeron que “a tope”, estaba a un nivel 15 en la escala, o sea, al máximo.
En ese momento ya comprendí la gravedad del caso. Sin la ayuda del oxígeno hubiera durado solo unos minutos con vida, pero la esperanza no se pierde nunca, mejor dicho NO HAY QUE PERDERLA NUNCA. Ingenuo de mí, pensé que probablemente el paso siguiente sería que le asistieran la respiración mecánicamente hasta que los resultados de los análisis, que le realizaron unos días antes, llegaran, y con ellos le pudieran administrar algún tipo de medicamento, algo difícil ya que se trata de una enfermedad “de poca o ninguna cura”.
Después de un par de horas que ya llevaba yo allí y viendo que se me acercaba la hora de mi siguiente obligación me despedí de Ángel: “Bueno Ángel, te dejo, tengo que irme, ya nos vemos…” él levantó un poco un brazo y dijo algo como “hasta luego”. Bien lo sabe Dios que en ningún instante que estuve allí pensé que sería la última vez que le viera con vida, no cómo era él, sino con vida.
La última frase que recordaré en un futuro de su persona fue una pregunta que me hizo al rato de estar allí; mirándome de frente, sosteniendo la mirada y con un tono de voz muy natural me dijo: “¿has vuelto por allí? “No, mañana tenía intención de ir, pero dan mal tiempo, viento, frío y agua, no sé qué haré.
Ni que decir tiene que aun estando en ese estado de semi agonía el tema de Alcorlo le seguía interesando y preocupando, quizás hasta pensara cuando tendría la oportunidad de volver por allí.
Al día siguiente le pregunté a Elena y al otro día siguiente y me dijo que “igual… está igual”, y yo ya comencé a preocuparme, aún sin entender de medicina yo ya presuponía que aquello podía tener un resultado fatal.
El lunes 26 de febrero, ya por la noche volví a consultar su estado a través de Elena y ahí ya sí que la cosa se torció. Los resultados de algunas pruebas dieron valores de buena salud pero el problema de la saturación en sangre iba de mal en peor, había descendido de los 80 por ciento al 70 por ciento, teniendo en cuenta que con 80 no podía sostener una conversación con 70 no digamos, se encontraba al límite de la asfixia.
Le consulté a Elena si sería conveniente ir a verle al día siguiente y Elena me dijo que “probablemente era mejor esperar a ver si mejoraba de alguna manera”, aunque ambos sabíamos que de mejorar sería por un milagro.
Martes 27 de febrero. A primeras horas del día, sobre las 9:45 volví a casa de dar el paseo matutino con el perro y recibí una llamada de un primo suyo… ¡qué raro! pensé, ¡esta persona apenas ni me llama nunca!… “Agustín, te llamo para decirte que el primo ha fallecido esta noche”. Durante al menos cinco o seis segundos me puse a pensar “a qué primo se refería” porque en el watshap tenemos el grupo “primos” con una veintena de personas y como soy tan despistado buscaba en mi memoria quien podía haberse muerto de los del grupo, pensaba que sería algún primo que andaba enfermo y yo sin saberlo pero ¡NO, ERA EL ÁNGEL!
En ese instante te recorre por tu ser dos sentimientos contradictorios, por un lado piensas “bueno, al fin descansó de esa penitencia que le estaba matando” y por otro lado: ¿pero cómo puede ser? ¡Si hace tres semanas estábamos merendando opíparamente en Alcorlo! ¡No puede ser! Pues al parecer lo imposible era cierto.
LAS ÚLTIMAS OCHO HORAS.
Hay noticias, hay detalles, que es mejor no conocer. En el velatorio se arma un gallinero del carajo, todo el mundo hablando a grito pelao como si fuera una fiesta, ya cuando prácticamente no quedaba allí ya casi nadie le pregunté a Rafa (su cuñado), _que estuvo a su lado desde la tarde anterior_ cómo fue el desenlace y esto me contó que, a duras penas trataré de reflejarlo en estas líneas con la intención de ser lo más acertado posible.
Uno de los alimentos de la cena era un yogur, Rafa le ayudó a tomarlo. En esas fechas la saturación la tenía sobre 70, un valor bastante bajo por lo que Ángel se comenzó a poner bastante nervioso físicamente.
Al parecer, el protocolo funciona así: Si el paciente está consciente, debe ser él quien trasmite a los enfermer@s si necesita algún tipo de calmante o similar, en caso contrario serían los familiares allí presentes.
Ángel solicitó que le suministraran algún tipo de calmante porque andaba ya luchando contra la asfixia, al parecer le pusieron morfina. Al rato, en vez de ir a mejor, Ángel comenzó a empeorar drásticamente, el nivel de saturación bajaba cada vez más y todo era un círculo vicioso.
Al parecer desde las doce de la noche hasta casi el amanecer, hora en la que Ángel expiró, Ángel entró en una agonía de asfixia semejante a cuando a un pez lo sacas del agua, ahogándose en vida, luchando por cada bocanada de aire, tratando de capturar el oxígeno que necesitaba y que aunque de aquella manera artificial se le trataba de introducir en sus pulmones estos estaban tan inflamados que no absorbían prácticamente nada de él.
Rafa, pidió a los enfermer@s que hicieran algo para evitar aquello y lo que obtuvo por respuesta fue: “No podemos hacer nada, el protocolo es el protocolo” “¡es el enfermo quien debe solicitarlo!” y así una y otra vez y “¡vuelta la mula al trigo!” En resumidas cuentas que, Ángel acabó padeciendo un calvario tratando de agarrarse a la vida mientras miraba impotente cómo los valores del monitor (que era su referencia) estaban cada vez más bajos.
En un momento dado Rafa pidió que apagaran aquel maldito monitor, ya que tienen otro idéntico en la sala de control, pero sus palabras se hicieron sordas.
Por una razón o por otra el caso es que se marchó de una forma cruel, como al pez que lo sacas del agua y trata de tomar por todos los medios ese oxígeno que necesita, como a un ahorcado, privándole del aire, retorciéndose cada momento, luchando por alargar su vida unos segundos más por ver si a última hora llega el milagro.
Quizás, solo quizás, si en vez de unas jóvenes enfermeras con poca experiencia (que eran las que había en ese momento allí desempeñando esas funciones), Ángel hubiera tenido solo un poquito de suerte y hubiera dado con personal de más edad y con ello de más experiencia, dejando a un lado los protocolos, sus últimas horas no habría padecido semejante calvario, un calvario que, como dice el pueblo llano: “No se lo deseo ni a mi peor enemigo.
Con este tipo de finales cabe preguntarnos si alguien o algo tiene en cuenta en ese momento tan decisivo nuestra vida de servicio a nuestros semejantes y el pasar por el mundo sin generar ruido ni malestares…
Hay que comprender que dictar leyes no parece que sea cosa fácil. Crear una ley GENERAL para este tipo de situaciones, que sirva para cualquier caso, ya debe ser difícil. Posiblemente quien o quienes la aprobaron no se habían visto nunca en tal aprieto, porque ya sabemos, hay leyes para proteger la naturaleza que quien las dictó no distingue un olmo de un abeto y además pocas veces estuvo en el monte, salvo de cacería y porque le invitaron. En fín, que no nos toque pasar por ahí…
A MODO DE DESPEDIDA.
Ángel, me hubiera gustado decirte “¡Hasta pronto Ángel, hasta pronto!” pero de nada servía ya el hablarle a una caja o a quien estuviera dentro de ella, aun así te diría, te pediría, que nos eches una mano de la forma que sea, porque la vamos a necesitar, ahora ya a tu manera.
En este relato he reflejado solo algunos de los momentos que pasamos juntos, quedan muchos en el tintero, pero con 41 páginas yo creo que ya cualquiera puede hacerse una idea de cómo trascurrieron esos NUEVE AÑOS de mutua convivencia, aunque solo fuera a ratos.
Ya me gustaría a mí dejar la huella que Ángel dejó en algunos de nosotros. Como decía aquella canción _más vieja que la Cuesta de la Vega_ “Cuando un amigo se va algo se muere en el alma… al parecer es una canción compuesta e interpretada por el compositor y cantautor argentino Alberto Cortez. Según él, la canción fue escrita al morir su padre, quien había sido para él su mejor amigo, año 1969.
C O N T I N U A R Á…