Capítulo 007 El Molino Zarzuela

Cientos de veces escuché a mi padre hablar del “Molino Zarzuela”, historias de la postguerra, anécdotas con la Guardia Civil, relatos de caza por aquellos barrancos etc etc pero a pesar de que anduve pescando con él durante muchos años muy cerca de ese lugar nunca llegué a poner mis pies allí, me resultaba misterioso y enigmático por tantas historias escuchadas por ello se convirtió para mí en un  punto obligado de visitar.
El 30 de julio de 2000 y aprovechando que mi familia andaba ya en la playa encontré el momento perfecto para pasar la noche bien allí o en cualquier otro punto cercano al molino ya que no sabía muy bien si lo encontraría, solo sabía que estaba en el cauce del Bornova; esto hoy suena ridículo o absurdo porque con el Google Earth podemos establecer la ruta perfectamente pero en aquellos tiempos no todos teníamos ordenador en casa y las máquinas fotográficas digitales se comenzaban a ver, la que utilicé era una Fuji 2900 de 2.8 mpix de las de 1100 euros de los de entonces…

Parte 1. El molino y yo:
Ruta perfecta para comenzar el sábado por la tarde para caminar un par de horas y hacer noche en cualquier punto, luego contemplar el firmamento y gozar del silencio del campo hasta que el sueño se apoderase del cuerpo y del alma para continuar con un “mañana más”.
El plan no salió bien porque justo cuando ya estaba recogiéndolo todo para la partida mi puto móvil de empresa me reclamó para volver al trabajo, es lo que tiene ser un esclavo. Acabé de poner en marcha la máquina principal de la fábrica después de las 22:00 por lo que se me jodió el disfrutar del campo y su silencio y bla, bla bla…

A las 9:00 del día siguiente ya estaba en ruta, no quise madrugar demasiado por si tenía que volver al trabajo, tiempo estimado para abandonar el auto en mitad del monte: 2 horas después. Total que sería media mañana de pleno verano, detalle que no contemplé por mis ansias de llegar allí, entre otras cosas porque no era lo previsto.
Por esos montes siempre hay un paisano que pasa los fines de semana en su pequeña casita de aperos pero cuando le dije que si me acompañaba a ir al “Molino Zarzuela” me miró como diciendo ¿no tienes otro día para ir? Es que nunca he estado y como ya he echado la idea…. ¡Pues no, lo siento mucho pero según está aquello de maleza y con el calor que va a hacer hoy no, no voy!

mi padre ni se lo comenté, con sus 71 años en la espalda no hubiera sido posible pero me hubiera gustado una barbaridad volver a escucharle sus relatos por aquellos montes una vez más, unos años antes le hubiera hecho tanta ilusión que ni lo hubiera dudado pero con lo mayor y débil que estaba ya ni se me pasó por la cabeza y lo único que hubiera hecho es quitarme la idea y hacerle pasar mal día pensando en los peligros del campo, ¡una persona sola entre aquellos andurriales llenos de jaras y barrancos! ¡ni se te ocurra!….

Cuando uno tiene ilusión _por lo que sea_ no mira los contratiempos que puedas encontrarte y eso me pasó a mí, tenías tantas ganas de ir al molino que me daba igual el calor, las cuestas, los tábanos o la sed, quería ir y fui.
Para ir allí hay dos lugares de referencia, uno es Hiendelaencina y el otro Zarzuela de Jadraque pero desde cualquiera de ellos hay que ir a “pata” casi todo el recorrido.

En este dibujo se ve la ruta que hice, (lado derecho)  en verde el camino por el monte en auto, luego en rojo el resto, se puede apreciar los dos barrancos que hay que atravesar; la otra ruta (lado izq) es la que hice varios años después con el perro que es el motivo de este relato, parte 2,  que sale de Zarzuela, línea verde en auto y anaranjada a pie; la línea azul es la correcta y más corta, la descubrí cuando llegué al molino la segunda vez, un caminito sin barrancos ni jaras aunque los tábanos en verano no te los quita nadie, ja, ja, ja….
.molino-zarzuela-alcorlo-web

Antes de llegar a Hiendelaencina surge un camino que entra en el monte un par de kilómetros y se puede ir con auto (línea verde), ese lugar lo conozco bien por las veces que lo anduve de caza con mi padre ya que es término de Alcorlo, todo controlado. Después allí se quedaría el auto para continuar “tronchando jaras” un par de horas hasta llegar al destino (línea roja)

Varios fallos cometí ese día y uno de ellos fue el estrenar unas botas. No se debe hacer una caminata larga sin saber cómo responde el calzado y así me pasó, una hora después llevaba en un pie las dos plantillas y en el otro ninguna, la maldita bota me estaba fastidiando un pie.
Segundo fallo: la bebida, como tenía pensado ir “al río” ¿para qué voy a llevar agua?, las coca colas  que llevaba desaparecieron andes de divisar la cola del pantano. Llegando al medio día ya estaba en este punto y no sabía muy bien lo que me faltaba aún, vista de los restos de un molino aprovechando el agua del Bornova, seguro que lleva más de 140 años sin utilizarse. Pertenece al término municipal de Hiendelaencina.
En la siguiente fotografía se pueden ver las ruedas de la molienda, la grande servía de base y la otra giraba sobre ella, el grano por supuesto quedaba entre ambas. Me pregunto cómo y de dónde acarrearían esa mole que es de una sola pieza aunque en aquellas montañas existen bloques de ese mineral.


A partir de ahí ya caminé por las arenas que el pantano ha ido creando destrozando las piedras con el vaivén de las aguas.
Llevaba tanto tiempo queriendo ir a allí que no dejaba de hacer fotos y vídeo. Además de mi Fuji llevaba una de las primeras filmadoras domésticas miniDV, de marca JVC de mi amigo Edu, era una miniatura poco mayor que el de una caja de tabaco, ocupaban más los billetes que costó que la máquina (1200 euros) este fue el tercer error ya que sus imágenes no sirvieron ni para mostrar por tanta compresión y poca calidad.

El Bornova por ese lugar camina zinzageando todo el rato por un estrecho barranco por lo que el molino no aparecía y ya era medio día cuando de repente al girar una curva me lo veo ¡¡¡allí está!!! ¡¡¡el Molino Zarzuela!!!.

Retrocedí unos metros para comenzar a grabar el vídeo para mostrar como aparecía al tomar la curva del río pero la maldita grabadora daba un error… ¡me cagüen to!  ¡¡¡Tengo la miel en los labios y no me la puedo tomar!!!, ¡pues como pueda no me quedo sin grabar! Saco el móvil y …  _por aquellos tiempos ya andaba con móvil, de empresa ¡claro!_ …  lógico, ¡no hay cobertura!… en esos barrancos ¿qué quieres? No me quedó otra que tomar caminito cerro arriba hasta “encontrar la onda”.
Cuando uno es joven tiene energía para regalar, una caminata más cuesta arriba después de lo que ya llevaba no me iba a importar.
Consigo  pillar la onda y “El Edu” me dice que nunca había visto ese “error”, me temo que la máquina se había calentado de ir en el macuto el caso es que otra vez para el río a intentarlo de nuevo.
Varias veces meto y saco la cinta en la cámara y en una de ellas se pone a funcionar pues ¡hala! “pa´ lante” y a ver si llegamos al molino de una vez….

Ya no había prisa, empleé un rato en cotillear todo lo que había por allí, poca cosa por decir algo, el agua del pantano lo inundó durante varios años y había llenado de arena parte de las instalaciones, el resto estaban a punto de hundirse, también esperaba encontrarme más construcciones, mucho más “molino” pero es lo que había, supongo que era la casa del “molinero” con su familia y punto…

Bueno pues como decía mi padre: “ya matada la rabia” _objetivo conseguido diría yo_  ya no había prisa, ya estaba todo visto, foto va foto viene y a darme un baño porque ¡joer qué calor hace en verano en esos montes!…

 

No hay “pozas” grandes en ese lugar, me refiero a poder nadar así que refresqué mi cuerpo lo mejor que pude cuando de repente sentí un pinchazo fuerte en un pie, ¡qué raro! ya que el agua está completamente cristalina y se ve bien donde pisas, con cuidado saqué el pie del agua y ¿qué me encuentro?… un enorme anzuelo (por supuesto oxidado) de los que emplean para pescar las carpas del pantano que quizás llevaba allí varios años perdido.
Desde que tenía siete u ocho años siempre he llevado una pequeña navajita conmigo eso me ayudó a sacarme como pude el maldito anzuelo, si ya andaba mal de un pie ahora esto, no recuerdo si fue en el pie de la bota de doble plantilla o en el único pie que andaba bien, ja,ja, ja…  aún tuve humor y tiempo para hacerme esta foto para recordar el anzuelitooo.

 

Ahora quedaba el retorno, volver al auto era otra historia porque ahora hacía más calor, estaba más cansado, me dolían más el pie o los pies, a los tábanos ya se les había “calentado la sangre” y estaban rabiosos dando vueltas alrededor de mi cuerpo buscando un despiste y el lugar donde sacar un poco de sangre, la bebida era agua del río en una pequeña botella por lo que había que racionarla hasta llegar al coche… Este fue otro error que no sé si ya comenté, la bebida.

Salí del río y lentamente fui ganando altura por la ladera para ahorrar energía porque bajar se baja siempre bien; atrás y abajo quedaba el molino, en la siguiente foto al fondo se ve el camino más fácil del que hablé al principio para llegar al molino y al fondo del todo, en la colina, se ve Zarzuela.

Hubo un punto al cruzar el primer barranco que no sabía qué hacer, ni hacia abajo ni hacia arriba ni de frente así que tiré el trípode por encima de los espinos/zarzales y a rastras como pude crucé por una especie de túnel lleno de hierbajos, cardos y zarzas que me atrapaban como si de ello dependiera su vida, pocos pero difíciles metros entre piedras, maleza y cuestas, me las vi putas, el siguiente barranco fue casi peor porque fue más largo en cruzar, la maleza era bajita, hierbas y pequeñas jaras pero la cuesta era “muy puta”  y más a esas horas que serían las cinco de la tarde, llevaba una grabadora de voz y durante unos minutos fui relatando lo que veía y sentía, por ahí tengo el archivo que dice más o menos así: estoy en un barranco que baja de Las Minas, es media tarde, hace un calor insoportable, al respirar parece quemarme la garganta y las entrañas además parece que el aire no contuviera oxígeno, la sensación es más de cincuenta grados, la hierba está más seca que el tabaco, si cayera una cerilla correría el fuego como la pólvora y sería imparable, apenas se puede respirar porque el aire quema mejor dicho: abrasa y los brazos arden cuan dos trozos de madera, no sé como un cuerpo se puede refrigerar en este ambiente; en todo el día no he visto ni sentido ni un animal, ni de cerca ni de lejos, estoy a una distancia de varios km de cualquier población y siento que no hay vida en todo este territorio, solo yo cruzando esta ladera… ¡qué soledad, qué silencio, qué fuego!… todas esas frases se fueron grabando entre jadeos producto de la caminata cuesta arriba ¡claro!.

Llegué al coche sobre las seis, allí había bebida fresca con bastante hielo en el fondo de la nevera, me tumbé un rato debajo de uno de los pocos robles que hay en aquel lugar para retomar un poco de energía y disfrutar de la soledad de aquel lugar que tantísimos recuerdos me traía desde la primera vez que fui caminado con mi padre al mercado de Hiendelaencina a vender patatas y hortalizas _cuando yo tenía siete u ocho años (13×2 km)_ hasta los últimos años de caza con él pateando todas aquellas colinas recordando cada tiro que habíamos pegado o cada pieza que habíamos abatido… La vida es un sueño, un sueño que no dura nada, aunque a veces puede ser una pesadilla que no se acabe nunca…

Parte 2: El perro y el Molino.

Cuando ya habían paso siete años de aquel viaje “sin cabeza alguna” al molino y aprovechando que el veneno de la fotografía circulaba ya por mis venas ¡qué mejor que visitar otra vez el molino!  Y esta vez ¡con mi perro!, protagonista de esta historia.
Las ruinas siempre ofrecen muchas posibilidades fotográficas. Me había informado de cómo llegar por otras vías _porque ni se me pasaba por la cabeza el volver por el mismo lugar que la vez anterior con el Yuco_  me habían comentado que desde Zarzuela llegaba un camino que en su día estaba muy transitado y se tardaba poco en llegar así que empleé un día de mis  vacaciones y a media mañana  el Yuco y yo pusimos allí nuestras patas.

El Yuco era de las primeras salidas de día completo que hacía al campo, era un animal para mi gusto de raza poco “campera” ya que en la cola tenía mucho pelo del tipo y aspecto “lanoso” era largo y se le enredaba con facilidad en los zarzales por lo que se quedaba atrapado como en un cepo, para eso sí que era un perro cobarde, lo hemos visto atrapado por el simple hecho de que una zarza se le enganchara en la cola y si no ibas a rescatarlo se quedaba allí “clavao de patas” esperando que alguien le socorriera…

Según el mapa del principio dejamos el auto a media mañana cerca del pueblo, donde el camino se ponía difícil ya que había llovido recientemente (línea verde) el resto a pata (línea anaranjada).
Desde ahí no se veía el molino pero yo ya sabía por dónde estaba, tampoco se apreciaba ningún camino que indicara que llevaba a él así que pronto surgió la duda: ¿qué lado del barranco tomamos? El de la izquierda parecía más limpio pero el de la derecha era más cercano así que tomamos el que aparentemente era el que más nos convenía, el de la derecha.
El primer tramo era fácil, unas dehesas con hierba ya seca fácil de transitar pero de repente aparecieron las jaras. Jaras, espinos y zarzas se iban haciendo cada vez más difíciles de atravesar, saltar o sortear, la pendiente era muy acusada y algunas jaras (producto de su peso) crecen horizontales haciendo un abanico  de 180º grados que no sabes/puedes cómo salvarlas.

Yo siempre suelo llevar un palo o bastón para ayudarme en esos casos, para desde evitar una caída por un resbalón o apartar una zarza o espino.
Había decidido aquella ruta así que no nos quedaba otra que continuar como pudiésemos hasta salir de aquel atolladero.
El equipo de fotografía iba en la mochila y sin intención de sacarlo pero aun así no necesito de una foto para recordar el momento de una de las veces que miré para atrás y vi a mi pobre perro caminando completamente pegado a mis talones pisando con cuidado los troncos de las jaras porque el suelo quedaba inalcanzable para él, me recordaba los malabaristas caminando por la cuerda floja, era totalmente imposible ni subir ni bajar la ladera, solamente y con mucho trabajo continuar de frente como pudiésemos siempre con la idea de encontrar mejor camino un poco más adelante.

Lo que hubiera supuesto un paseo de menos de una hora de duración se convirtió un más de dos horas hasta llegar al Molino, en cuanto lo divisé ya saqué la cámara y empezaron a caer las primeras fotos. El molino al fondo, que ni se ve…  A la izquierda se ve el caminito “fácil”._DSC0113-web

Si no conoces la ley de Murphy no sabrás de qué hablo pero si es así entenderás lo siguiente.
Pocos metros antes de llegar a la construcción del molino, estando a medio cerro, se escuchaban cascarros y cencerros de cabras u ovejas pero no se veían, ¡qué casualidad! Vienes a un lugar perdido en el monte y coincides en tiempo y lugar con otros seres ¡¡¡¡¡cómo lo odio!!!!

Al poco rato empezaron a aparecer en el cerro de enfrente las primeras ovejas, normalmente llevan perros y/o pastor pero de este no se veía ni rastro no así de los perros que había varios.
Probablemente ese rebaño no pasa por ahí dos veces al mes pero coincidimos en tiempo y lugar, con media hora de diferencia por parte de cualquiera de nosotros no hubiésemos coincidido pero no fue así.
Tardó el Yuco _que en aquella época tenía tres o cuatro años y no le dolían las caderas_ “cero coma” en dejarme allí con su correa en la mano y dando voces de ¡¡¡Yuco ven aquí!!!!!.  En cuanto divisó a lo lejos sus semejantes y salió corriendo yo lo vi claro, las ovejas siempre llevan algún mastín por lo que con lo “chinche” que era mi perro _que le gustaban todas “las perras y todos los perros”_ el mastín y sus amigos le iba a dar una paliza de cuidao…..

Salí corriendo tras él gritándole  ¡¡¡Yuco, Yuco ven aquí, Yucoooo!!!, cruzamos el río corriendo uno detrás del otro, él con mucha facilidad y yo dando brincos ya que en esa época baja muy poco agua pero de poco sirvieron mis voces ni mis gritos porque “El Yuco” allí me dejó tras él cada vez con más distancia por medio con el pensamiento  ¡¡¡me quedé sin perro!!!  ¡¡¡me matan al perro!!!.

Menos mal que la cosa no pasó de olerse los culos y saludarse, quizás no habría perra en el grupo o yo que sé… pastor tampoco había con los animales así que recogí al perro y volvimos al Molino donde dejé mis pertenencias mientras las ovejas continuaban pastando a media ladera río abajo perdiéndose en el recodo del río dirección al pantano…

Era el 26 octubre de 2007 y no hacía tiempo de baño pero a mi perro le importó poco el revolcarse por el agua y por la arena, esta foto refleja la felicidad de ese momento, revolcándose en la arena, en su salsa, con su cabeza ladeada girándola levemente con sus penachos de pelo levantado en la cabeza cuando le hablabas, ajeno e ignorando que con un poco de mala suerte ahora podía estar yaciendo en la ladera pero nada puede luchar contra el instinto…

Ya en el molino nada de lo que vi me sorprendió pues ya conocía el lugar, fotos espectaculares no hice ninguna así que como no sabía cuándo sería mi tercera visita al molino fotografié todo lo que vi con cierto interés desde la pequeñísima altura de la presa para canalizar el agua hasta la rueda del molino o los detalles de los casquillos de madera del eje de la rueda que molía, ¡qué primitivo todo! Parece mentira lo que ha evolucionado el ser humano en menos de un siglo en cuestión de tecnología porque en otros aspectos somos más burros que los “pollinos” que utilizaban nuestros antepasados para la carga pero en cuestión de hacernos daño y la vida imposible ahí también hemos afinado y perfeccionado la técnica…
detalle del casquillo de madera en el extremo del eje que movía la rueda. detalle del trenzado de hierro de las tirantas del puente.detalle de la presa diminuta a más no poder.

Recientemente me contaba Rosario (una paisana) que en los años de la postguerra era un punto de encuentro de trapicheo además se controlaba de cerca la molienda por lo que la guardia civil frecuentaba esas instalaciones y para avisar de la presencia de estos o incluso de cualquier extraño unos perros entrenados hacían guardia día y noche.

Jesús me cuenta también que el último molinero de allí aún lo recuerda con su yegua transportando el trigo y la harina hasta los pueblos, él mismo se encargaba de llevar el grano y devolver la harina, esto sucedía por el año 1960.

Para finalizar: Tanto el primero como el segundo viaje «al Molino Zarzuela» los recordaré como agradables, cada vez que pasan esas carpetas donde contienen las imágenes en mis discos duros hago una parada y todo lo relatado pasa por mi cabeza especialmente el viaje con el Yuco que quitando el susto de los perros y el rato de la maleza disfrutamos enormemente de la excursión de ese día.

Última revisión 2 de septiembre 2020. gracias por llegar hasta aquí. alcorlopantano.com