Si se pudiera hablar sobre cobardías o valentías en los animales al Yuco se le puede clasificar como ambas cosas. Como perro valiente se puede entender el que si se tiene que pelear con otro animal no le importa el físico, me refiero a que el adversario sea mucho más fuerte, si es así el Yuco fue valiente, muy valiente, sobre todo cuando iba agarrado con la correa, ja, ja, ja. Nunca fue un perro pendenciero, nunca fue él en los escasísimas veces que se pegó con otros quien comenzara la pelea si no que se acercaba siempre agitando la cola en señal de “hola, somos amigos” ¿Quién eres” pero no siempre resultaba ser así, yo ya lo tenía aprendido como iba a ser la reacción, cuando te juntabas con otros perros en el mío conocía su reacción, lo primero era olisquearle agitando la cola y emitiendo pequeños gemidos pero si el otro se quedaba “más quieto que un gato de escayola” ¡malo! Al momento ya se estaban enganchando a mordiscos.
Siempre hay unos cuantos perros en el barrio con los que no se lleva bien el tuyo, esto al parecer es un mal común, el caso es que al Yuco le daba igual que fuera pequeño, mediano, grande o de raza peligrosa pero como no le gustara ya le estaba ladrándole desde muy lejos.
El primer caso fue un pastor alemán de un vecino, animal ya muy mayor que nunca le escuché ni “guau” pero este desde el mismísimo primer día en cuanto lo veía que se acercaba a cincuenta metros ya estaba ladrándole, el otro animal venía siempre atado y no abría la boca, yo al principio le daba una patada al mío para que se callaba pero el ladrido se cambiaba a gruñido o chillido y seguía con la misma canción.
Tan solo una vez le mordió un galgo de un vecino que andaba suelto, una semana estuvo medio cojo pero ahí quedó todo, otra vez se enzarzó con otro de su estatura y perdió varias piezas dentales pero es tema de otro capítulo…
Por regla general no podía ver a perros de esos que llaman de “razas peligrosas” y aunque no se puede generalizar siempre sostuve la idea de que _al menos este perro_ era capaz de detectar la “mala leche“ de los animales y el cariño de los humanos, un ejemplo: a veces simulábamos una pelea los chicos y yo revolcándonos por el suelo del comedor y el perro se metía por medio gimoteando para que parásemos la pelea, así que lo teníamos que suspender, luego el perro nos intentaba lamer, supongo que las heridas imaginarias… supongo que eso va impreso en los genes de estos animales; mis hijos de esto quizás no se acuerden aunque a veces lo hemos comentado, eran los primeros años…
Valiente era el que más sobre todo cuando se trataba de asustar a los gatos, se ponía a ladrarles armando una escandalera sonora que “pa qué” pero se le pasaba al momento, parecía que disfrutaba haciéndoles correr, no le importaba si el animal estaba debajo de un coche o a cuarenta metros, en cuanto lo veía intentaba salir corriendo tras él y esa costumbre la tuvo incluso cuando no era capaz de levantarse, era ver un gato y a toda costa quería salir a por él.
Alguna vez de los que iba suelto corrió los gatos, yo me descojonaba viendo cómo se divertía, yo sabía de sobra que al gato jamás lo alcanzaría pero era ver la escena y partirse de la risa porque cuando había conseguido lo que buscaba _que era espantar y asustar al gato_ volvía después de la corta carrera “como flotando”, tan chulo, como si hubiera triunfado en una batalla súper importante, volvía todo chulo con la cabeza alta y la cola levantada y con un trotecillo chulesco que _repito_ me partía el pecho de la risa, me recordaba algunas viñetas e los comic.
Aprovecho para contar DOS anécdotas muy cortitas sobre los gatos y algún caso más.
1 _ Transitábamos una vez por el casco urbano y caminaba suelto pero siempre muy cerca de mí, mejor dicho: yo cerca de él porque el que mandaba era ÉL, tanto en la ruta elegida como en el tiempo en cada parada o “vía crucis” el caso es que veo que había un gato detrás de la rueda de un coche por la parte interior del vehículo pero el perro desde ahí no lo podía ver, al momento vi la película, vi lo que iba a suceder, el perro se metería en los bigotes del gato y veríamos a ver quién se sorprendería más.
El perro seguía caminando haciendo lo mismo desde hacía rato que era olisquear todas las ruedas de los autos que se iba encontrando a su paso ¿qué tendrán las ruedas o esas gomas que siempre andan olisqueándolas los perros y meando en ellas?.
El perro caminaba con la nariz a ras de suelo buscando lo mismo de siempre, nuevas huellas y olores cuando de repente detrás de la última rueda de ese auto se encontró a menos de un palmo con los bigotes del gato, la reacción del gato no lo sé porque la rueda me impedía verlo pero la del Yuco fue un salto hacia atrás a la vez que trataba de ladrar pero del susto le bloqueó la garganta y en vez de ladrido le salía alternativamente una especie de quejido/chillido/ladrido que no acertaba a articular ladrido alguno como los suyos habituales, chillaba, ladraba y gemía todo a la vez, daba medio paso “pa lante” y uno “pa trás”… yo me partía de la risa, justo igual que ahora que me están corriendo las lágrimas de la risa en recordar el momento…
Después, con el tiempo y después del caso siguiente comprendí que la cosa pudo salir mal porque no sería la primera vez que un gato deja ciego a un perro de un zarpazo, con estas cosas no se debe jugar.
2 _ era una noche que acabábamos de comenzar el paseo, normalmente el perro iba suelto hasta el primer cruce de calles, en esos días caminaba muy bien, llegábamos hasta allí medio corriendo, justo al doblar la calle por la acera venía corriendo un gato _creo que asustado_ y coincidieron en el vértice de la esquina el perro y el gato, al gato no le dio tiempo a parar y casi se dan un cabezazo perro y gato el caso es que el gato _mucho más ágil_ saltó por encima de la cabeza del perro totalmente histérico y bufando pegando zarpazos a diestro y siniestro, de momento me dio un golpe de risa que “pa qué” pero luego comentando el tema con Martín nos dimos cuenta que las risas podían haber tenido un mal final, no hay más desgracias porque Dios no quiere…
Sobre «los Cobardes» hay escritos pocos libros pero sobre la “cobardía” del Yuco escribiré varios detalles que también eran curiosos…
Recuerdo una noche que andábamos en las afueras del pueblo donde la luz de las farolas ya se pierde y nos descubrió Diana que volvía a casa, el perro andaba por allí en “sus quehaceres” cuando escuchó a Diana que venía hablando pero no la reconoció, al escuchar los sonidos se puso a mirarla y como era un contraluz solo se veía una silueta humana que caminaba hacia nosotros, el perro corrió hasta situarse detrás de mí y metió la cola entre las patas totalmente acojonado, luego cuando Diana llegó y reconoció su voz comenzó a mover la cola pero el susto no se lo quitó nadie… ¡¡¡vaya defensa tengo con este perro…!!!
Era tan cobarde que se quedaba atrapado por el simple hecho de que una hierba o una zarza que se le enganchara en la cola ya no era capaz de moverse, una simple paja entre las patas ya no caminaba, situación que cualquier otro perro la salvaría sin perder ni un segundo, las pinchas, los caíllos o abreojos era su perdición.
Cuando se pinchaba con un cardo o sencillamente se le metía entre los dedos una simple paja se quedaba parado con la pata correspondiente en alto, allí quieto hasta que ibas y le solucionabas el problema, es que se paraba en seco y no daba un paso.
Pánico le tenía al secador de pelo que nunca lo pudimos utilizar con él después del baño, el aspirador era pavor, como notara que le “absorbía” aunque fuera débilmente le tiraba los dientes….
Nada más adoptarlo cogimos de hobby el aeromodelismo, cuando hacíamos pruebas con los motores eléctricos en casa era escuchar el zumbido y no sabía dónde meterse.
El primer avioncito que intentamos volar lo hicimos en una explanada en el campo, no sabíamos si seríamos capaces o no, el caso es que después de asegurarnos de que los mandos respondían y las baterías tenían fuerza para mantenerlo en el aire cuando nos disponíamos a lanzarlo nos dimos cuenta de que el perro no estaba, pero lo malo es que tampoco se veía por el campo, solo llevaba con nosotros seis meses y aún no conocíamos bien su comportamiento….
Como no se podía volatilizar comprendí que solo había un lugar donde podía estar y era ¡debajo del coche! Apenas cabía meterse allí debajo pero allí se había metido en cuanto escuchó “rugir” mejor dicho “zumbar” porque el motor parecía un abejorro… nos vimos mal en sacarlo porque entre que “no cabía y no quería”….
Otra vez similar a lo anterior fue unos años más tarde que acampamos una noche en el pantano de Alcorlo, al día siguiente armaríamos y estrenaríamos nuestro primer avión radiocontrolado de combustión. Montamos una tienda de campaña para pasar la noche, era el 30 de Mayo de 2006; Ya estaba anocheciendo cuando alguien se dio cuenta de que no estaba el perro… ¡mecagüen… ahora que ya es de noche!!! Venga llamarlo y allí no venía perro ni perra pero al poco me di cuenta de donde estaba pues ya le íbamos conociendo, ¡¡¡en el interior de la tienda!!!
Sobre petardos y otros ruidoss…
Si había algo que realmente le daba miedo eran los petardos, los primeros años en las fiestas del pueblo eran terribles, para pasear un rato me lo tenía que llevar al pueblo de al lado pero como estos animales tienen un oído tan fino y ya salía con el rabo entre las patas no había manera de tranquilizarlo, caminaba tirando de la correa como si fuera un yegua arando, sin parar, sin saber dónde iba pero en dirección contraria al sonido. La cantidad de blasfemias que habrán salido por mi boca por culpa de los petardos, cuando llevábamos menos de cinco minutos en la calle y ya habían explotado un petardo de esos súper fuertes allí mismo… me cagüen la ley de Murphy y su puta madre…. ¡No se podían haber esperado un poco…! lo cojonudo es que ya no había más petardos en un rato pero el perro no había manera de hacerle andar así que al coche y a otro pueblo…
No importaba mucho si eran petardos o ruidos fuertes como tambores o trompetas el caso es que el animal no se adaptaba. Por ese motivo este día vi la necesidad de hacer esta foto tan curiosa, el perro refugiado al lado de su enemigo “el tambor”, romería de la Virgen de Sopeña en San Andrés del Congosto.
Como no habrá calles donde pasar con las carrozas y las trompetas en el pueblo tenían que coincidir que pasaran por debajo de mi casa así que cuando llegabas a ella ya sabías donde encontrar al Yuco: en la habitación de matrimonio, junto a mi mesilla, en el punto más alejado de la entrada de la cueva, no se metía debajo de la cama porque no había manera de hacerlo. Ese día ni comer ni pasear ni nada de nada, miedo total en el cuerpo, qué lástima daba el animalito allí acurrucado totalmente acojonado.
Con el tiempo y la edad (los dos últimos años) ya de muy mayor se fue adaptando a los ruidos, no estoy seguro si es que se adaptó o que las fuerzas ya le fallaban y le daba igual vivir que morir…
De las escasísimas veces que nevó en Marchamalo esta fue una de ellas, (2009), nunca antes había visto a este animal disfrutar corriendo en ese ambiente como ese día, luego encontró unos perros semi abandonados que rondaban la zona y ¡cómo no iba a ir a ver quiénes eran…! no pude continuar con la grabación porque se liaron a mordiscos y salí corriendo a retirarlos, sobre todo el perro negro que era el “el rey de la manada” ya se le ve en el vídeo al Yuco como viene rebozado en nieve de los revolcones que le metió el otro y escupiendo sangre…. Menos mal que todo quedó en eso.
Aquí el enlace al vídeo, con qué vitalidad corría en aquel tiempo…
pues hasta aquí con esta historia, gracias por llegar al final. alcorlopantano.com