No tendría yo más de 8 años cuando sucedió lo que aquí voy a recordar. Alcorlo 1970 aproximadamente. En el colegio del pueblo tan solo éramos 22 alumnos en clase, repartidos en todos los cursos desde primero a octavo. También teníamos una pequeñísima biblioteca de la cual solo recuerdo haber leído tres o cuatro libros, Ivanhoe, 20.000 leguas de viaje submarino y un libro sobre manualidades.
Un fin de semana de invierno creo recordar que Enero se me ocurrió leer este último y poner en práctica una de tantas manualidades que allí explicaba, se trataba de construir “una cometa”, yo ni sabía que era eso. En Alcorlo los juguetes brillaban por su ausencia, recuerdo una época larga donde el principal juguete de todos los críos era un balón anaranjado de esos típicos de baloncesto con el que jugábamos al fútbol mayores y más pequeños todos juntos porque era la única manera de tener un número mínimo de jugadores, los más pequeños siempre iban «bajo los palos» ya que se confiaba en la defensa que eran los siguientes en edad, los delanteros lo más mayores que eran los encargados de meter los goles que era lo importante, ja, ja, ja
Esa pelota fue la única que tuvimos durante mucho tiempo _suelen tener cierto grosor y aguantaba bien los patadones_ por supuesto que pinchada ¡claro! así que le rompimos la válvula del aire, entre otras cosas porque tampoco teníamos bomba para inflar y la sustituimos por un tapón hecho con un trozo de palo que siempre debía de quedar una parte de él por fuera de la bola para poder sacarlo con la mano y poder inflarlo con la boca y taparlo rápidamente, sí ¡claro! a veces para los despejes de cabeza ya ibas preparado por si te encontrabas con el trozo de palo que asomaba y te daba un “capón” gratuitamente. Pues no, bicicletas tampoco teníamos salvo algún finde que aparecía alguien con una y nos dejaba dar “una vuelta”, todo un lujo, sabía igual o mejor que ir hoy al ferial.
Volviendo al tema: El autor del libro había tomado de material de ejemplo palos de bambú por su flexibilidad y dureza, en Alcorlo no existía el bambú así que me fui con mi pequeña navajita que _no se me ha caído del bolsillo nunca_ a los “praos” en busca de unos palos similares a los del ejemplo del libro. Lo más parecido que encontré fueron “rechizos” de olmo, la tela de la que hablaba el libro la sustituí por unas hojas de periódico ya que eran muy ligeras y se podían pegar fácilmente, de pegamento el universal, aquel que olía tan bien y hoy sigue existiendo, pegamento IMEDIO especial para el papel, creo que no han cambiado ni los colores, blanco y azul, el único que había en la tienda y porque lo necesitábamos los estudiantes para el cole.
¡Qué cabreo cogió mi hermana por no ir esa noche al bar! El bar era el único lugar donde había televisión por lo que era la sala multimedia y de entretenimiento de todo el pueblo. Mi hermana es más joven que yo y no se le permitía ir sola por la noche a ninguna parte. Con el cabreo mi hermana se negó a ayudarme así que la hice “yo solito” ya que en aquella época los “papis” tenían otras obligaciones más importantes que ayudar a sus hijos con manualidades, no como hoy que hay que dejarlo todo para ver que quiere “el señorito de la casa”. Parte de la noche la dediqué a “fabricarme mi juguete” como tantas otras veces otros tantos juguetes.
No iba a ser aquel mi “primer juguete” porque ya me encargaba yo con mi navajita el fabricarme revólveres, rifles, espadas, arcos, tirachinas, etc con cualquier objeto que se le pareciera lo más mínimo al original ya servía porque fantasía tenía un rato, me pasaba lo mismo que a Don Quijote, pistola en malo me pasaba el día matando “malos” y con la espada imponiendo justicia, aprovecho para recordarme que los cuatro primeros tebeos que salieron del JABATO los tuve yo y me los aprendí de memoria de leerlos una y otra vez, no es que mis padres los compraran porque no había medios físicos y menos económicos sino que mis primos me los traían cuando iban de vacaciones, gracias Use y Alfredo por acordaros de mi.
Esa noche acabé mi manualidad rigiéndome por el libro con medidas aproximadas y deseando que llegara el día siguiente rápidamente para probarlo.
A primera hora ya estábamos en “los Palos” que era el barrio donde vivíamos, la entrada al pueblo, la primera casa a la izquierda, como nunca había coches en la carretera el experimento lo hicimos ahí aprovechando la cuestecilla que había en dirección a la vega.
Bien recuerdo que ese día de la prueba no se movía el viento pero había que probar mi nuevo juguete si o sí. Según las instrucciones había que correr un poco hasta que se elevara y luego el viento haría el resto. Convencí a mi hermana que corriese tirando del hilo la carretera adelante mientras yo observaría como se elevaba la cometa.
Por más que mi hermana corría aquello apenas se levantaba del suelo pero aún con tan corta edad comprendí que había relación entre la velocidad de mi hermana y la altura que la cometa conseguía así que tomé yo el relevo de la cuerda porque “parecía que había descubierto como hacer que aquello se pudiera elevar ¡había que correr más deprisa todavía!
Después de varias carreras por mi propio peso caí que aquello no era divertido, si te tenías que pegar la paliza corriendo para conseguir que aquello se elevara no tenía ni pizca de gracia, tenía que haber un truco por alguna parte así que mientras tanto descubría cosas nuevas suspendimos el entretenimiento hasta encontrar como mejorarlo. No recuerdo bien si en el libro hablaba de que era “necesario que el viento se moviera”.
Unos días después, no se si por casualidad, volvimos a intentarlo y aquello no se parecía en nada a lo experimentado la vez anterior, ese día la cometa “volaba sola” sin apenas carreras iniciales.
En poco tiempo conseguimos controlar el funcionamiento y dominarla, poco a poco fueron llegando otros niños y aquel juguete se convirtió en el evento más importante para todos nosotros durante un tiempo, Agustín y sus cometas, ja, ja, ja… ¡déjame a mí a ver!… ¡y a mí me toca después! etc, a veces el viento y la inexperiencia hacían que la cuerda se rompiese, utilizábamos una bobina de “atar chorizos” que sacamos de la despensa de mis padres, un hilo de algodón que no es muy resistente, posiblemente no hubiera más de 25 mt y pronto nos preguntamos ¿hasta dónde puede subir la cometa?.
Para comprobarlo necesitábamos más cuerda y para ello sacamos el dinero de la hucha que teníamos a medias mi herma y yo, no digo que rompiésemos la hucha para sacar el dinero porque eso no debíamos hacerlo; era una pequeña ánfora de plástico marrón imitando a la cerámica y se deformaba así que buscamos un truco para sacar las moneas y burlar a mis padres pero ni aun así teníamos suficiente dinero como para comprar un bobina de hilo nueva y larga así que hicimos una colecta y entre varios críos reunimos para comprar no se si UNA o DOS o CUATRO.
Una vez que aprendí la técnica de fabricación y manejo llegaron nuevos modelos, nuevos “terminator” (como en la película), más grandes y sofisticados capaces de elevarse cada vez más.
La culminación del experimento con este juguete la llevamos a cabo poco tiempo después una tarde en la zona de la “Peñarredonda”, en la vega de abajo, a medio km del pueblo, más abajo del “Barranco la Mata”. Puede que la tarde era propicia para volar cometas, viento suave constante ni fuerte ni flojo porque conseguimos empalmar uno detrás de otro todos los carretes de hilo que disponíamos y la cometa cogió tal altura que para nuestros pequeños cuerpos parecía que había llegado “hasta el cielo” a la vez que de sujetarla ya requería cierto esfuerzo supongo que producto de alguna ráfaga térmica que la empujaba hacia arriba.
Era ya la última hora de la tarde y algunos vecinos de Alcorlo volvían de trabajar en un Land Rover, trabajaban plantando pinos en la zona y según nos contaron esto como lo vieron.
Antes de llegar al lugar donde hoy está la presa ya se divisaba algo en el cielo de la vega ¿qué es aquello? Nunca habían visto nada igual, había “algo colgado en el cielo”, a esa distancia la cuerda no era visible, en OVNIS no iban a pensar pues esa palabra aún no había llegado a Alcorlo. Como el conductor no se quería perder aquella visión paró el vehículo y se bajaron para observarlo por si poco tiempo después desapareciese del cielo.
Continuaron con la marcha y pronto se percataron que había un grupo de críos en aquel lugar, como estábamos en la carretera pronto llegaron al punto donde estábamos sujetando como podíamos aquel trasto que cada vez estaba más alto y tirando cada vez con más fuerza, en ese momento la cuerda estaba supongo que por encima de los sesenta grados o sea, muy vertical.
Posiblemente para aquellos trabajadores y algún vecino más que la viera desde el pueblo era “la primera vez” que habían visto UNA COMETA y también y posiblemente la última porque como cada “juguete nuevo” tiene su vida limitada y pronto nos aburrió aquello que “solo hacía subir al cielo ello solito” tan sencillo como con solamente sujetarlo con un hilo pronto nos aburrió.
Después de aquella tarde “La Cometa” la echamos en el olvido y continuamos todos con nuestro fútbol, nuestra CUTA, nuestros escondites, nuestras jornadas de caza con los tirachinas y el resto de juegos que no nos costaban dinero alguno, no había bullying porque chicos y chicas todos éramos iguales, amigos, primos, hermanos, compañeros dentro y fuera de la escuela, tampoco había horarios y todos sabíamos cuando había que volver a casa a cenar o hacer los deberes porque nuestros padres ni se preocupaban de nuestras obligaciones en la escuela, aprendimos a ser responsables sin que nadie nos atosigara, todos éramos «hermanos» aunque comiésemos y durmiésemos en casas diferentes.
Así era la vida en Alcorlo o al menos así la recuerdo yo y supongo que igual que en el resto de España, Alcorlo no tenía porqué ser diferente.
Esa fue la zona donde volamos nuestra cometa, justo donde parece perderse la carretera en un pequeño barranco «El Barranco la Mata«.
Gracias por llegar hasta aquí. alcorlopantano.com