Nunca pensamos en los problemas de salud que un animal de esta especie podía traer consigo, ni en el día que lo rescatamos de la perrera ni en los sucesivos meses, son cosas que no se piensan, el animal era joven y no había necesidad de pensar en ello pero unos días después hicimos un trato y le dije: tu vas a ser mi mochila, caminaremos mucho tiempo juntos así que tu procura no pesarme que yo procuraré no perderte, al final en mayor o menor medida ambos lo cumplimos casi a rajatabla salvo el último año que su salud se vio muy perjudicada y el animal no pudo cumplir perfectamente su parte del trato.
En este capítulo voy a relatar todos sus problemas de salud que fueron más bien escasos (a Dios gracias) exceptuando los problemas con la cadera y la espiga del ojo que dedicaré capítulos exclusivos ya que son numerosos los detalles a relatar y me gustaría hacerlo así.
La primera vez que visitó al médico (veterinario en su caso) fue al año siguiente (2005) en la primavera, una espiga se le metió en un oído y acabé llevándolo para que se la extrajera, el veterinario era manco y nos vimos «negros» para poder quitársela; no volvimos más a su consulta entre otras cosas porque tanto en el rato que pasamos allí como unos días después que volví a la revisión no detecté en el veterinario el más mínimo aprecio hacia los animales. Doce meses después le tocaban nuevamente las vacunas así que como ya conocía compañeros paseaperros en el barrio con más experiencia en clínicas me incliné por el veterinario que le atendería toda su vida exceptuando el último día. Una foto de los primeros meses con nosotros.
En aquella época (Octubre 2007) lo llevamos por primera vez a Alcorlo y cuando nos quisimos dar cuenta estaba mordiendo palos de jara, incluso se hizo sangre en la boca, creo que las encías le dolían, puede que le estuviera saliendo alguna muela o era una práctica genética por quitarse el sarro a base de presión con la madera.
Otra espiga parece ser que se le metió en el oído izquierdo en la primavera del 2009, le pusimos unas gotas de un líquido apropiado en el oído y al día siguiente parece que él solito la expulsó porque la espiga desapareció sin más porque no la volvimos a ver.
LA SALUD EN LA BOCA.
Cuando tan solo tenía cuatro años (2008) ya tenía una dentadura llena de sarro, tuvo una racha que la boca le olía fatal así que como el veterinario me decía que era por el sarro y siempre confié en él y otra solución no conocía puesto que los «palitos/chuches» diseñados para tal fin no los quería le encargué al veterinario que le hiciera una limpieza dental.
El resultado de la operación fue espectacular pues le quedaron todas las piezas como si fuera un cachorro, blancas todas como almendras en leche sin acabar de granar pero en unos meses ya la tenía otra vez casi igual pues no había manera de que comiera palitos de esos especiales para las encías y los sarros.
Fue la primera y la última vez que le anestesiaron, daba pena ver como se le caían los párpados, hacía intento por abrirlos y no podía.
Esta imagen, este recuerdo, me persiguió los últimos años imaginando como sería su final que ya se veía cercano y qué… poco me equivoqué, otra clínica, otra encimera de acero inoxidable, otro veterinario, en otro lugar pero con un resultado similar, en el segundo caso que fue un dormirse lentamente hasta dejar de existir.
Después de esa limpieza se pasaron varios años sin malos alientos hasta que su fatal enfermedad se apoderó de él y allí el olor de la boca ya fue el pan nuestro de cada día, a veces llegaba a ser casi insoportable.
Poco tiempo después de esas fechas un día noté que le daba muchas vueltas a la lengua en la boca, parece que estaba masticando chicle, miré a ver y descubrí que uno de los dientes detrás de los colmillos de abajo se le movía y no le dejaba estar a gusto, se lo intenté arrancar tirando con los dedos pero chillaba, los chicos casi me pegan, el caso es que pocos días después con un poco de paciencia tiré de él con la punta de los dedos y se lo arranqué, el animal solo hizo un intento de chillido apenas perceptible.
Continuaré con los dientes: después de este primer episodio de la pérdida del primero estuvo un par de años sin ninguna molestia pero una noche se enzarzaron a dentelladas él y el perro de un amigo disputándose una perra en celo y en la pelea perdió DOS piezas, tendría ya unos ocho años.
Tanto el primero como el resto de los huecos dejados en su mandíbula por la pérdida de las piezas dentales se cerraron en muy pocos días y unos meses después allí nadie podía haber asegurado que hubo una época que existieron dientes, el metabolismo de un perro no es muy diferente al humano. Los dientes perdidos ordenados cronológicamente, el penúltimo está partido (trozo pequeño)Cuando llega cierta edad todo son problemas de salud tanto para animales como para humanos.
Cuando el animal ya tenía casi diez años (2013) de repente comenzó con un fuerte olor bucal, el veterinario le achacaba al sarro pero se resistía a hacerle una limpieza pues había que sedarlo y lo encontraba mayor así que comenzamos (mejor dicho comencé) a limpiarle los dientes un par de veces al día utilizando un cepillo dental suave y crema Lacer como si de una persona anciana o un niño se tratase.
No se resistía, incluso torcía la cabeza hacia ese lado y se quedaba relajado mientras yo le pasaba el cepillo en ese lado de la cara….En el vídeo se puede ver Según el veterinario ya era raro que a un perro le toques en la boca y se deje, creo que sentía alivio cuando le quitaba esa pasta que olía a cieno y él lo sabía…. luego remataba la faena aplicándole unas gotas de oraldine con un spray, lo cogimos de costumbre y se convirtió en rutina.
Los últimos seis meses (13 ó 14 años) tenía varios dientes flojos que le impedían estar a gusto sobre todo a la hora de comer, intentaba cerrar la boca y le dolía, por instinto la abría unos milímetros y la volvía a cerrar con el mismo resultado, eso se convertía en una vibración rápida de la mandíbula que resultaba chocante similar a cuando se tiene frío y la mandíbula se mueve «sola».
Pocos meses antes de su final se le cayó un colmillo, llegamos a la calle y comenzó a golpearse con la pata derecha la cara, supuse que era el diente, le miré y se le acababa de caer al suelo, era un colmillo, el último de la fotografía. Esta es una de las últimas fotografías que le hice, algo de sarro pero de poca importancia.
Unos días antes de su final y aprovechando que lo llevaba al veterinario por el primer pinchazo en el ojo le comenté que casi de repente su boca comenzó a olerle fatal, ya no servía el limpiarle los dientes como venía haciéndolo, decía el veterinario que era del sarro pero por si acaso le recetó Stomorgyl, era un antibiótico con una semana de duración pero misteriosamente e incluso antes de tomar la primera pastilla comenzó a despejarse el olor así que ayudado también por ese medicamento volvió a tener un aliento sano, lástima que dos semanas después se fue para siempre, ahora que lo habíamos conseguido después de tanta lucha... ¡Diooooosss!
Desde que ya no está con nosotros con frecuencia miro la dentadura a los perros de mis amigos y me sorprende lo mal que la tienen para ser tan jóvenes ¡me quejaba yo del mío!… Click AQUÍ para ver un vídeo de como le hacía la limpieza de la boca. Hasta aquí todo lo relacionado con la dentadura.
EL BULTO DEL ANO.
Ese tipo de «bultos» tiene su nombre pero no lo recuerdo. Con doce años (Octubre 2012) un día descubrí que a un lado del ano tenía un grano del tamaño de un garbanzo, se lo fuimos vigilando en sus revisiones hasta que un año después se convirtió del tamaño de una nuez. El veterinario nunca estuvo a favor de extirparlo por lo que lleva la operación o postoperación, el sedarlo, etc la cuestión es que nunca pareció que le causara demasiada molestia aunque a veces se lo lamía e incluso llegaba a producirse sangre pero con una crema y aseo diario ese bulto nunca fue un problema, siempre quedará la duda de lo que hubiera sucedido en caso de extirpación. Diprogenta y Aluspray le ponía.
MACHUCHOS Y GARRAPATAS.
Cada primavera le poníamos un collar de la marca Scalibor (ya que el de otras marcas no parece que surtía el efecto deseado) para protegerlo de los parásitos como las garrapata y el mosquito que transmite la Leishmaniasis, también unas pastillas contra «el gusano del corazón» (Cardoket). Durante muchos años solo esas prevenciones empleamos para su salud, poco gasto hacía el animal en ese aspecto.
Como paseábamos por el campo en el que había ganado (ovejas) de vez en cuando descubríamos que tenía un bulto, era una garrapata, Diana era especialista en detectarlas; hay que tener cuidado con arrancarlas pero tirando lentamente de ellas salen solas luego un poco de agua oxigenada en la herida y ya está.
PINCHAS EN LAS PATAS.
Era un animal que en cuanto se enganchaba con la cola en una rama ya se quedaba totalmente inmóvil como si hubiera caído atrapado en un cepo zorrero, allí se quedaba mirándote para que volvieras a solucionarle su problema, igualmente hacía cuando se pinchaba con un «abreojos» o «caíllo» (Tribulus terrestris), esas semillas de una planta rastrera del tamaño y forma de una lenteja que tiene tres o cuatro pinchos a todo su alrededor, especialista en pinchar ruedas de bicicletas también, proliferan mucho en este lugar, el caso es que en cuanto se pinchaba con uno fuese en la pata que fuese la levantaba y se quedaba a «tres patas» hasta que volvías a quitársela, no había que preguntar pues ya sabías el motivo de la frenada.
En una ocasión comenzó a cojear un poco de una pata delantera (2013), le miré a ver pero no encontré ni pincha ni ningún motivo, aprovechando que le tocaba las vacunas le miró también el veterinario pero tampoco le vio nada y dejamos que el tiempo pasara a ver si se recuperaba. Unos días después salimos al campo para hacer unas fotos (andaba yo liado con mi proyecto 365) y comenzó a llover, nos calamos, al llegar a casa venía tan lleno de barro que pasó directamente a la bañera.
La cojera en esos días parecía que iba a más. Aprovechando que tenía bien limpia las patas puse una lámpara en el suelo de la cocina y lo tumbé allí, era un animal tan dócil que donde lo pusieras no se movía, daba igual si era en la calle, en la tierra, en el sofá o en el asiento del coche daba lo mismo la superficie, me puse las gafas contra la presbicia de 3X y comencé a mirarle la pezuña como con una lupa. Encontré un pequeño agujero que parecía poco profundo y descubrí una diminuta piedrecilla dentro de él del tamaño un poco mayor de la cabeza de un alfiler,
con una herramienta muy fina conseguí sacarla pero a la vez me extrañaba que aquello no era suficiente motivo para su cojera a pesar de que las pezuñas son bastante sensibles, seguí mirando en el interior del agujero y había otra piedrecilla más adentro. Detalle del agujero e intentando curarse la herida.
Posiblemente se pinchó con algo y dejó el hueco para que se fueran alojando las diminutas piedrecillas, el caso es que ni una gota de sangre ni el más mínimo quejido durante la operación, al día siguiente el animal dejó de cojear por ese motivo.
Un detalle de la boca aprovechando un gran bostezo (noviembre 2012).
En el «quirófano» para extraerle las piedrecillas.
UNA UÑA PARTIDA.
Llevaba ya arrastrando el problema de la cadera más de un año (mayo 2015) cuando un día después del paseo y al entrar en casa veo un rastro de sangre reciente, ¿qué le ha pasado al perro? descubro que es de una pata trasera. Siempre iba por la calle pendiente del animal y más en esos momentos que ya los paseos era muy lentos y daba tiempo a todo pero no había detectado nada anormal en la calle.
Bajé corriendo a la calle para ver donde comenzaba el rastro de sangre, en la escalera no había ni una gota ya que llevábamos más de un año y medio que tanto para bajarlas como para subirlas lo hacía en brazos. En la puerta del portal volví a encontrar sangre, salí a la calle y unos metros más se perdían así que corriendo de nuevo a casa.
Eran las 12:00 aproximadamente, el tiempo justo para comer e irme a trabajar pues entraba a las 13:00, ni tiempo para ir al veterinario ni nada así que le lavé la pata y comprobé que se le había partido una uña por el centro. Supongo que al intentar subir la acera como apenas podía elevar las patas traseras se apoyó solamente con la uña en el bordillo y esta no aguantó su peso sin partirse.
Agua oxigenada para cortar la hemorragia y pegamento de dos componentes mezclado con limaduras de hierro a modo de escayola y reposo hasta la salida por la noche.
Lo operación resultó perfecta ya que no volvió a sangrar desde aquel instante y no hubo ningún otro contratiempo. Una semana le duró la mezcla de pegamento y hierro luego se le desgastó por el roce con el asfalto, por seguridad y para comprobar que tenía buen aspecto le quité el resto de pegamento y volví a ponerle otro nuevo para asegurarme que la herida le cerrara bien y la uña no se volviera a partir.
En esta fotografía se puede apreciar lo que he comentado, nº 1 se ve la uña con el rozamiento del asfalto (no le queda pegamento) nº 2 uña con el pegamento reciente, nº 3 uña con pegamento vista desde abajo, se puede apreciar la uña y su interior en su extremo.
El pegamento mezclado con virutas de hierro lo venía utilizando desde hacía muchos meses (más de un año) pues cuando comenzó a que no podía caminar porque no le sujetaban las patas traseras caminaba arrastrando en parte las patas ,mejor dicho las uñas, ya que no tenía fuerza para elevarlas del suelo lo suficiente y por eso se le destrozaban las uñas hasta hacerse sangre.
Intenté comprarle unas «botas» pero eran tan pesadas que no hubiera dado ni un paso, lo intentamos con unos trozos de tela o calcetín pero con la lluvia se le caían así que la mejor opción que encontré fue el pegamento que aunque iba arrastrando en parte las patas/uñas le duraba una semana, no cargaba con peso y no se hacía sangre que fue por lo que primero que nos dimos cuenta de que caminaba sin llegar a levantar las patas traseras del suelo porque a simple vista no se veía.
Salvo estos casos que he relatado y por el tema de la cadera nunca tuvo problemas para caminar.
Teniendo en cuenta que fueron casi once años con él y que aquí he relatado todos los problemas que ocasionó su salud se puede decir que «pocos problemas causó el animal».
Una fotografía con todos los medicamentos empleados incluido el pegamento., la mayoría pertenecen al último año y más concretamente a los últimos meses por la cuestión de la cadera. La siguiente es sobre las pastillas antiparasitarios intestinales que se tomaba cada dos o tres meses.
Gracias a Dios la «mochila» no resultó nada pesada y la volvería a llevar con gran gusto.
Gracias por llegar hasta aquí, si crees que a alguien le pueda interesar no dudes en compartir. alcorlopantano.com