Algunas notas de mi diario. 5 de Marzo 2016.
Hoy estuve en Madrid, me gusta y lo odio a la vez, la gran manzana en mitad de un llano. Diana quería comprarse un par de trajes de fiesta, uno para su graduación y otro para una boda próxima. Aprovechamos para salir de casa y casi toda la familia fuimos a «ver tiendas» yo con mi cámara de fotos al hombro pero sin mucha intención de usarla.
Nos metimos en sus entrañas en la estación de metro de Hortaleza, yo como un perrillo sin correa detrás del grupo, todos conocen el subsuelo mejor que yo la superficie, como voy a Madrid tan de tarde en tarde no me molesto ni en aprender las estaciones de metro, soy un comodón.
Tomamos un vagón dirección al centro, al corazón, la plaza Mayor pero antes pasamos por Bravo Murillo.
Primera parada: una tienda especializada en trajes de fiesta. Primero que me llama la atención son las dependientas, todas jóvenes y de buen ver, falda ultra corta, debe ser requisito importante para que te contraten. Una de ellas ya con cierta edad _que parecía la jefa_ iba vestida con un tipo de camiseta y pantys negros exhibiendo sus curvas, a veces yo tenía la impresión que estaba desnuda y la ropa no era sino pintura sobre la piel, supongo que sería para entretener con las miradas obscenas a los papás cincuentones mientras su niña manoseaba todos los vestidos que había en el muestrario pues tardaría tiempo en elegir y luego se probaría alguno.
Como «entrante» no estuvo mal aunque no había mucha variedad y después de casi una hora abandonamos el local.
Segunda parada: un edificio de El Corte Inglés. Estando por allí deambulando detrás de la cuadrilla tienes tiempo para ver, pensar y analizar.
Es sorprendente la publicidad que hay, la variedad de ropa y diseños que existen ¿necesitamos tanto? miras las etiquetas y dicen:19,90 euros y piensas ¿cuánto cuesta el material que me llevo en la mano? teniendo en cuenta que hay que pagar la calefacción del lugar, electricidad (las escaleras funcionando constantemente), alumbrado, el alquiler del edificio, sueldo de empleados y un sinfín de cosas más que no vemos comprendo que no superará los dos o tres euros el valor de lo que me llevo.
El ir de tiendas con tu mujer o tu hija ya sabes lo que implica: largos ratos de espera en los probadores. Yo no puedo estar de pie quieto y no dejo de dar vueltas, en una de las ocasiones que me giré vi a «los hombres percha», inmóviles, cargados con bolsos y abrigos, pensé por unos segundos que eran maniquíes pero al momento vi que se movían. Las madres y las hijas/os en los probadores y los maridos/papás fuera esperando.
También me llamó mucho la atención el guardia de la entrada a los probadores, gasto de energía CERO, solo mirar, yo no serviría para ese trabajo pues al poco tiempo de estar allí la cabeza se me iría «pensando en mis cosas» y al rato me encontraría en cualquier otro departamento sin saber cómo he llegado allí, el cielo tienen ganado.
Algo habíamos ganado pues ¡ya había elegido UNO! aunque sin convencerla cien por ciento.
Las calles de Madrid. Al caminar por sus calles aunque no quiera me hace fijarme en muchos detalles a los que no estoy acostumbrado. Publicidad por todas partes, cuando llega la noche ya es por demás, enormes pantallas led «metiéndote por los ojos» cosas que seguramente no necesitas.
La calle es un hervidero de gente de distintas edades y nacionalidades. De frente un señor delgado muy mayor, andando lentamente y recto como si se hubiera tragado un sable o nunca hubiera «doblado el espinazo», perfectísimamente vestido como si viniera de rodar una película de los años 30, traje gris oscuro y corbata blanca y estrecha, no parecía de este mundo, también una joven en una esquina con varias cajas en el suelo con frutas exóticas (mango) tratando de venderlas pero sin éxito alguno, por lo general gente inmigrante y de clase humilde.
Al salir del edificio del corte inglés me di de bruces con un señor mayor de aspecto sudamericano que estaba sentado tocando con la guitarra eléctrica mi tema favorito «Sultan of Swing» me quedé clavao porque de lo bien que lo hacía pensé que era playback pero resulta que estaba equivocado, me eché mano al bolsillo para darle algunas monedas porque pensé que es un gran artista o al menos me lo parece porque puede hacer cosas que yo ni me las imagino que es tocar la guitarra y ¡no tengo nadaaa! puta ley de Murhpy, siempre suelo llevar alguna moneda pero esta vez nada, intenté llamar a alguien del grupo para pedirle prestadas unas monedas pero ya no veía a nadie de ellos porque habían desaparecido por la esquina así que solo pude ayudarle mentalmente deseándole suerte ya que nadie me esperaba.
En busca de un autobús que nos llevara al centro más central pasamos fugazmente por un lugar donde había furgonetas antiguas habilitadas para vender café o comida rápida, puede que fuera Cuatro Caminos, no me dio tiempo ni a sacar la cámara.
Teníamos tiempo y había que aprovecharlo en seguir mirando tiendas. De ahí nos fuimos en bus hasta el corazón ¡Corte Inglés de Preciados!.
Gente y guardias a cada paso, todo lleno a esa hora, hora punta de la tarde, intenté sacar la cámara para hacer una foto a la plaza de la Puerta del Sol ya que en ese momento se mezclaban las luces del ocaso con las del alumbrado público pero pensé ¿para qué? ¡si no puedo pararme ni un momento!.
Entramos en el edificio y subimos hasta la cuarta planta. Más de lo mismo: publicidad, ropa, ropa, más ropa, complementos, zapatos de todo tipo colores y formas no puedes decir que no encontraste lo que buscabas, solo necesitas DINERO; mucha gente manoseando los artículos aunque no haya intención de comprarlos solo por sentir su tacto…
Más probadores, foto con cada vestido para enviar inmediatamente y pedir el último consejo, ¡papa hazme una foto con este…! ¿te gusta este más o el azul? ¿….? todo son incógnitas sobre todo para la/os jóvenes y eso que cualquier «trapito» la sentaba maravillosamente bien ¡qué grande es ser jóven!.
En la puerta de los probadores había más «hombres percha», yo como siempre «revoloteando» por los alrededores, mirando y observando, esperando que se decidieran mientras dejaba pasar tranquilamente lo que tanto quiero tener, el tiempo.
Abandonamos el lugar con dos trajes, al menos la tarde había servido para algo y nos metimos en la boca del metro que hay allí mismo, puede que fuera Ópera, la calle estaba en ese momento «abarrotá».
En la puerta del metro una joven me preguntó si llevaba «cincuenta céntimos» no me dio tiempo ni en analizar su aspecto, automáticamente pensé en el músico y sin pararme le dije: no llevo nada, lo siento… ¡como me joden estas cosas!, como me fastidia no poder ayudar al músico, a la joven de la fruta, al que te pone la mano, a otros tantos músicos que hay por las calles buscando alguna moneda, también me jode no poder salvar a los perros que se sacrificarán en la perrera, los niños sin vacunas en África, no apadrinar algún crío del tercer mundo, no poder ayudar a los que tienen cáncer o enfermedades «raras», etc, etc pero son cosas a las que tienes que hacer de «tripas corazón» porque es imposible salvar a todos pero te afecta, ¡claro que te afecta! preferiría no verlos o saber de ellos.
¡No llevo nada, lo siento…! le he dicho a la joven mientras intentaba no perder al grupo a la vez que pensaba que quizás no eran los cincuenta céntimos sino por mi edad y aspecto lo que realmente quería era «más dinero» a cambio de un rato y más cuando media hora antes me han comentado que en ese lugar hay un punto donde los chicos jóvenes se prostituyen, sus clientes son principalmente hombres cincuentones, malditos hijos de puta, depravados sexuales, enfermos mentales que se aprovechan de la situación económica y social para llevar a cabo sus aberraciones sexuales por cuatro mierdas de euros, espero verlos arder en el infierno retorciéndose entre terribles sufrimientos.
El metro a esa hora llega bien cargado, no es poco que te puedes sujetar agarrado algún punto, siempre pienso lo mismo, en cuestión de choque frontal acabas estrellado contra cualquier cosa, no importa si vas o no agarrado.
Todo el mundo sin excepción va pendiente del móvil, no hice fotos porque no es mi tipo de fotografía aparte de que no se si se puede o no pero nadie se hubiera dado cuenta porque todo el mundo va absorto en leer la pantalla o escuchar su música o ambas cosas a la vez, nadie conoce a nadie, nadie ve a nadie salvo el momento de entrar o salir, sueño dorado para los carteristas.
La fotografía de la cabecera la hice al final del trayecto aprovechando un tramo totalmente recto y sin pasajeros por el medio, no fue fácil.
El noticiario de hoy decía que allí donde estuvimos (la Puerta del Sol) unas horas después de marcharnos acuchillaron a un joven hasta la muerte, el autor parece ser un dominicano, el motivo puede ser un ajuste de cuentas entre bandas rivales, así es Madrid, así son sus gentes, esta es la vida que hoy vi allí.
Gracias por llegar hasta aquí, se crees que a alguien le puede interesar no dudes en compartirlo. muchas gracias. alcorlopantano.com