Capítulo 004 El perro y la piedra.

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La Libertad. Nunca me gustó llevar al animal atado aunque fuera por su seguridad, tuvimos la suerte de vivir en una zona donde el casco urbano se acabada y comenzaba al campo así que a los pocos minutos de salir a la calle el perro ya estaba gozando de plena libertad y más o menos hacíamos siempre la misma ruta salvo los fines de semana o cuando me apetecía que la ruta se convirtiera en casi 5 km por los caminos agrícolas para estar los dos un poco más en forma.
En los primeros días cuando lo sacaban los niños a veces yo les acompañaba en el paseo para observar el trato que le daban ya que todo era nuevo para nosotros; un día se nos ocurrió tirarle una piedra y observamos como el animal la capturaba como si fuese una presa, era divertidísimo sobre todo al principio, el animal estaba constantemente vigilándote por si te acachabas a coger una piedra un palo o cualquier objeto, en ese momento levantaba las orejas y era muy gracioso porque en la parte superior de la cabeza justo donde nacen las orejas tenía un penacho de pelos más largos que se le ponía verticales igual que si fuera un mochuelo.IMG_4685 web

Te miraba con suma atención mientras ladeaba ligeramente la cabeza de un lado a otro impaciente y sin pestañear; en el momento que hacías intención de tirar la piedra ya salía corriendo de frente mirando por el cielo buscando la presa sin saber muy bien por dónde caería.KONICA MINOLTA DIGITAL CAMERA
Un día le tiré una piedra del tamaño de un huevo de gallina en la dirección que caminábamos, tuvo la mala suerte de que la piedra rebotase un par de veces en otras piedras y tomase altura como si se tratara de una pelota de tenis, eso dio tiempo a que el perro llegara a ese punto antes de que se hubiera parado completamente la piedra en el suelo, en uno de los últimos rebotes impactó en un colmillo del animal que sonó como si le hubiese dado a una tabla pero el animal no dijo ni ¡ay! ni nada ¡le he jodido un diente!, es lo que pensé y salí corriendo para revisarle la dentadura, le miré a ver si le había partido un diente que era lo menos que esperaba encontrarme a juzgar por el golpe y el ruido que hizo, gracias a Dios no le encontré ninguna lesión por lo que supongo que me dolió más a mí que a él; a partir de ahí tuve más cuidado en los objetos que le lanzaría ya serían palos o piedras más pequeñas porque el resultado era el mismo, se volvía loco por capturarlos, supongo que como todos los perros, este no creo que fuera un caso especial.IMG_4669 webIMG_4683 webIntentamos adiestrarle para que una vez que capturase la presa la entregara pero NUNCA, repito NUNCA, hubo manera de conseguirlo sino más bien al contrario, la guardaba largo rato en la boca, a veces salía corriendo con ella en la boca buscando la siguiente que le lanzaras.IMG_4683webDecía que no había manera de que la entregara, si se la intentabas sacar de la boca a la fuerza era imposible, tirabas de las “quijadas” intentando separarlas y  ¡hay que joderse! ¡para lo pequeño que era qué fuerza tenía, era imposible abrir aquellas fauces por la fuerza; allí la tenía sujeta, sin apretar pero sin soltar ni un milímetro, detrás de los incisivos, era capaz de llevarla allí todo el paseo hasta casa.
Cuando llegábamos a la puerta del portal del edificio y yo comenzaba a sacar las llaves para abrir la puerta y él dejaba la piedra en el suelo, yo abría la puerta y él miraba una y otra vez a la piedra y a mí y así varias veces como preguntándome ¿la puedo subir a casa? Igual que si fuera un chavalín. A veces la dejaba allí en la puerta de la calle pero la vez que continuaba con ella escaleras arriba al llegar a la puerta de la vivienda repetía todo el proceso de mirar una y otra vez a la puerta y a mí, cuando abría la puerta la volvía a coger y la pasaba dentro luego ya en su “guarida” pasados unos minutos la dejaba ya olvidada en cualquier lugar de la casa, normalmente en su cama.

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