Capítulo 019 Solo en casa.


En este capítulo hablaré sobre las sensaciones que sentí y las situaciones en las que se encontraba el animal al estar solo en casa, también sus reacciones o costumbres.
El tiempo para los animales es diferente, un animal ya sea perro, caballo, gato etc  puede estar horas sin mover un músculo… el tiempo parece no tener importancia para ellos, solo lo dejan pasar y punto sin embargo para algunos humanos es desperdiciar la vida.
El Yuco no era un perro casero de esos que viven en el porche de un chalet y se refugian en una caseta de madera “made by Leroy Merlin”, chalet de esos que regalaban durante la burbuja inmobiliaria como conozco tantísimos casos en el pueblo, perros de esos que por aburrimiento se pasan el día ladrando bien porque te ven pasar o por simpatía con otros seres semejantes que se hallan ladrando en otra parcela doscientos metros más arriba, el caso es que me encuentro algunos domingos a primerísimas horas de la mañana con un escándalo de perros ladrando en ese tipo de viviendas que imaginando a sus vecinos aguantando la serenata no me extrañaría que cualquier día salgan a palos entre ellos y no por falta de razón y es para tener aguante que para un domingo que puedes quedarte hasta las tantas durmiendo te moleste la serenata de tu perro o perros y los de los demás.

Esto es lo que se puede llamar «vivir como un Rey» o vivir sin preocupaciones.


 

 

Por lo general en casa siempre hemos estado todos salvo los dos últimos años de su vida en la que David se pasaba su tiempo en la Universidad y después trabajando por lo que el animal siempre tenía compañía pero había ratos que se quedaba completamente solo, cuando nos veía prepararnos para salir él se preparaba como si también se marchara pero cuando no era así y como decía Diana “Es que se queda con una carita de pena” que daba mucha lástima dejarlo allí mirándonos, muchas veces inmóvil como asumiéndolo otras sin embargo hacía intentos vagos de acompañarnos, digo vagos porque no se le veía muy convencido.

En los primeros años cuando nos íbamos un rato a ver jugar a David al fútbol al volver un día nos dimos cuenta de que había buscado una zapatilla mía y la había trasladado al pasillo como diciendo: ¡ya volverá a por ella! o quizás era por tener algo de compañía aunque solo fuera el olor del amo, durante un tiempo ese fue su comportamiento.

Parece que conocía el sonido del automóvil de David o el mío o quizás nos oliese antes de llegar a casa porque al abrir la puerta tenías que tener cuidado porque allí estaba él hincado de culo esperándote, otras veces repujaba la alfombra de la entrada y estaba hecho una rosquilla encima de ella, muchas veces con las patas delanteras cruzadas y con la zapatilla al lado otras sencillamente: detrás de la puerta de la casa.

Cada vez que me marchaba y se quedaba solo siempre me acongojaba la incertidumbre de que si le pasaría algo porque _aunque normalmente no tenía por qué alterarse_ un animal es siempre imprevisible y puestos a pensar en lo negativo le pueden pasar mil cosas desde que urge en el cubo de la basura y se encuentre huesos de pollo y le produzcan daños en la garganta hasta que se quede enredado en un prolongador eléctrico (principalmente en navidad por tanto cablecito lleno de luces colgando por cualquier parte) o incluso provoque un incendio ya que toda la casa está llena de alfombras y materiales de fácil combustión por lo que había que tratarlo o vigilarlo Igual que si fuera un niño pequeñito o una persona disminuida psíquica porque ambos no saben muy bien si actúan correctamente.

En una ocasión cuando ya andaba con problemas en la cadera y apenas se podía levantar al llegar a casa me lo encontré como atrapado por un cepo zorrero, hincado de culo e inmóvil pues se le había metido una pata en un orificio de un objeto/adorno metálico del pasillo y allí estaba atrapado, gracias que no le dio por chillar y armar la de San Quintín en el edificio, menos mal que llevaba poco tiempo atrapado pues estuvo poco rato así, tan solo el tiempo que tardé en ir a por el pan, pero igualmente podía haberse tirado medio día chillando y padeciendo.

Los despertares: Nunca entró en la habitación de matrimonio (es la última del pasillo) solo cuando había fuegos artificiales y el día de la graduación de David, (click al enlacesobre las 7:45 ya estaba dando vueltas por el pasillo tintineando con sus uñas contra el suelo del parquet, aunque había una alfombra “correpasillos” siempre acababa saliéndose de ella y haciendo ruidos con sus pisadas dando vueltas pasillo arriba pasillo abajo pero no entraba en la habitación, se quedaba en la puerta.

Salvo los dos últimos años el animal rara vez entró en la habitación de matrimonio salvo cuando tenía miedo por los cohetes de las fiestas que eran dos o tres veces al año pero sin embargo en los dos o tres últimos años cambió a entrar cada mañana a despertarnos o recordarnos de nuestras obligaciones con él, curiosamente los cohetes en los últimos tres años no le importaban ya, parece que se había acostumbrado a ellos o no gastaba energía en esconderse ya que andaba ya con síntomas de vejez, foto en el último año.

Comenzaba a transitar el pasillo sobre la hora citada pero los últimos meses se le debió descontrolar el reloj biológico y comenzaba media hora antes, sobre las 7:15, yo ya una vez despierto me daba lo mismo y no me importaba levantarme, a veces me hacía un poco el remolón entre sueños a ver si me dejaba media hora más pero el animal puede que se temiera que algo no andaba bien y acababa pasando primero hasta mi lado de la cama  (que era el del fondo)  y luego al de mi mujer.

Mi mujer a esa hora estaba siempre más frita “que el palo de un churrero” o sea que ahí no servía con “tocar en su puerta” así que se daba la vuelta y volvía a buscarme, allí comenzaba el ritual de los “ronroneos y pequeños gemidos” soltados con insistencia tintineante, sin prisa pero sin pausa hasta que obtenía respuesta, yo descolgaba el brazo en su busca para tranquilizarle un poco pero no servía de nada, no había lameteos en la mano como parece ser natural en otros perros porque este animal el lamer no fue nunca su costumbre así que te daba pequeños golpes con la cabeza en la mano y si no respondías te daba con su pata izquierda hasta obtener la respuesta de “estoy enterado” luego ya se volvía a la puerta del dormitorio y sentado de culo frente a ella esperaba que te pusieras en marcha.

Al momento ya me levantaba porque me sentaba mal que me esperara y allí estaba él, el rey de la casa, no es que tuviese imperiosa necesidad de salir es que era su hora y punto.

Ya viendo que todo estaba controlado y que había conseguido despertarte y que respondías a sus deseos _aunque no comprendía que había conseguido joderte el último rato de sueño_ se marchaba tranquilamente a tumbarse donde más estorbaba que era el cruce del pasillo con la cocina y el comedor así que fueses donde fueses tenías que brincar por encima de él.

Diez minutos después con un puñado de galletas “chiquilín” en la mano para ir despejando el sueño y despertando al estómago nos encontrábamos en la calle hiciese el tiempo que hiciese…

Como era de pelaje oscuro se me ocurrió poner unas lucecillas led en el pasillo encendidas permanente para verlo sobre todo por la noche y no pisarlo, fue un gran acierto, tal acierto fue que Él se fue pero las lucecillas siguen encendidas porque nos hemos acostumbrado a ellas y sobre todo a media noche son muy útiles.

Tumbarse, ocultarse.  En la casa de la playa de mis suegros en los veranos se metía debajo de la cama, no le importaba que no le diese el aire del ventilador del techo él estaba mejor oculto y protegido debajo de la cama a pesar del calor que hace en verano en Almería.

Cuando se acercaba la hora de salir a la calle o de comer también buscaba el cruce de la puerta de la cocina con el comedor que siempre corría algo de brisa, se tumbada en medio de la puerta donde más estorbaba como bien dice la ley de Murphy, el cascarrabias de mi suegro protestaba pero el resto le respetaba como si de un rey se tratase y brincábamos por encima de él mientras poníamos la mesa pero sin tocarle ni un pelo, vida de rey.

La ley de Murphy dice: “El animal de compañía (en este caso el perro) se colocará siempre en el lugar de la puerta que más estorbe”. Este además lo hacía con más ahínco, primero se ponía en un lugar respetando a rajatabla la citada ley, luego cuando te estabas acercando y notaba que estorbaba trataba de cambiarse de lado pero ya era tarde porque tú al verlo tratabas de evitarlo pasando por el otro lado, al ver que nos chocábamos él volvía a rectificar y tú también total que al final acababas dándote de frente con él, parecíamos toro y recortador.

Estos animales he visto que buscan seguridad, refugio y cariño, etc.  En los últimos dos años su lugar preferido era estar debajo de la silla del rincón en el cuarto del ordenador, era su refugio, allí nadie le podía atacar por detrás porque era un rincón, por arriba tampoco porque estaba el culo de la silla y por el frente menos porque estaba protegiéndole el amo, cientos de horas compartimos habitación en esa posición, yo delante de la pantalla del ordenador y él debajo de la silla del rincón.

En una ocasión que dormimos en el pantano de Alcorlo, era joven, tendría
8 años, montamos una tienda de campaña para pasar la noche, al rato todo el mundo buscando el perro por los alrededores sin resultados y ¿Dónde estaba el perro? Pues ya se había instalado en el interior de la tienda, sabía que allí dentro acabaríamos todos.

Yo a veces sentía que vivía enjaulado, se pasaba el tiempo tumbado con la cabeza sobre su pata generalmente derecha pero cuando sonaba el timbre de la puerta corría a la entrada a ver (supongo) quien venía y de paso a ver si tenía ocasión para salir a la calle. A veces se encontraba tan excitado porque veía próximo el momento de salir a la calle que si sonaba el timbre de la puerta en ese momento soltaba un corto pero intenso chillido como si le hubieran dado una patada en las costillas, todos nos reíamos…

Cuando llegaba la hora de irse a la cama y alguien de la familia faltaba por llegar Él se quedaba en la puerta de esa habitación o en la entrada de la casa esperándole, con el tiempo te das cuenta de estos detalles, detalles que al principio pasan totalmente desapercibidos sobre todo para los que era nuestra primera mascota de esta especie.

En el edificio hemos tenido muy pocos perros y pocas veces se oyó ladrido alguno por parte de Él, algunos vecinos me han preguntado a veces que si era mudo ya que les parecía raro que nunca se le escuchara al animal, en la primera semana de estar con nosotros pensábamos lo mismo porque no le escuchamos ni el más mínimo sonido, incluso pensamos que lo habían operado o tendría algún problema en las cuerdas bucales.

Los ruidos más molestos que produjo este animal serían para el vecino de abajo, eran los de sus uñas contra las tablas del parquet del suelo aunque llevaban buen aislante por debajo seguro que algo escucharían. Otros ruidos producto de su instinto era el rascar las alfombras hasta despelucharlas tratando de hacer hoyos para taparse aunque frío nunca hubo en el hogar.

No recuerdo bien de qué manera llegó a casa un pequeño muñeco con aspecto de perro, fue su juguete preferido durante muchos años, lo mordía sin fuerza, lo trasladaba de un lugar a otro como si fuera su presa o su cachorro, a veces lo tomaba entre los dientes y comenzaba a ronronear mientras giraba la cabeza bruscamente con él entre los dientes como si estuviera peleando o jugando como si fuera su cacharro, muchas noches se quedaba dormido sobre él en su cuna.

 

No puede negarse que pasó una vida en casa de «perros», a lo largo de estos años he visto perros atados de por vida en las puertas de las fincas con aspecto más salvaje que doméstico, en fin, como decía mi suegro: «hasta para ser perro hay que tener suerte en la vida» y este animal no hay duda de que le acompañó muchos años…

Gracias por llegar hasta aquí. Agustín y sus cosas.