Capítulo 23. Cuestiones cívicas


Por mucha suerte que te traiga el pisar una caca de perro preferimos evitarla pero el aumento tan considerable de estos animales paseando por las calles sumado a la falta de civismo por parte de muchos de sus dueños al hacer caso omiso en la obligación de recoger y tratar sus excrementos ha creado un malestar importante en la población, sobre todo para todos aquellos que cuando ven caminar un perro por la calle solo ven eso: “Un Perro”.
Este tema es bastante complicado de entender y delicado de tratar pues no se ve la misma película cuando eres el actor o eres parte del público aunque los hechos sean los mismos.

11 años caminando por las calles varias veces al día con un animal enganchado de la correa han hecho que pueda contar anécdotas sobre el comportamiento de perros y humanos en la calle.

Antes de continuar: sobre la imagen de portada me pregunto la diferencia del cartel pegado con el cartel trasero… ¿quizás la cantidad de euros?… el problema no lo solucionan un puñado de euros.

Hace tan solo unos 15 años no había ni una parte de los perros que hay hoy por lo tanto perros y cacas pasaban medio desapercibidos pero el aumento tan considerable de ellos ya han convertido el hecho en un problema y hasta las autoridades no saben qué hacer ya para inculcar a sus dueños la obligación de recoger los excrementos que por otro lado “debería de salir de uno mismo” como dirían mis padres.
Han probado con policías de paisano multando o análisis de ADN con multa incluida recibidos en la dirección del perro pero esto no dejan de ser “sandeces” que no corrigen el problema porque el problema está en la responsabilidad, la educación y el respeto de cada uno.

No voy a decir que “mi perro” era especial y hacía sus necesidades en casa o donde yo le mandara pero sí que es cierto que en la mayoría de las veces buscaba un lugar donde hubiera tierra, entiendo que por su instinto de “taparlo” arrimando tierra con las patas traseras sumado a que la mayor parte del circuito era por el campo pero eso no evitó que algunas personas me llamaran la atención, eso incluso antes de que el perro acabase con su acción, otras ni se paraban, veían al animal con la “pata levantada” en el tronco de un árbol y pasaban relatando no se qué rezo, para mis adentros le pedía al Señor que tuvieran muchos nietos y que cada uno de ellos le pidiera un perrito a sus papás y que luego se vieran paseando perros y nietos por la calle para que comprendieran ciertas cosas como que a los perros no se les puede impedir que lo hagan aquí, un metro más allá o unos segundos después.

Por parte de personas jóvenes nunca escuché comentario alguno pero ¡ay las personas mayores!… me hacía gracia, muchas de ellas seguramente que de jóvenes han andado pastoreando con ovejas o cabras pisando sus excrementos calzando albarcas y no hacían reparos a nada pero ahora es ver a un perro meando en la calle y te la montan ¡qué finos nos hemos vuelto como diría mi amigo Luis, ¡El Marqués de Canales!

LA SEÑORA DE LA TAZA DEL WATER. La anécdota más antigua que recuerdo fue con una señora mayor; resulta que enfrente de su puerta había un árbol con su cuadrado de tierra y su hierbita tan típicos… pasábamos tranquilamente por allí y el perro _seguramente que al oler los restos de todo el can que hubiera meado allí anteriormente _ se puso a mear, la señora que estaba allí en la puerta al acecho la que me lio fue parda… Entre otras frases que no se me han olvidado dijo: ¿Por qué no mea el perro en tu casa? ¿Quieres pasarlo a que mee en la taza de mi water?… escuché tal cantidad de sandeces que no recuerdo ni lo que le contesté, estando en ello llegó su hija (de unos 30 años), entre las dos afirmaban que el perro había hecho allí mismo caca en ese momento, bueno bueno, yo flipaba mientras nos alejábamos y seguían allí hablando solas. Ahora cada vez que paso por ese lugar _y lo hago muy frecuentemente_  pienso en cómo llevará esa señora el problema ya que el árbol con sus hierbitas sigue y los perros se multiplicaron en el barrio.

EL ANCIANO Y LA AUTORIDAD. Una noche, no hace tantos años, estábamos cerca de un jardín con hierba natural, de esos que pone el Ayuntamiento y todavía no lo ha cercado y puesto su placa relacionada con los perros; delante de nosotros por la acera caminaba un señor bastante mayor con un perro pequeño, el perro se metió en el césped la longitud de la cuerda que no sería mayor de dos metros, en ese momento pasaba por allí la Policía Local con su automóvil…. Tardaron “cero coma” en cruzar el coche en la calle y uno se bajó, ¡le metió una bronca de cinco minutos al pobre hombre que pa´qué! No sé si tiene alguna relación, el Sr Guardia era joven y parece que tenía en el pueblo cierta fama de “Gilipollas”, ¡qué valiente al amonestar al anciano! Seguro que si ve algo más gordo con cierta importancia y que puede traerle problemas/trabajo gira por la calle anterior…

En este caso no trato de defender al perro ni al dueño pero otra cosa hubiera sido que el animal en ese momento hubiera estado “apretando” mientras que el señor miraba silbando para el cielo a la vez que pasaba la autoridad sin hacer ninguna intención de recoger los excrementos, ¡es que el perro ni se paró!, con la nariz cerca del suelo caminaba en paralelo y cerca de la acera, yo estaba muy cerca y cuando vi llegar el coche ya supuse lo que pasaría por eso puse atención en los detalles.

Una vez que “la autoridad” continuó con su obligación de velar por la seguridad de todos nosotros dando vueltas al pueblo gastando combustible el señor continuó su paseo “hablando solo” o sea murmurando los hechos, el Sr guardia dormiría tranquilo por haber realizado muy bien “El deber cumplido” y el anciano se dormiría cagándose en los parientes más cercanos de dicha autoridad.

LA MAMÁ CONDUCTORA. Otro episodio que también me dejó un poco “anonadado” y que me hubiera gustado tener la labia suficiente como para haberle dicho cuatro cositas a una señora resabiada por los perros y sus gestas.

En el barrio hay un colegio creo que de 9 a 15 años, la puerta de acceso está en una calle larga y ancha donde un extremo acaba en campo de tierra, pues bien, resulta que el Yuco y yo veníamos unidos con la correa (como siempre por esas fechas, era el último año) desde el campo de tierra caminando por la acera, en ese momento apareció en la esquina un auto
enfrente nuestro con una “mamá” de conductora dispuesta a recoger a sus niños pues era la hora de salida del cole; la conductora se nos quedó mirando mientras caminábamos avanzando por la acera en dirección a la puerta del colegio, estaríamos a más de 25 mtrs de la puerta, en ese momento el Yuco ¡zás! Que levanta su pata _como pudo pues estaba ya bien grave de la cadera_ y se puso a lo suyo, después de unos segundos continuamos nuestro camino.
Cuando llegamos a la puerta del colegio allí nos estaba esperando la “mamá”… ¡He observado que su perro ha hecho pis en la valla del colegio! Pues sí, allá atrás… ¿Y no sabe usted que esto es un colegio y no se puede pasar por aquí con un perro? Pues no, no lo sabía pero ¿me está diciendo que no se puede pasar con un perro por aquí con la cantidad de ellos que pasan cada momento?… Resulta que encima es un lugar de paso “hacia la tierra del campo” que comentaba antes… ¡pues menos mal que no lo sabía la señora si lo llega a saber cambia a sus niños de colegio ese mismo día!…

El caso es que me cambié de acera, mejor dicho, continué por el centro de la calle mientras escuchaba que me decía: ¡El próximo día que lo vea por aquí con el perro lo denuncio!… ahora solo me faltaba que el Municipal que andaba allí regulando el tráfico también me hubiera amonestado por caminar por la calle molestando a los conductores, en fin, ¡puta vida!…

Espero que esos niños (los hijos de la mamá conductora) cualquier día se presenten en casa con la “perra” de que quieren un perro y la misma señora un tiempo después y durante varios años se vea recogiendo excrementos de su perro como cada “hijo de vecino” ¡solo las heces! aunque lo de los “pises” se le permitan dejarlos en aquel lugar, sus hijos se lo agradecerán y probablemente dejarán de vivir en un mundo tan “irreal” como los tiene acostumbrados su madre.

Menos mal que al Yuco en ese momento no se le ocurrió hacer “aguas mayores” en la puerta del colegio delante de la señora, si eso hubiera sucedido no sé cómo se hubiera puesto la señora, aun habiendo recogido los excrementos, ¡POR SUPUESTO!

El Yuco se alimentaba principalmente de comida envasada por lo que generalmente los excrementos apenas olían y tenían un tacto que “no manchaban ni el interior de la bolsa” y aunque no hubiera sido así nunca hubiera “perdido un anillo” por el hecho de recoger sus excrementos aunque también es cierto que a veces allí se quedaron por falta de llevar bolsa para la recogida o porque en ese lugar consideré que era campo y los animalitos diminutos “también tendrían que comer de ello”.

La ley de Murphy diría para estos casos: “En el momento y lugar más inoportuno tu mascota se pondrá a defecar pero tú no tendrás ningún objeto adecuado para retirar los excrementos poniéndote en un gran aprieto”. ¡maldita ley! Y así sucedió en alguna ocasión, hubo que echar mano de los “clínex” que siempre llevaba alguno aparcado por algún bolsillo o salir a una papelera en busca de un trozo de plástico para tal fin.

Hubo una época que para hacer que los dueños no tuviésemos ninguna excusa para retirar los excrementos instalaron unos aparatos expendedores de bolsitas de plástico… personalmente no utilicé ninguno y no recuerdo haber visto a nadie hacerlo porque parece que estuviésemos en España, Si en España nos obligaran como castigo a pintar una pared con mierda cuando no fallara la brocha fallaría el cubo o sino no tendríamos mierda con la que pintar, quiero decir que la mayoría de las veces en la boca del expendedor no había plástico asomando.

Yo entiendo perfectamente a las personas que no tienen perro pero que sufren de los olores y excrementos, solo hay que ponerse en el otro lado, el Ayuntamiento y las autoridades también se ven en la obligación de dar una solución pero es difícil, actualmente han reservado unas zonas valladas para esos fines en al menos TRES puntos del pueblo, está muy bien, el caso es que veo mil veces más perros por las calles que en el interior del cerrado.

En la ciudad también he visto lugares de este tipo, sin llegar a verlos ya sabes que existen, ojalá fuera lo mismo con las brujas, ¡ja, ja, ja! Porque te llega un hedor que tira “pa´trás”, lugares diminutos que parece ser nadie se encarga de limpiar, ni dueños ni funcionarios, en definitiva que tampoco es solución.

De algunos carteles que veo en los jardines ya “me descojono” hubo uno que decía así: ¡PROHIBIDO QUE TU PERRO DEFEQUE EN ESTE LUGAR BAJO MULTA DE XXXX Euros! A ver, yo pregunto: ¿No se puede poner el mismo mensaje con otro texto? ¿Desde cuándo le puedes prohibir a un perro que defeque aquí o allí? ¿Es que quien ordenó poner ese texto no tiene o no sabe lo que es un animal? ¡bueno… como estamos en España cosas así pueden pasar perfectamente! Se me ocurre _a voz de pronto_ que es más fácil y sencillo escribir (por ejemplo): PROHIBIDO LA PRESENCIA DE PERROS EN ESTE LUGAR Bajo la multa de tal y tal… la respuesta a los carteles va a ser similar, quiero decir que nadie va a hacer ni caso pero al menos me parece más correcto. ¡Prohibir a un perro que defeque!… ¿a qué artista de las letras se le habrá ocurrido?

EL CHULO. Aparte de los excrementos aprovecharé para hablar de otro tipo de problemas cívicos, los del comportamiento de algunos dueños de animales que también padecí.

Que los animales en la ciudad vayan sujetos por una correa creo que no haría falta dictar leyes para que se cumplieran porque el sentido común y el respeto hacia los demás así te lo dicta pero parece ser que algunas personas al provenir de “familiares pobres” sus padres no tuvieron posibilidades y andan por la calle (entre nosotros) sin ellos, (del sentido común y respeto, hablo).

En un barrio en pocos días conoces a todas las “mascotas perro” que andan por la calle, rara vez no ves a los mismos noche tras noche hasta que una vez apareció uno nuevo; era un animal joven de esas razas que llaman peligrosas; su dueño era el típico joven, alto, de buen aspecto físico, vestido siempre de chándal blanco de marca, parecía un “pelotari Vasco”, alto y corpulento, de los que te meten una hostia y no te quedan ganas de volver a por otra.
Al final va a ser cierto que los perros son semejantes al que llevan al otro lado de la correa. Habíamos observado (mi compañero habitual de paseos nocturnos y yo, Martín) que el “Señorito” no le ponía correa alguna al animal, como animal joven que era saltaba como un loco a por los palos que el dueño le lanzaba de vez en cuando, era su diversión que lógicamente sería imposible si el animal estuviera atado. Había convertido aquella plaza en algo privado porque no había más animales allí mientras estaba él con su perro.

Una noche de invierno y lloviendo cuando quise darme cuenta entre la oscuridad dicho animal apareció a poquitos metros de nosotros, mi compañero que en ese momento llevaba las riendas del Yuco le dije: trae, déjamelo que está ese perro ahí y lo mismo le tengo que meter dos patadas… Por supuesto que lo dije en el supuesto de que le atacara al mío cosa que no sería la primera vez, no por parte de ese sino de otros… “El Señorito” de que oyó la frase ojito como se puso… Después de lanzarnos algunas frases en las que le recordé la OBLIGATORIEDAD de llevar el perro atado teniendo semejante peso y tamaño se “encabronó” de tal manera que varias veces y a pleno pulmón me recordó que ME IBA A APLASTAR LA CABEZA… Intenté llamar por el móvil a la policía local pero mi colega me lo desaconsejó.
A partir de esa noche cambiamos el rumbo del paseo, él lo veíamos a lo lejos en su plaza con su divertimiento porque “era el puto amo del barrio” y podía hacer lo que quisiera, yo aunque recé para no encontrármelo cerca ninguna noche ya iba preparado con alguna ayudita…

OTRO CASO OTRA NOCHE. Pues esta vez pasó algo parecido, estando de marcha acelerada, por aquellas fechas al Yuco casi no le podíamos seguir el paso, estando por los exteriores del pueblo en un lugar donde la iluminación apenas llegaba de repente aparecieron dos perros de aspecto “galgoso” y uno de ellos después de olerle el ojete al mío le clavó los dientes en la pata trasera hasta que me dio tiempo a levantarle en volandas.
Con la pierna intenté alejarlo pero el bicho insistía poniéndose en dos patas hasta que le comenté a mi compañero: ¡Aún tengo que pegarle dos patadas!… En ese momento entre la oscuridad apareció una mujer joven que dijo: ¡Oiga, oiga, eso de pegar patadas nada eh! ¡Pues átalo, que es lo que tienes que hacer! Dice: ¿Cómo lo voy a atar? ¡si los animales tienen que correr! ¡pues cómprate una finca y los tienes allí todo el día corriendo!  ¡con qué ganitas me quedé de meterle dos patadas pero a la joven no a los perros… Ya me hubiera gustado ver la respuesta de dicha joven si hubiera sido el Yuco el que hubiera metido los mordiscos que a él le dieron que estuvo el pobre perro dos o tres días cojo…

EL SUECO. Esto ya lo escribí en el Capítulo 009 “Las Fobias” pero también viene bien en este capítulo. Había en el barrio un perrito (a fecha de hoy ya no está) del tamaño no superior a 6 kg, de raza de esos que le tapan las greñas la cara, el caso es que ya sabíamos ambos dueños que no se podían ni ver.  El mío en los últimos cuatro años siempre iba atado porque mi vecino y yo caminábamos medio enfrascados en conversaciones y a veces se nos despistaba así que como su velocidad ya no era «la que era» así me despreocupaba de que se me perdiera.

Una mañana caminábamos por el mismo camino pero en dirección contraria por lo que llegaría el momento de que nos encontraríamos, yo con el mío atado y él (como siempre) con el suyo suelto. Yo tenía dos opciones, UNA era salirme del camino como hacía casi siempre para evitar la bronca de los perros o la OTRA que era cruzarnos y aguantarla pero resulta que había llovido y «no me dio la gana» de abandonar el camino para mancharme las zapatillas de barro y agua.

Cuando quedaban pocos metros para cruzarnos el suyo _que ya se había adelantado más de quince metros con respecto a él_ se «aplastó» contra el suelo quedándose inmóvil como hacen los felinos antes de saltar sobre su presa, yo que de campo entiendo un poco sabía que venía preparado para liarla, su dueño que venía más atrás y viendo la situación (si es que le preocupaba algo) no hizo el más mínimo gesto ni en acelerar el paso ni en abrir la boca para regañar al perro lo que se conoce vulgarmente como “hacerse el Sueco” así que continuamos caminando hasta que se abalanzó contra el mío.
Odio de verdad hasta el molestar a un animal cuanto ni más el pegarle pero con los pies intenté separarlo, no iba a meter la mano entre tanto diente y mandíbula, el mío estaba agarrado con la correa bien corta pero el otro persistía en sus mordiscos, el primer puntapié lo separé medio metro pero como continuó con más ganas aún cogí carrerilla con el pie _igual que cuando un futbolista tira un penalty_ y le metí un patadón en la tripa (por debajo de las costillas para no partirle ninguna) que lo lancé un par de metros, con eso se le fueron las ganas de volver, en ese momento llegaba el dueño, lo enganchó con la correa y no abrió la boca…. ¡mejor!, porque se la tenía jurada ya de antemano y habría acabado como su perro.
A partir de ese día ya estábamos pendientes y ellos o nosotros cambiábamos de camino antes de llegar al primer cruce, y cuando no había otra solución y nos tendríamos que cruzar su perro ya venía atado,  creo que después del patadón  quedó todo claro

El EDUCADO Y RESPETUOSO. Este es el caso contrario a los anteriores. En los dos últimos años nos solíamos encontrar con un joven que tenía un perro de esos mal o bien llamados “de raza peligrosa” era un animal joven y con un empuje brutal, el chaval tendría unos 25 años de edad, se le veía fuerte pero se “veía mal” para sujetar el animal porque a veces llevaba al dueño en volandas.
El animal iba sujeto por un arnés fuerte y en la boca llevaba su correspondiente bozal por lo que no generaba peligro alguno para nadie salvo algún pisotón.
Cuando nos encontrábamos de frente por la acera y antes de llegar a cruzarnos yo tenía especial cuidado con el mío porque andaba muy delicado de las patas y nos salíamos de la acera entre los coches mientras que pasaba el chaval con su perro hasta que un día se paró y me dijo muy amablemente: ¡No es usted quien debe de apartarse, somos nosotros! Dando a entender que mi perro nunca podría comprometer al suyo ni darles ni un posible pisotón, ¡No te preocupes chaval, no nos importa hacerlo! A partir de ese día el chaval cuando desde lejos nos veía ya se cambiaba de acera o salía entre los coches y continuaba su marcha por el centro de la calle.

CACAS, CHUCHAS Y VOMITERAS. Comencé hablando de los excrementos en las calles y aprovecharé para hablar de la «descomida» o sea, las cacas, heces, chuchas, mierdas, etc, y devueltos, o sea, tema asqueroso a más no poder pero es la cruz de esta moneda.

Mis suegros tienen una parcela con una casita de campo y hemos pasado muchísimos fines de semana allí, ¡pues no le servían los 3500 metros cuadrados de parcela para mear!, aquello aunque fuese campo seguía siendo el hogar humano y “allí no se meaba” había que sacarlo a la calle a sus horas como cualquier día habitual, igual que si estuviésemos en casa, cuando le decías a algún amigo invitado de ese día allí que tenías que sacar al perro a la calle después de comer no se lo creía ¡¡¡con la parcela que tiene aquí!!! Pues sí, pero era así, no perdonaba las tres salidas al día; ya de mayor andaba escondido debajo de la cama o de la mesa pero cuando era su hora aparecía como por “generación espontánea” en la puerta de la casa, tranquilo y observándolo todo hasta que escuchaba su nombre, allí ya se ponía en marcha.

Todo eso cambió en el último medio año porque en las navidades le pillé orinando en un rincón del huerto, en la viña, y creo que el culpable fui yo porque también yo había hecho lo mismo allí un rato antes y ya se sabe: “Donde mea el amo mea el perro”.
A veces me reía de él cuando yo orinaba en el campo, al momento estaba él allí poniendo su “huella”  ¡hay, el instinto animal…! Muchas veces estando con la patita levantada levantaba la cabeza y me miraba con sus ojos caramelo como preguntándome ¿lo estoy haciendo bien?…

A lo largo de su vida jamás hizo sus necesidades en casa salvo tres o cuatro veces en el último año en los que andaba mal de los intestinos con tanto medicamento, también media docena de veces devueltos en casa, la última vez sucedió en los últimos quince días, se hartó de comer de sus croquetas después de llevar varios días sin apetito y por la mañana me encontré TODA LA COCINA sembrada de devueltos ¡TODA! recuerdo que fue la única vez que le mojé las croquetas con agua por consejo del veterinario ya que su dentadura maltrecha le podía estar impidiendo el comer, hoy ya sé que ese no era el problema, el problema eran las úlceras gástricas que le empezaban a pasar factura….

También le observé varias veces cuando vomitaba, antes de que el líquido se cayera al suelo se lo volvía a mascullar y tragar aunque no en todos los casos, creo que es por la educación que le dieron en sus primeros meses de vida, que fue INTACHABLE.

Desde que comenzó con el problema de la cadera daba lástima el verle «apretar», apenas se podía sostener con las patas traseras y a veces lo hacía sin acabar de pararse, otras no le sostenían las patas y caía encima de sus heces, ¡qué tiempos aquellos que después de hacerlo se liaba con mucha energía con las patas traseras a escarbar arañando el suelo arrancando hierbajos o arena como intentando taparlo! Todos los mayores hemos sido jóvenes y fuertes…


OTRAS CUESTIONES EN LA CALLE. En la calle el Yuco tenía un comportamiento un tanto peculiar, quizás común a más perros aunque no tengo la opción de comparar pues solo tengo la experiencia de él.

En poco tiempo aprenden a pararse en las esquinas esperando a que llegues y aunque no te miran notan en la tensión de la correa si deben o no pararse, tensión aunque sea casi imperceptible.

Cuando caminas por la calle y hay un obstáculo el perro ya sabe por qué lado de la farola vas a pasar, quizás porque va pendiente de tus pasos y observa si se dirigen a la izquierda o la derecha pero la reacción es instantánea, lo he comprobado muchísimas veces en cuanto cambias un paso de la dirección que traías él hace lo mismo en esa dirección igual que si te leyeran el pensamiento.

Otro detalle que le tenía observado era cuando nos encontrábamos con alguien por la calle y nos quedábamos de pie quieto hablando al momento comenzaba a ladrar, lento pero sin pausa, un ladrido cada pocos segundos, como un mensaje en morse, punto – raya larga – punto, al final tenías que dejar la conversación o continuarla iniciando la marcha, luego cuando la iniciábamos comenzaba con un pequeño trotecillo “chulesco” muy alegre como resultado de haber conseguido lo que quería, caminaba moviendo acompasadamente las “faldillas peludas” que le colgaban debajo de la cola, trotecillo que a veces se vería roto de golpe por la longitud de la correa.

Era un animal muy “cabezón”, como quisiera ir en una dirección y tu para otra le tenías que dar un montón de tirones y al final acababas cediendo porque se sentaba de culo y clavaba las patas de atrás y de delante y no había manera de que caminara pero como fuera en el sentido que él decía no había que “arrearle” y conocía muy bien la velocidad que tenía que llevar.
Para solucionar este tipo de inconvenientes busqué un truquillo que funcionaba muy bien, era despistarle hablándole y/o silbándole, de esa manera parece que el pensamiento se le distraía y no le daba importancia a la dirección que tomásemos.

Cuando a veces lo sacaba aprovechando a que iba a por el pan, al banco, la ferretería etc y lo dejaba atado a cualquier punto si me veía no pasaba nada, permanecía allí inmóvil mirándome como me alejaba pero como no me viera comenzaba con la canción morse punto – raya larga – punto y a veces preparaba una serenata que pa´qué. Una vez incluso estando yo dentro del herbolario me veía hablar y comenzó a ponerse tan pesado que no pude continuar la conversación, cuando salí no sabía cómo darme las gracias, daba vueltas sobre sí canturreando y levantando la cabeza mientras me miraba a los ojos.

Otro caso en el que fue IMPOSIBLE dejarlo atado fue en un chiringuito de la playa, reservamos una mesa en la calle y le dejamos a la sombra al pié de un árbol a menos de ocho metros de distancia pero comenzó con su “queja reivindicativa” y lo tuvimos que soltar y poner debajo de la mesa porque ojito el alboroto que estaba generando,eso sí, en todo el rato que estuvo debajo de la mesa no dijo ni “esta boca es mía” no rechistó ni para comer quizás porque de vez en cuando se “caía” algo de la mesa directamente a sus fauces, ¡si es que el animalito no daba ni «gotitaguerra»!

SUS NECESIDADES BIOLÓGICAS: Casi podía decirse que a lo largo de los casi once años jamás hizo sus necesidades en casa salvo tres o cuatro veces que anduvo mal de los intestinos, también media docena de veces de devueltos en casa, la última vez sucedió en sus últimos quince días y creo que esta fue la causa: se hartó de comer después de varios días sin apetito (ya se encontraba bastante enfermo) y por la mañana me encontré TODA LA COCINA sembrada de devueltos ¡toda! como si fuera un campo de setas; recuerdo que fue la única vez que le mojé sus croquetas con agua por consejo del veterinario ya que su dentadura maltrecha le podía estar impidiendo el comer, hoy ya sé que ese no era el problema, el problema eran las úlceras gástricas que le empezaban a pasar factura….

Su comportamiento con estas cosas. Mis suegros tienen una parcela con una casita de campo y hemos pasado muchísimos fines de semana allí, pues no le servían los 3500 metros cuadrados de parcela para mear, aquello aunque fuese campo seguía siendo el hogar humano y “allí no se meaba” había que sacarlo a la calle a sus horas como cualquier día habitual  igual que si estuviésemos en su hogar diario; cuando le decías a algún amigo invitado de ese día que tenías que sacar al perro a la calle después de comer no se lo creía ¡¡¡con la parcela que tiene aquí!!! Pues sí, con la parcela que tenía pero era así, parece que se sentía como «invitado» en ella.

Ese comportamiento cambió en el último medio año porque en las navidades le pillé orinando en un rincón del huerto y creo que el culpable fui yo porque también había meado allí un rato antes y ya se sabe: “Donde mea el amo mea el perro”. Yo a  veces me reía de él, cuando yo orinaba en el campo al momento estaba él allí poniendo su “huella”  aunque solo fuesen TRES GOTAS ¡ay, el instinto animal…!

Tuvo la suerte de vivir muy cerquita del campo, a escasos metros, y sus necesidades las hacía por lo general en la tierra incluso cuando caminábamos por la acera se arrimaba a los troncos de los árboles que había tierra daba la impresión de que no quería manchar, con el tiempo te das cuenta de estos detalles sin embargo y como es lógico siempre había casos excepcionales.

Los animales son imprevisibles en todos los aspectos _en los últimos días que ya estaba muy enfermo_ una mañana cuando volvíamos nada más pasar al portal mientras me guardaba las llaves se puso a evacuar en el interior… ¡qué estrés! lo até a la barandilla y salí pitando escaleras arriba a por papel, fregona, etc  todo salió bien porque en esos escasos minutos ningún vecino cruzó por allí, por lo visto Murphy y su maldita ley (que me la había liado unos minutos antes) se había ido a desayunar ¡¡¡joer qué minutos pasé!!!!

Gracias una vez más por llegar hasta aquí, si crees que a alguien le pueda interesar no dudes en compartir. Agustín y sus cosas.