Matillas y el León.

Este es el resumen de una salida fotográfica en la provincia de Guadalajara, tan desconocida e indiferente para la mayoría, el lugar elegido fue Matillas y sus alrededores, en su día fue famoso por la producción de cemento blanco, en el siglo XX en ese lugar hubo una de las TRES mayores productoras de Europa, actualmente solo las ruinas y los restos de los hornos, las casas de los Ingenieros Ingleses (con su pista de tenis), el molino y un montón de escombros es todo lo que queda hoy por allí.
Nunca antes había estado en ese lugar, tan solo una vez y de paso (2014) por lo tanto desconocía que podía encontrarme, finalmente resultó interesante la jornada por lo que me he decidido a escribirlo para _con suerte_ recordarlo en el futuro cuando ya ni mis piernas ni mi ilusión por descubrir nada me permitan volver a ese lugar ni como fotógrafo ni como senderista, la memoria es frágil y a veces traicionera, los recuerdos acaban fundiéndose como lágrimas en la lluvia, por eso lo relataré con cierto detalle ya que precisamente eso, el detalle, es la “sal” de mis historias.

Siempre cometo el mismo error, primero salgo al campo como “pollo descabezado” y luego me informo del lugar donde estuve por lo que me pierdo parte de la gracia por ello me encuentro con incógnitas sobre lo que tengo delante, la ventaja es que de esa manera me queda la puerta abierta para una segunda visita.

He ojeado la web y aunque no hay mucho del tema la fábrica la construyeron “Los Ingleses” igual que la explotación minera de Hiendelaencina, también en la misma época, misma técnica o parecida. Resultó ser que alguna empresa minera puso sus ojos en España para la fabricación de cemento, en España en aquellas fechas no había ni conocimientos técnicos sobre la materia ni dinero para acometer grandes empresas. Se necesitaban varios factores para emprenderla, uno de ellos era la ENERGÍA eléctrica, actualmente Iberdrola o cualquier otro distribuidor “está loco” por contratar con ellos un consumo eléctrico de semejante envergadura pero antiguamente, en el siglo pasado y concretamente en España y más concreto en la zona que tratamos no había más energía eléctrica que para el alumbrado y poco más. Seguro estoy que la cementera consumía más energía en una semana que entre todos los pueblos de la zona en un año. Matillas la Vieja jamás tuvo electricidad en el pueblo.

Necesitaban pues varios requisitos, uno era la Energía, otro era la cantera o fuente de suministro y otro era el transporte y distribución de la producción. Después de muchas averiguaciones descubrieron que Matillas podía ser rentable, el rio Henares está muy próximo, tanto que más cerca de la cantera hubiera sido imposible pues las canteras suelen estar en el cerro y los ríos en los valles y este era el caso. Central hidroeléctrica en el cauce del rio Bornova para suministar energía a la explotación minera de Hiendelaencina.

Para la distribución qué mejor que el ferrocarril que pasaba justo por allí, al lado de la cantera y del río… mejor localización hubiera resultado imposible de encontrar.

Una curiosidad que he leído sobre el aspecto de “los Ingleses” es que para los lugareños parecían personas extraterrestres, jamás habían visto seres humanos tan altos, tan esbeltos y sobre todo tan rubios. Cuando en los meses de verano aprovechaban la piscina natural producida por la presa que habían construido para ubicar la turbina que produciría la electricidad necesaria para la fábrica y se zambullían buceando largo rato bajo la superficie del agua los muchacho/as que los contemplaban se quedaban boquiabiertos, nunca hubieran imaginado que un ser humano pudiera vivir tanto rato como un pez.

Salimos de Guadalajara: Josemi fue el protagonista del volante esta vez. Por motivos más bien físicos de Josemi no solemos madrugar, a veces también por comodidad ¡por qué negarlo! La cosa es que sobre las 11:00 comenzaba la ruta hacia la zona de Jadraque, más concretamente Matillas, aparte de la fábrica de cementos “El León” no me suena haber escuchado tener nada más interesante.

Las previsiones meteorológicas eran de cielo despejado todo el día pero había una gran canícula por lo que sugerí acercarnos al mirador de Trijueque (que pillaba de paso) a ver qué pinta tenía el Valle del Henares.

Llegamos al mirador y vi que había un telescopio anclado al suelo para ver con detalle el valle… ¡no puede ser que funcione! Acerqué mi ojo al cristal y solo vi una imagen muy distorsionada por las minúsculas gotas de rocío del interior ¡mi gozo en un pozo! Giré el telescopio para ver el cristal de entrada de luz y vi un perfecto agujero del tamaño de un pomelo o naranja grande recubierto por multitud de cristales puntiagudos, algún cafre no le gustó que pusieran allí aquel aparato y destruyó el cristal, quizás pudo ser también por la rabieta de no poder echarlo a la furgoneta y cambiarlo de ubicación, por ejemplo: el patio de su casa, cuatro enormes tuercas bien acabadas lo mantienen fijo al suelo, luego miré con detalle toda la estructura y más roto no podía estar.

El cerro de Hita está relativamente cerca y apenas era visible, no voy a mencionar el Ocejón que parecía no haber existido nunca.

A pocos pasos de allí está la Iglesia o Ermita de … no lo sé, lo primero que me llamó la atención fue la escultura que hay sobre la puerta principal, el paso del tiempo y los hielos la han desmoronado quedando solo una piedra que no da ni para imaginar lo que allí hubo. No he podido por menos que tomar alguna foto. Poco rato estuvimos allí, el sol andaba con dudas entre asomarse entre las nubes o dejarlo para otro rato así que unas pocas fotos de compromiso y continuamos camino.

Antes de llegar a Jadraque desde la NII y antes de comenzar el descenso ya cerca del castillo del Cid, a la derecha sale un camino que lleva al repetidor de telefonía o tv, allí nos plantamos. No era la primera vez que pisaba yo aquellos cantos, nunca vi una foto buena desde allí, en una ocasión tuve montado todo el conjunto del timelapse con su barra motorizada pero finalmente el viento y el frío me hicieron desistir. Tomamos muy poquitas fotos (solo las de compromiso) observamos posibles fotos nocturnas o timelapses para realizar en otras estaciones a lo largo del año y continuamos hacia Matillas.

Llegando ya a Matillas Josemi vislumbró un “castillo” a la derecha del pueblo; ¿Castillo dices amigo Sancho? Nunca escuché que por aquí hubiera castillo alguno, salvo el del Cid y ya lo hemos dejado varias leguas atrás… llegando a las vías del tren de frente nos encontramos el logotipo de la fábrica de cemento y sus instalaciones, bien visible es la enoooorme chimenea a escasos metros.

Recordando la única vez que pasé por allí intentamos subir al molino, bien visible desde varios km antes de llegar pues es una construcción bastante grande y por su color blanquecino destaca en el terreno. Josemi no tenía ni la más mínima intención de caminar, sobre todo teniendo en cuenta su estado físico, así que tomamos un camino dirección al molino pero la cuesta empinada, la gravilla suelta y las cárcavas del camino originadas por la lluvia hicieron que diésemos marcha atrás y desistiésemos (por el momento) de visitar las instalaciones.

Ya era la hora de comer así que mientras encontrábamos un lugar para ello más o menos tranquilo y despejado y “como si nos estuviera llamando” nos dirigimos hacia “El Castillo” de Josemi que al ir acercándonos un rato antes en la llegada al pueblo lo cambiamos por “Iglesia de pueblo”.

No fue difícil encontrar el camino que conducía al monumento, una pequeña cuesta para coronar en una “escasa llanura” desde donde se contemplaba ya el estado súper derruido de las viviendas, entre ellas y no en mejor estado estaba la Iglesia.

Paramos antes de llegar porque sobre un almendro había un gran “pajarraco”, era uno de tantos buitres que siempre andan en aquel lugar sobre la vertical escudriñándolo todo, intenté hacerle un retrato y busqué una línea donde de fondo se viera la espadaña de la Iglesia con su veleta, algunos conejos salieron huyendo ante mi presencia, muchas madrigueras hay en el lugar y uno de ellos estaba sirviendo de desayuno, entiendo que a una rapaz pues le faltaba parte del abdomen y la carne era fresca, daban ganas de quitarle la pelliza y ponerlo en la parrilla.

Pronto el tremendo buitre se dejó caer del almendro y comenzó un planeo ladera abajo, apenas movió las alas para alejarse, una leve brisa corría por aquella colina, brisa que emplearía para que, sin esfuerzo, alcanzara en pocos minutos varios cientos de metros de altitud.
Nos desplazamos con el auto los escasos doscientos metros que nos quedaba para llegar a lo que en su día sería la plaza del pueblo, lo primero que nos llamó la atención fue que el lugar había sido visitado recientemente pues había restos de juergas amorosas por el suelo, eso me trasladó media vida atrás en el tiempo y me hizo sonreír para mis adentros, la diferencia es que por aquellos entonces no los dejábamos tirados por el campo. Sin duda era un bonito lugar para contemplar una puesta de sol con el valle del rio a los pies y posteriormente aprovechar un revolcón sin temor a ser sorprendidos.

Casi de pie y sin tiempo que perder comenzamos a dar buena cuenta del salchichón de Atienza, jamón serrano, aceitunas y piña en almíbar para acabar con té y pastas.
Tuve que suspender temporalmente la comida porque según daba cuenta al bocata veía como las nubes formaban en el cielo unos surcos ideales y no podía dejar pasar el momento, finalmente no fueron lo buenas que yo hubiera querido, ni con un filtro ND se hubiera corregido pues el movimiento de las nubes y los surcos del cielo no coincidían en el mismo sentido.

El pueblo está situado en una pequeña colina, ideal para que en verano los vientos aliviaran el calor y en invierno las enfermedades, la decisión de ubicarlos en colinas parece que es algo común a muchos pueblos. Vista del pueblo a 3 km, desde la mina.

Más o menos el final del pueblo fue por esta razón: Una vez que la fábrica se puso en marcha poco a poco fueron surgiendo viviendas al lado de la misma, primeramente este lugar era conocido como “El barrio de la Estación” finalmente todos los habitantes de la colina bajaron hasta las cercanías del tren y de la fábrica, principal fuente de ingresos del entorno; conozco una familia de Alcorlo que se trasladó a Cendejas de la Torre para trabajar en la cementera y allí acabaron sus días. Con el traslado de gentes se fueron también sus fiestas patronales y religiosas quedando despoblado el antiguo Matillas que luego añadieron el “la Vieja” para diferenciarlo del nuevo.

Sin perder mucho tiempo en la sobremesa dimos una vuelta por las instalaciones, en el diminuto cementerio tan solo hay UNA pequeña lápida de mármol blanco, sin nombre, traté de identificar la fuente del pueblo, me pareció encontrarla en la ladera de una colina, lo que en su día fue el pilón ahora quedaba una pieza triangular formada por ladrillos y cemento con cierto aire ya de inclinación.

La curiosidad quiso que al marcharnos buscásemos los restos del conejo pero la alimaña no debió dejar absolutamente nada porque no encontramos ni rastro de él.

En el cruce del camino nos encontramos con un automóvil al que hicimos esperar hasta que llegásemos, el conductor era un anciano, uno de los últimos habitantes de Matillas la Vieja, así es como se le conoce a ese poblado; nos habló de que llevaba abandonado al menos 20 años, creo que el abuelo perdió la noción del tiempo, según he leído fue en 1964 (56 años) cuando los dos últimos vecinos se bajaron a vivir al barrio de la estación.

De regreso a la mina de “El León” le pedí a Josemi que nos acercásemos a un punto cercano pues al pasar por la carretera vi unos árboles llamativos y tomé esta foto. Sin perder tiempo (ya era media tarde) nos dirigimos a la mina, esta vez por la retaguardia, viniendo desde Cendejas de la Torre surge un camino abandonado que llega a la mina, una enorme pendiente nos impidió acercarnos más pero ¡tampoco era tanto lo que quedaba por caminar! El sol ya estaba más tiempo oculto que asomado ¡eso para que te fíes “del hombre del tiempo”.

Ya con ciertas prisas porque “ni el sol ni el tiempo se paran” comenzamos a tomar las primeras fotos; en la parte de abajo, en el camino de subida había “un fotógrafo” recorriendo las instalaciones y pensamos: ¡vaya, lo de siempre, cuando crees que estás tú solo en un lugar siempre hay alguien… pero eso sí, como alguna vez necesites a alguien estando en un lugar que es de difícil concurrencia allí no encontrarás a nadie!…
Con los pies puestos allí, en el punto por donde entraba el material no pude por menos que imaginar cómo sería el ambiente en aquellos tiempos; un cilindro cargado con rocas y con bolas de acero de diferentes diámetros y pesos girando como un torbellino, golpeando las rocas hasta convertirlas en polvo más fino que la harina, el ruido infernal que habría, los obreros sin protección auditiva, sin más medios que la fuerza bruta, posiblemente sin guantes… máquinas vastas aun siendo tecnología punta; era para haberlo visto funcionar, eso sí, trasladado en el tiempo.

 


Josemi y yo nos dispersamos, hacemos y tenemos diferentes máquinas y perspectivas por lo que yo me entretuve en el primer edificio y él se adelantó para hacer un timelapse al sol y las chimeneas. Pocas veces y por muy poco tiempo el sol hizo su aparición, más bien estaba siempre en un “querer y no poder”. Las tres chimeneas llamaban mucho mi atención, era lo más pintón del lugar pero a la vez estaban ubicadas en un lugar poco favorecedor así que después de retratarlas desde arriba lo poco que se dejaban ver me dirigí a sus pies.

Josemi en ese momento andaba con su timelapse, tuve que pasar por detrás de la cámara y bajar como un Oryx por una pequeña pero muy empinada cuesta hasta situarme a la altura que me pedía lo que con suerte y si salía el sol podía conseguir una foto “pintona”. ¡Como me hubiera gustado verme desde lejos llegando hasta aquel punto cargado con las dos bolsas de las cámaras y el trípode, estudiando cada pisada como una cabra de las montañas (Oryx), de resbalarte… mal rollo, el trípode apenas trabajó en todo el día y cuando lo hizo fue como “tercera pierna” en los accesos difíciles.

Menos de diez minutos estuve en aquel punto, moviéndome con sumo cuidado y con ciertas prisas, pues el sol duraba “lo que duraba”, utilicé objetivos de focal desde 50mm hasta 11, había diversos tipos de perspectivas, desde solo las chimeneas con sus reflejos del sol en los ladrillos hasta todo el paisaje incluyendo un árbol cercano a modo de relleno en la parte inferior, las nubes podían haber estado más colaborativas pero eso no se puede conseguir. Recordaré que mientras tomaba las fotos, especialmente las de 11mm, me acordé de María Teresa Gutiérrez, recientemente he visto una exposición suya donde en varias fotos la luz entra por un punto muy similar y me vino a la cabeza, ella hace hincapié en la luz, ¡no es que sea la única que tiene en cuenta ese detalle! muchos autores fotógrafos o pintores la tienen siempre presente.

¡Qué rabia me da no poder estar en dos puntos a la vez al mismo tiempo! Recogí toda la maquinaria que tenía sobre y dentro de las bolsas y bajé hasta el camino para comenzar a subir a la instalación primera, el molino. Todo el material de uralitas del techo se encuentra en el suelo, por supuesto hecho mil pedazos. Nada más entrar vi el panorama, vi la foto, las cristaleras rotas por mil pedradas harían de cerco natural para utilizando los huecos mostrar cómo el sol se ocultaba entre las nubes con una multitud de tonos violetas, rojos, anaranjados, amarillos y también grises o azules.

No me fue fácil porque siempre en esos casos de contrarreloj todo suele estar con el paso cambiado”, me refiero a que la montura del trípode va en la cámara que peor rango dinámico tiene y esta a su vez tiene el objetivo cuya focal no te interesa así que en menos que se “persigna un cura loco” tuve que cambiar los achiperris y configurar una cámara, con el objetivo que necesitaba, altura de trípode, distancia y foco para centrar el sol o cualquier otro objeto en los puntos que más me atraían para llevar a cabo mi idea. Esto salió.

Al subir aún más la cuesta hice una última foto al punto de la entrada de material al molino, en ese momento la cristalera mostraba el color del cielo y por la parte de abajo penetraba la poca luz que ya había en el ambiente porque el sol ya hacía un rato que no estaba presente. Dos fotos con diferente exposición necesité para mostrar lo que mis ojos veían en ese momento.

Josemi en ese momento ya estaba moviendo la mandíbula con el fiambre, yo aún me entretuve por el camino para hacer un retrato al Ocejón u otro semejante que, aunque lejano, mostraba su silueta, nunca vista por mis ojos desde esa perspectiva.

Caminando hacia el coche recordé a mi perro “Manolo”, desde allí podía ubicar el pantano de Alcorlo y se me hacía tremendamente lejos, unos 40 km, distancia que caminó en dos ocasiones ese animal para reunirse con sus antiguos dueños. La historia fue así: Mi padre siempre fue cazador y como tal tuvo perro, ya en 1976 debíamos abandonar Alcorlo por cuestiones de la presa y mi padre le regaló el animal a un familiar de Cendejas de La Torre, lo tuvo atado varios días para que se acostumbrara a su nuevo dueño pero el animal en cuanto se vio suelto tomó las de “Villadiego” y se presentó en Alcorlo. Mariano al ver que se le había escapado el perro supuso que lo encontraría en Alcorlo, volvió a recuperarlo y allí lo encontró. Nuevamente repitió lo anterior con la cuerda y los días pero el animal, por lo que fuera, aquello no le gustaba y de nuevo se presentó en Alcorlo.
Separarlo de su familia, de su hábitat que tan bien conocía, fue como un castigo, un exilio al que se resistió y guiado por su instinto _ya que los animales no tienen raciocinio_ opto por volverse una, dos y las veces que hubieran sido necesarias.

Cuando llegó esta segunda vez mi familia y yo ya estábamos en Guadalajara y el animal se quedó vagabundeando por el pueblo; curiosamente hace un mes me dio la paranoia de pensar en cuál sería el final de ese animal, traté de saber de alguien que lo recordara, para asegurarme de que lo habrían recogido, llamé por teléfono a varios paisanos de Alcorlo que podían tener relación y di con la persona más ideal, la hija de Mariano, recordaba hasta el nombre del perro, “Manolo”, dijo que cierto es que se volvió a escapar una segunda vez pero que su padre no volvió ya a por él, sabía que el destino de ese perro estaba en Alcorlo. Tengo tantos y tan bonitos recuerdos de ese animal que no puedo evitar que las lágrimas se me descuelguen cada vez que lo veo en las fotos o llega a mi memoria, sobre todo si pienso en que pudo morir de hambre… ¡No se lo merecía! En este enlace hablo de las perrerías que sufrió a manos de desaprensivos que no merecen otra cosa que justicia divina. http://alcorlopantano.com/2017/02/16/capitulo-021-mi-perro-manolo/

Después de dar buena cuenta de los alimentos que aún nos quedaban abandonamos aquel paraje ya con buena oscuridad; me alegró ver una liebre saltando entre las hierbas, eso significa que el monte no está solo y la fauna aún sobrevive ante tanta contaminación, venenos y caza.

Antes de llegar a casa teníamos prevista una parada “obligada” en la curva de la fuente a la altura del castillo del Cid, sin luna, con cierto velo de humedad en el ambiente la noche se mostraba oscura, sobre todo en aquel punto a duras penas veías una silueta humana a más de cinco metros si no hubiera sido por el constante goteo de coches que pasaban, sobre todo por ser sábado, rara vez hubo una exposición de un minuto sin que fuera arruinada por las luces de los coches.

Poco rato estuvimos allí, intentar fotografiar algo tan IMPOSIBLE y la temperatura (no más de 7º) que tampoco ayudaba hizo que recogiésemos los trastos y diésemos por finalizado el día fotográfico.

Una vez más gracias por llegar hasta aquí, si te gustó este relato no dudes en compartirlo. Esta ha sido la primera salida sobre un proyecto que tengo en mente sobre documentar con fotos y vídeos 40 o 50  lugares de la provincia de Guadalajara que en su día estuvieron habitados, quizás la cosa no pase más que de ser «un proyecto». Si te animas ¡acompáñame/nos!

Alcorlopantano.com    Agustín y sus cosas.