Capítulo 017, La alimentación

la-alimentacion-portada-webEste capítulo es el primero de la SEGUNDA parte. Noviembre 2016, 16 meses después. El tiempo es un bien preciado y no he dispuesto antes de él para poder continuar, ni mucho menos ha sido por falta de ganas pero mis obligaciones, aficiones y devociones me tienen «frito», cada día, cada semana, surgen nuevas como las setas en Otoño.

En casa la alimentación siempre ha tenido una importancia capital, no servía eso de «irse a dormir con un vaso de leche y unas galletas» , decía mi madre que  «el cabrito bien cenado bien duerme» y pese a que  el refrán dice que «por culpa grandes cenas las sepulturas están llenas» rara ha sido la noche que amos y perro no cenaran como Dios manda.

Los perros que yo conocí de crío todos se alimentaban de la comida que sobraba a la hora de comer _ lo malo es que nunca sobraba mucha_  y de los restos de algún animal que encontraran por el campo, pero si una cosa tenía clara es que mi perro comería en gran parte piensos de bolsa, esas croquetas de varios colores que vienen preparadas con todos los nutrientes que necesitan, claro estaba también que «no solo de pan vive el hombre» y alguna golosina caería de vez en cuando en sus «fauces de cocodrilo» como las llamábamos donde muchas veces la comida pasaba directamente al estómago cual embudo se tratara.

Mucho antes de tener perro escuché a una señora mayor comentarle a otra que a «su perro» no le daba comida que ella misma no pudiera comer sino que le daba comida de la misma calidad que ella consumía, esto me chocó tanto que se me grabó en la memoria como tantas otras cosas que grabamos diariamente y que luego con el tiempo se van borrando automáticamente o pierden fuerza el caso es que un día repentinamente y cuando ya andábamos un tiempo «con el perro» me vino aquel recuerdo de la señora y que en su día me parecía absurdo, el caso es que yo me vi en el pellejo de aquella señora y quizás por eso siempre le di el mejor bocado, ese trocito de carne tan sabrosa que existe siempre en una chuleta o un costillar o esa parte del pescado que no tiene espinas y está perfectamente cocinado y tostaíto, el caso es que siempre lo mejor para el perro, si me ven mis padres me apedrean ¡lo que hay que ver! ojo lo que traen los nuevos tiempos, ¡los perros viviendo mejor que las personas!. En Alcorlo le echabas un trozo de pan y no llegaba al suelo, lo recogían antes aunque tuvieran que saltar en el aire para atraparlo ¡eran otros tiempos!.

imagen-rincon-webCuando volvíamos a casa por la tarde la primera pregunta nada más entrar era ¿quién ha sacado al medio día al perro? La segunda era asegurarse que tenía agua y comida

Una de las golosinas que estaban reservadas para él eran los «ojos de las merluzas» cocinadas al horno, con eso no había peligro, lástima que no supiera degustarlas porque pasaban directamente a la bolsa.

Cuando cenábamos de embutido allí estaba hincado de culo tomando sus finas rodajas de lomo embuchado y «chorizo de Atienza» hasta que comprendía que ya no caería más y se trasladaba hasta su comedero, al momento se le escuchaba «ronchar» sus croquetas y beber agua, luego volvía a la mesa con las puntas de sus largos pelos de las orejas mojadas pues le llegaban al agua mientras bebía.

imagen-grenli-webUn detalle que nunca se nos olvidará era con la delicadeza que tomaba los alimentos que le dábamos con la mano, no tuvimos que enseñárselo, o bien lo traía aprendido o lo llevaba en los genes; lentamente abría un poco la boca y como si no quisiera ni rozarlo lo tomaba entre los dientes, si se trataba de un trozo pequeño generalmente pasaba directamente al esófago, los molares no los necesitaba, yo le decía: «Yuco, con lo rico que está y tu ni lo saboreas ¡qué lástima!» Click AQUÍ para ver un vídeo relacionado.

Creo que fue Diana la primera que comenzó a enseñarle a dar la patita, ese gesto lo empleaba luego para reclamar su comida cuando veía que todos andábamos moviendo la dentadura sentados alrededor de la mesa.
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Se ponía a tu lado y apoyaba la pata (normalmente en la rodilla), si lo ignorabas insistía y si seguías sin hacerle caso continuaba insistiendo; con el tiempo aprendió a reclamar su alimento o mejor dicho su golosina emitiendo pequeños gruñidos_dsc0171-patita-web que te rompían el corazón y cedías a sus ruegos, ya por costumbre o por instinto se ponía casi siempre cerca de mi porque sabía que era el más débil en ese aspecto y era el primero que cedía y cuando el animal se despistaba y la comida caía fuera de su boca y llegaba al suelo me llovían voces en estéreo de varios de los comensales porque aunque la tv estuviera encendida parece ser que todo el mundo estaba pendiente del animal.

Cuando llegó a casa le dábamos pan y no se molestaba ni en olerlo, parecía que era un material no comestible pero con el tiempo ese mismo material si tenía impregnado un poco de salsa no hacía el más mínimo reparo. En este vídeo se puede ver.

Durante una cena cuando ya era mayor le di un trozo de pan untado en algo, de la dentadura ya andaba bastante fastidiado, entendió que era un trozo demasiado grande para sus tragaderas y comenzó a masticarlo y ensalibarlo pasándoselo de un lado al otro de la boca, supongo también que le dolería la dentadura, cuando de repente se tiró al suelo y comenzó a darse golpes en la cara con cada una de sus patas delanteras a la vez que producía gruñidos de dolor o miedo, rápidamente intenté abrirle la boca porque supuse que se le había atravesado el trozo de pan en el paladar y no iba ni para un lado ni para el otro mientras me caían gritos por todos los sitios, en estéreo, en 3D ¡¡¡¿qué le has dado al perro?!!! ¿cuántas veces te he dicho que no le des nada….? en fin, una detrás de otra… y cuando un animal está nervioso ¿quien le mete la mano a la boca? lo primero es que no se deja, lo segundo que no se está quieto porque está asustado así que en definitiva que pasamos unos minutos de histeria colectiva todos, incluido el perro, tragó el trozo de pan que se le había quedado pegado en el cielo del paladar y continuamos cenando como si tal, unos mirando a la tv y el perro mirando hacia la mesa por si se escapaban más cosas guardárselas en el estómago…

En una ocasión estábamos en el pantano merendando y llegaron en ese momento unos amigos con un perro de raza pastor Alemán, el perro se acercó a la mesa y se puso a mi lado, allí estaba también el Yuco recibiendo de vez en cuando un trozo de fiambre,  cogí un trozo de chorizo con la mano y se lo acerqué, el perro se arrimó como a olisquearlo y cuando quise darme cuenta tenía toda mi mano dentro de su bocaza, creo que le toqué la «campanilla», qué susto me dio, ni por un momento pensé en que se comportaría al tomar los alimentos de una manera tan diferente al mío, ¡qué iluso soy!.

En varios capítulos comentaré que un perro es como tener un crío pequeño con muchas picardías y/o una personita con cierta discapacidad psiquica o similar el caso es que no le puedes perder la vista un momento porque en cuanto te descuidas ya te la lió. A veces cuando ya estábamos en los postres el animal sabía _supongo que por el tiempo o por la cantidad de alimentos que le habían caído ya de la mesa_  que ya no habías más chuches así que se retiraba a sus rincón donde SIEMPRE tenía agua y comida y completaba su ración pero había veces que a lo «chita callando» se iba para la terraza y buscaba en el cubo de la basura que aunque teníamos la precaución de dejarlo siempre con la tapa bajada no podíamos bajar la guardia por el peligro de que encontrase restos de huesos de pollo _que creo son terribles para estos animales_ pero siempre había alguien vigilando y al más mínimo ruido en la terraza ya estaba la frase ¿dónde está? ¡mira a ver qué está haciendo el perro! porque en ese momento no era el Yuco, ¡era un perro!.

Nunca le gustaron las chucherías para perros, esas que son especiales  y que se aprovechan
para autolimpiarse los dientes, jamás vi que se comiera ninguna pero descubrimos que los cereales integrales le gustaban mucho pero ¡ojo! cualquiera no, tenían que ser los «crispis» de trigo inflado con miel pero ¡ojo! de la marca Kellog de otras marcas decía que te los comieras tu, apenas ni les hacía caso. En el vídeo se le puede ver en esos momentos.

A los crispis le acostumbró mi mujer en los últimos años, cogió de costumbre de ponérselos cuando volvíanimagen-crispis del paseo matutino y se sentaba a desayunar. Con el tiempo esa misma costumbre se duplicó a la merienda cuando ella volvía de trabajar y andaba el animal persiguiéndola cual alma en pena «como un perrillo» por toda la casa hasta que se sentaba en la cocina a tomar su café y él sus crispis.

Le poníamos un puñado en su bol y cuando acababa con ellos era cómico el verle con varios de ellos pegados (por la película de miel) en la punta de los pelos largos que le colgaban de las orejas y le llegaban hasta el morro, parecía un abeto de navidad con adornos, a veces intentaba cogerlos con la boca pero como «no se estaban quietos» desistía, no había suficiente inteligencia para sujetarlos con una de sus patas.

imagen-alimentacion-lengua-2-webOtro de los alimentos que descubrimos que le encantaban eran las nueces, contrariamente al resto de pequeñas chuches esas SÍ que las masticaba, pareció descubrir su sabor al masticarlas y extraer el aceite cosa que de otra forma no apreciaría.

El chocolate. Parece ser que este alimento no les va bien a los perros y mis hijos cuando veían que le daba algo que contenía chocolate «se me tiraban a la yugular» porque corría el riesgo de quedarse ciego y de esas cosas que tiene la vida ciego se quedó pero no por ese motivo sino por una maldita espiga que le perforó la córnea.

Decía que comida SIEMPRE TUVO pero alguna vez que nos despistamos o bien porque comiese más de la cuenta o por despiste cuando se acercaba al comedero y no había se quedaba clavado de patas, inmóvil, con la cabeza vuelta hacia atrás hasta que le mirábamos, era señal inequívoca de que no tenía agua o alimento; igualmente pasaba cuando se acercaba allí y se encontraba con la puerta del lavavajillas bajada impidiéndole llegar al comedero, al momento todos sin excepción «perdíamos el culo» para facilitarle sus deseos.

Los helados de las vacaciones de verano. Las vacaciones de verano las hemos pasado siempre en la playa de la región de Murcia, por lo general calor insoportable y bochornoso. Después de comer había que sacar al animal sí o sí así que yo ya salía con mi sombrero y mis dos helados uno para cada uno, helados que desaparecían en breve entre otras cosas por los 32 grados de media que tenemos en ese lugar.

Nada más cerrar la puerta de la vivienda (quinta planta) y dirigirnos hacia el ascensor ya no me quitaba ojo, esta vez no hacía lo de siempre, no salía corriendo delante para esperarme en la puerta del ascensor sino que iba delante caminando marcha atrás muy cerca de mi hasta la puerta, cuando se abría y como de costumbre, él pasaba el primero, luego seguía mirando sin quitar la vista y ahí ya caía el primer trozo de chocolate, y me acordaba de mis hijos siempre con lo mismo ¡no le des chocolate que se va a quedar ciego!.

Al salir a la calle continuábamos con el mismo ritmo, él delante mirando hacia atrás y estorbándome para caminar, al momento ya nos parábamos en la primera sombra y allí les dábamos matarile a los helados en unos segundos para continuar con la ruta por la calle del norte que daba la sombra, aunque son animales pronto aprenden que en el verano se camina mejor por la sombra y rápidamente piden cambiar de acera…

Siempre tuvo comida de sobra en su comedero pero no por eso comía con ansia y en demasía, era muy comedido, a lo largo de su vida estuvo más o menos en el mismo peso salvo épocas de estar enfermo o decaído, llegó una época al final de sus años que estuvo bastante gordo, no lo suficiente para no poder hacer una vida normal y también tuvo una racha corta en el último año que se le notaba la columna vertebral, supongo que el apetito lo perdería por los medicamentos.

Una anécdota: En una de las múltiples salidas al campo por Alcorlo a primera hora de la mañana cuando me quise dar cuenta vi que estaba comiendo algo a cierta distancia, como son igual que los niños chicos que mencioné antes y no se les puede perder el ojo me acerqué a ver que era, en una ocasión lo sorprendí comiendo medio pollo asado de alguien que no le gustó la merienda y lo tiró por allí, otra vez los restos de una pizza; bien pues ¿qué estaba lamiendo? ¡¡¡pues mierda humana!!! ¡me cagüen….! con lo aseado que estaba siempre el animal y allí estaba ¡comiendo mierda!. Lo cogí, lo monté en la furgoneta y bajamos al pantano, allí le metí el morro en el agua y le di con arena y barro hasta que me «Jarté», ¡Dios que asco! ni que decir tiene lo cabreado que me puso, no olvidé que son animales y por ello ni le puse la mano encima…

No quisiera olvidar los gemiditos o pequeños gruñidos que a veces hacía cuando estábamos acabando de cenar, sabía que faltaban solo unos minutos para salir a la calle , en este VÍDEO  se puede ver unos fragmentos de una noche , parecía un intento de querer hablar o trasmitir algo, quizás fuese: «va, termina ya y vámonos», a veces se tiraba varios minutos con su canturreo, sobre todo cuando yo trataba de imitarle y él parece que respondía,  le decíamos cosas como: Yuko ¿qué quiere el Yuko? ¿qué quiere el Yuki? ¡ya nos vamos ya! etc etc parecía un delfín…

Gracias por llegar hasta aquí. alcorlopantano.com