14 de junio de 2023, miércoles. Una aventura de 44 horas por la Campiña y Sierra de Guadalajara.
Después de una época de lluvias primaverales de al menos tres semanas consecutivas, después de haber trascurrido la primavera más seca y caliente desde que se tienen datos sobre ello, por fin volvimos a ver el sol de una manera natural, más o menos como se venía viendo en los últimos treinta años.
Entre otros este fue el motivo de que esta vez me tirara para el monte con mi furgofiesta y el perrete Sugus a pasar un par de días con sus correspondientes noches, ajenos y alejados del tránsito infernal y mundano de la población donde vivo que, raro es la mañana que no te despierta el jardinero del pueblo con la motosierra podando la valla del jardín o el operario del ayuntamiento espantando las hojas acumuladas debajo de los autos para que el vehículo que barre y limpia las calles acabe con ello, dicho de otra manera, me marché huyendo de todo ese ruido y alboroto que suelen tener las ciudades modernas y que cada día que me pasa voy odiando más, mucho más.
Mi zona preferida para el reposo de estos días comenzaría en la zona de Jadraque y abarcaría la Sierra Norte de Guadalajara, son unos lugares que siempre me aportan alguna fotografía agradable para recordar pero sobre todo y por la noche paz y sosiego ya que el tránsito de vehículos por esos lugares, sobre todo cuando llega la noche, se acerca al cero casi absoluto.
Sobre fotografía decir que mi objetivo principal podía ser fotografiar la Vía Láctea por primera vez de este año, una noche sin luna como la que llegaría me ayudaría a obtener fotografías de estrellas en un espacio de universo negro, aunque “negro, negro” en estas fechas resulta imposible porque la luz en el cielo no deja de verse porque el sol se oculta tarde y aparece pronto, quiero decir con ello que aun sin luna siempre hay cierta luz en el ambiente, muy diferente es en invierno que resulta todo lo contrario, al poco rato de irse el sol ya es noche cerrada.
Aclarando todo esto de la “luz de la noche” continúo con el relato de la ruta.
Salimos sobre las cuatro de la tarde, dirección Jadraque. En Fuencemillán tomamos la carretera de Espinosa, ya llegando a Jadraque y después de llevar dos km oliéndole el culo a un tractor (ya que era imposible adelantarle sin riesgo porque por allí la carretera tiene más curvas que una soga metida en un cubo) conseguí tomar un camino agrícola para ver las posibilidades fotográficas que tenía el cerro y castillo del Cid desde aquellos parajes.
Aunque a esa hora había grandes manchas de nubes ocultando el cielo y sus correspondientes manchas negras en el paisaje, era muy posible que con la caída del sol desaparecieran como tantísimas veces he visto, además, la Vía Láctea salpicada de nubes también queda muy atractiva.
Tomé nota de la ubicación ya que por la noche puede ser difícil acertar con aquel lugar porque son caminos agrícolas y de noche todos los gatos son pardos, era una opción la de volver allí para tomar fotografías, sino esa misma noche bien podía ser en otra ocasión. El castillo del Cid al fondo, entre aquellos dos grupos de árboles con una Vía Láctea sobre él me sugería que podía resultar una fotografía muy llamativa.
Antes de llegar a cruzar el rio Henares vi esta diapositiva y tomé una fotografía de referencia porque si la suerte me acompañara esa noche volvería allí aprovechando que sobre la media noche la Vía Láctea estaría situada sobre las piedras del castillo.
De allí continuamos cruzamos la vía del tren ya llegando a la villa, en ese instante no pude por menos que mirar detenidamente el castillo entre cientos de cables que siguen las vías del tren por el cielo, arruinando la posible fotografía limpia de un castillo histórico construido sobre el cerro más perfecto del mundo, según lo describiera Ortega y Gasset.
Sin prisas tomamos la carretera que circunvala el cerro con parada obligada en la gran curva de la fuente, además de aprovechar para refrescarnos y llenar las cantimploras de agua natural (sin cloro ni mierdas que lleva la que sale del grifo) me explayé un rato largo por el lugar componiendo mentalmente varias posibles fotografías que tomaría ya con la noche bien entrada; no sería esta la primera vez que fotografiara aquel paraje ni de día ni de noche, solamente quería superar mis fotografías anteriores porque por muy bien que lo hagas siempre queda algún fleco colgando que se puede recoger.
Continuamos ruta hacia la llanura que hay más arriba y aunque la idea era acercarme hasta el repetidor que parece vigilar el pueblo de Jadraque que para a sus pies, esta vez y muy a mi pesar, continuamos carretera adelante en busca de nuevas alternativas para fotografiar la Vía Láctea (que era el objetivo fotográfico principal de ese viaje).
Llegamos y cruzamos Miralrrío pero la Sierra se nos iba quedando ya en dirección contraria por lo que pronto dimos la vuelta para buscar un lugar adecuado para fotografiar la Vía Láctea. La dirección sería el Sureste, debería estar libre de árboles, tendidos eléctricos, ausencia de pueblos en esa dirección para evitar la contaminación lumínica, etc etc, quizás demasiados requisitos para acertar con un lugar apropiado que los reuniera todos, sin embargo la suerte, el destino, el Universo, la Sunsincordan, o todos ellos juntos y a la vez hicieron que diera con uno.
De cerca del pueblo de Miralrrío surgía un camino recto y llano que partía de la carretera y se perdía en aquella llanura sembrada de cereal; como ya era la hora de merendar aprovechamos para ello.
El cielo a esa hora no llegaba a estar ni limpio ni despejado, quiero decir que aunque haya nubes, si estas son muy definidas no importa, pero si hay esa neblina que no deja ver las estrellas ya la cosa se complica bastante.
Con los pies puestos en aquel lugar pronto descubrí que podía salir alguna fotografía pintona en dirección a la puesta de sol, la silueta de unos árboles con el fondo de las montañas de la Sierra Norte podían aportar, además de la distancia, una diferencia de ambientes entre la civilización y el olvido o el abandono.
Un colega me había prestado un objetivo de focal 400mm con el que las montañas más alejadas aparecen muy cerca así que trípode en mano comencé a tomar algunas fotos con él.
Algunas otras tomas hice donde se mezcla la naturaleza y la civilización, la mano del hombre, postes telefónicos y árboles, con una señal de tráfico que aunque no se vea nos indica que allí hay una carretera.
Entre bocado y bocado aproveché para conversar telefónicamente con algunos amigos que, aunque parezca mentira, por falta de tiempo los tengo abandonados, últimamente voy de mal en peor en cuestión de tiempo libre.
Una madre corzo y su cría a veces se veían resurgir entre la mies, luego tímidamente sacaban nada más que la cabeza con sus enormes orejones, tan lejos estaban que no me molesté en retratarlos, durante todo el rato que estuve por allí les vi que anduvieron alimentándose.
No tardó mucho el maldito Murphy en hacer que la furgoneta estorbara. Estando yo en el mismo camino, tomando estas fotografías, alejado de la furgoneta unos cincuenta metros, escuché un ruido y vi que un ciclista, no sin cierta dificultad, trataba de sortear la furgoneta ya que en ese momento la puerta del copiloto estaba abierta dificultando el paso; al llegar el ciclista a mi altura ya pedaleando con cierta energía, no pronunció palabra alguna, contrariamente a cuando trataba de sortear la furgoneta que a bien seguro repasaría la memoria de muchos de mis antepasados. Digo yo que no le dio por pasar por el otro lado de la furgoneta ni llegar en otro momento donde casi todo el rato y en previsión de estos detalles, las puertas laterales se mantuvieron cerradas.
Sobre esto de la ley de Murphy tengo que anotar que me harto de decir que si llegado el caso de tener que necesitar la ayuda de alguien estando en el campo JAMÁS tendré esa posibilidad, ahora bien, como te pongas a mear en mitad de una curva del camino, antes de que acabes ya tendrás allí delante un vehículo, un ciclista, un corredor o un senderista… en esta opinión coincidimos todos los que andamos de alguna manera solitarios por el campo. Atrás fotografía detalle del paraje.
El sol iba cayendo y las nubes no se marchaban con él así que aproveché para ir tomando alguna foto al mismo lugar que, aunque el contenido no cambiaba sí lo hacía los colores, como se puede apreciar entre estas dos fotografías.
El lugar era muy adecuado para fotografiar la Vía Láctea pero no era ese el mejor momento porque el cielo no estaba muy limpio y no me molesté ni en montar la cámara, así que tomamos la ruta de regreso a Jadraque; una vez tomada la carretera volví la vista hacia el lugar y como dijo el “Terminator” en su primera entrega… ¡”Volveré”!
Una vez en la fuente de la curva del castillo de Jadraque aprovechamos la pequeña explanada al lado de la fuente para aparcar la furgoneta y tomar alguna fotografía.
Lo primero que me llamó la atención sobre el castillo es que está muy bien iluminado. Al parecer, y no solamente este monumento, como ahora los focos de luz consumen menos energía que los de antes para compensar los ponemos más potentes que los anteriores y derrochamos iluminación sin control alguno, como si quien calculase la potencia de los focos tuviera acciones en Endesa.
Amén de la potencia, que repito, a mí me parece E X A G E R A D A, el diseño se las trae, en la parte frontal del castillo hay un mástil que contiene dos focos, uno ilumina la fachada principal del castillo y el otro la llegada del visitante, como la iluminación led parece que es difícil de controlar la anchura de foco, salvo se instalen deflectores en el propio foco para controlarla (cosa que eso no debe preocuparle a nadie o nadie parece saberlo) el dicho foco ilumina toda la zona de una manera tan brutal que aun bajando la exposición DIEZ VECES el castillo sigue apareciendo en la fotografía como una sola mancha de luz sin detalle alguno.
Llevábamos por allí fotografiando el castillo y penando con su iluminación como media hora cuando apareció un auto en las inmediaciones del castillo, justo en la pequeña explanada que hay cerca de la puerta principal, según los datos EXIF de las fotografías en ese momento eran las 0:35 del día 16, cuando de repente se apagó la luz frontal y principal del castillo, un instante después apareció una luz móvil que se acercaba al auto que había con el motor encendido en la explanada, un instante después el auto se marchó del lugar y yo di por finalizada la sesión fotográfica al castillo. Este es el resultado de varias fotografías apiladas de ese lugar.
Quiero reflejar aquí y en este momento la situación (un tanto extraña) que experimentan los automóviles cuando ven una furgoneta aparcada cerca de la carretera y un trípode con una cámara, lo primero que piensan es que es la Guardia Civil de Tráfico que andan con los radares, todos los automóviles al ver la situación aminoran la marcha hasta tal extremo que parece van a llegar a pararse; en una ocasión, siendo de día, un auto paró, paró de regreso un momento después de pasar por delante del trípode porque al pasar vio un trípode y una cámara cerca de la carretera y no estaba seguro si aquello era propiedad de la Guardia Civil o de alguien que se le había olvidado el equipo, jajjaja, el miedo es libre y como era una recta pues el auto y por su cuenta debió de rebasar al trípode a gran velocidad, jajajja.
En ese momento de la noche, ya cercana a la una de la madrugada, volvimos sobre nuestros pasos hasta el lugar previsto para fotografiar la Vía Láctea sobre el castillo del Cid. Este fue el resultado.
La fotografía (en formato horizontal de abajo) está tomada con un Canon 6D, el objetivo Canon 24/105, a una focal de 24 mm, abertura de f4, con un tiempo de exposición de 30 segundos y con un ISO 2500. Ni que decir tiene que también tomé otras fotografías a ese lugar con diferentes técnicas y equipos como esta con la misma Canon 6D y el objetivo Sigma 35mm f1.4; esta vez con ISO 800 y abertura máxima. La montura de este objetivo es NIKON pero mediante un anillo adaptador lo instalé en la Canon.
Quizás te preguntes por qué no utilicé la Nikon 810… pues decir que tanto en la práctica como en las pruebas de “mi laboratorio” en el que analizo los rendimientos de los sensores de las cámaras que pasan por mis manos, el rendimiento en relación señal/ruido o calidad/ruido de la Canon 6D a partir de isos altos, del orden del ISO 800 es mejor, obteniendo fotografías más pequeñas en tamaño pero a la vez más limpias de ruido electrónico y detalle. Según los datos EXIF de esta fotografía está tomada a las 1:12 del día 15 de junio del 2023.
La idea era dormir en la zona del repetidor de Jadraque, contemplando el valle del Henares y tomando alguna fotografía nocturna para el recuerdo pero como no había estudiado el terreno con la luz del día opté por ir a dormir a mi tierra, Alcorlo, total 20 km más o menos me darían igual, lo malo es que para hacer esos 20 km se necesita más de media hora de tiempo.
Durante el trayecto tuve ocasión de divisar más de una docena de corzos o corzas, mal por el día, pero por la noche ya puedes conducir con precaución porque lo mismo se te mete un bicho en el motor, amén de las curvas y el estado actual de esa carretera que los Toberos llevan casi media docena de años reclamando su reparación.
Al cruzar el pueblo de la Toba, durmiendo ya debía andar todo el mundo porque ni un perro ni gato callejero vi en el trayecto, tomé una pista que lleva al monte, con la idea de alguna posible sesión fotográfica en ese lugar, el paraje es para tenerlo en cuenta, luego hace falta que algún motivo como árbol, edificio, carretera, etc acompañen en la escena.
Llegué a la explanada de la Ermita de Alcorlo sobre las dos de la madrugada pero el sueño y el cansancio del día los había perdido por aquellas curvas así que monté el trípode y una cámara y aprovechando que la Vía Láctea la tenía casi en vertical aún tomé algunas fotos, sobre todo porque acabamos de instalar allí un cartel que recuerda que allí hubo un pueblo, cosa que antes los carteles solo indican que hay una presa, de nombre ALCORLO.
En la de la izquierda se aprecia el cartel abajo a la derecha y en la otra la Osa Mayor, pero solo es visible para los expertos ya que la acumulación de estrellas la camuflan.
Y así llegaron las 2:45 y aunque seguía sin encontrar el sueño armé la cama de la furgoneta y el Sugitos y yo nos metimos a dormir. El animalito durante todo el día no dejó de perseguir y recuperar su pelota de tenis, ya por la noche algunas pequeñas piedras que aunque la noche era bastante oscura su capacidad de rastreo las localizaba pronto y de nuevo te pedía que se la lanzaras donde fuera, que él se encargaría de recuperarla.
Nos levantamos justo con el sol y apenas si tuve tiempo para tomar una fotografía al monolito de Polaris que en ese instante solo iluminaba la piedra más alta.
Inmediatamente después de atusarnos un poco el cuerpo y quitarnos las legañas el Suguitos y yo nos dimos un largo paseo por el entorno para estirar las piernas/patas; algunos corzos nos ladraban desde una distancia cercana, incluso se dejaron ver.
Durante un par de horas anduvimos por las instalaciones de la Ermita ordenando el entorno, recogiendo desperdicios que algunos olvidaron por allí, regando árboles plantados en este año y un sinfín de pequeñas tareas más que siempre hay pendientes allí para los que nos gusta ver todo limpio y ordenado.
Ya con el sol bien levantado paramos en la vega de Santecilla y subimos a mitad ladera para disfrutar del paisaje, la sierra lucía espectacular después de la temporada de lluvias, de vez en cuando te llegaba el aroma de un tomillo que sin querer habías pisado, las mariposas se iban levantando revoloteando a corta distancia como dándote los buenos días o quizás preguntándose qué hace por aquí un humano despistado.
En ese lugar hay una pequeña casita, su propietario falleció hace unos meses, su familia me entregó las llaves para hacer uso de ella si en algún caso lo requería así que varias horas empleé allí en ordenar el entorno arrancando las malas hierbas, reparando la cerradura de la puerta que algún amigo de lo ajeno forzó en su día deformando el material pero sin llegar a conseguir su propósito, total que así llegó la hora del medio día y tanto el Suguitos, que a pesar de que media docena de moscas le andaban persiguiendo desde que salió el sol, no dejó de correr en busca de su pelota; dimos buena cuenta de los alimentos y a continuación, como la noche fue un tanto corta nos metimos una siesta que no se la salta un gitano; el ambiente dentro de la casa era ideal, con una temperatura rondando los 18 grados pero en la calle la treintena, aún no le había dado tiempo al sol el calentar aquellas paredes.
Sentado en el porche y sin prisa ninguna con los prismáticos oteé todo lo que andaba a mi alcance con la idea de conseguir un lugar para acampar por la noche y poner las máquinas fotográficas a trabajar, pero a pesar de que todo aquel terreno lo conozco perfectamente, nada me llamaba la atención, deseaba descubrir lugares nuevos, paisajes o detalles nuevos que colocar delante de mi cámara pero nada nuevo parecía que podía encontrar. Entre las opciones era subir al Alto Rey pero allí el problema es que hay más bien poco paisaje que componer porque el valle comienza de repente y todo queda lejano en la fotografía, además, ya estuve allí una noche entera en el año pasado.
La llanura que hay cerca de Bustares promete pero está exenta de elementos como árboles o rocas donde se pueda componer una bonita fotografía, además no hay caminos que se alejen de la carretera por lo que poco a poco, kilómetro a kilómetro fui dejando atrás todas las posibilidades.
Crucé el pueblo de Bustares y el valle del Bornoba era prometedor para hacer fotografías a la Vía Láctea, no había tendidos eléctricos cercanos, montañas próximas que evitaran ver el Universo desde la parte más baja y allí, a pocos centenares de metros pasado el pueblo paramos a tomar un refrigerio y a contemplar con los prismáticos detalles lejanos como el pantano de Alcorlo, Hiendelaencina o Congostrina, las vacas pastando y algún buitre entretenido haciendo círculos sin mover ni una pluma.
Como tiempo hasta llegar la noche tenía de sobra nos acercamos hasta la explanada donde un grupo de vacas pastan a sus anchas, claro que para ello hay que echarle un rato porque pasar Las Navas de Jadraque y cruzar el arroyo San Cristobal tiene su rato.
Desde aquel paraje, ya próximo a los pinos, el horizonte se ve entorpecido por las montañas de Robredarcas haciendo que la Vía Láctea a partir de las dos de la mañana quede oculta así que después de tomar una cerveza y un tentempié retornamos otra vez en dirección a Bustares.
En las varias horas que llevaba por allí apenas si tres o cuatro vehículos vi transitar, animales del bosque pocos por no decir ninguno, tan solo una gran ave oteaba el barranco del San Cristóbal, con los prismáticos pude ver que no parecía buitre sino por su tamaño, la cabeza era de una tonalidad mucho más clara que el resto del cuerpo.
Algunas fotos tomé con el 400mm a lugares como Congostrina, a última hora de la tarde donde la sombra dibuja perfectamente el recorrido del San Cristóbal pero la canícula existente y la distancia no dejan de restar detalle a las tomas esas cosas son para grabarlas en el cerebro y no en una memoria SSD.
Ya sobre las nueve comencé a preparar los tres seguidores y sus correspondientes máquinas, no es fácil elegir bien qué es lo que vas a fotografiar y tienes que elegir porque todo no cabe en el mismo saco. Cada objetivo tiene su función específica, el 35mm f1.4 tomaría detalles de una porción de la Vía Láctea porque toda ella no la abarca, el Tokina 16mm tomaría la misma foto pero mucho más amplia, en la que los detalles se pierden en la oscuridad de la noche, sobre todo por motivos de distancia y focal. El Sigma 200mm sacaría algún detalle de la Vía, como la Nebulosa de la Laguna… en fin, todo un ajetreo de configuraciones de cámara, disparadores, tiempo, velocidades, ISOS, todo parecido pero nada idéntico.
Antes de comenzar la función de preparar las cámaras (aún con algún rayo de sol) el Sugitos y yo nos dimos un garbeo por la zona. Encontramos un vertedero con varios televisores, una cocina de gas, muebles de cocina, neumáticos, pequeños electrodomésticos, vamos, como si fuera el punto limpio del pueblo, eso sí, no se aprecia desde la carretera porque está dentro de un cerrado de piedra. De allí se vino conmigo de recuerdo un pequeño puchero, conservado en bastante buen estado, de esos que eran rojos por fuera y como grises por dentro, con una película de porcelana, tan pequeño que no recordaba haber visto nunca otro de ese tamaño… ¡pa´ la vitrina fue!
Este es el aspecto del lugar sobre las 23:00, realmente parece que hay suficiente luz pero la realidad era que a diez metros de distancia la furgoneta no se veía; tengo que recordar que esa noche no había luna.
El tema de cenar fue más o menos como siempre, ir pegando bocados a la vez que montaba los equipos… como si diez minutos más tarde ya fuera demasiado tarde.
Estando en esas, entre bocado y configuraciones de cámaras el Suguitos salió corriendo hacia la espesura como si le hubiera ido la vida en ello, creo que pudo ser un gato o incluso un zorro, después del susto de los ladridos y desaparecer durante unos minutos de repente dos puntitos luminosos se acercaron rápidamente hasta mis pies.
Cuando estuvimos en ese mismo lugar por la tarde un perro, sin correa al cuello, pasó por la carretera como huyendo del pueblo, llevaba un trote “gorrinero” sin prisas pero ligero y me quedé pensando cual sería su destino y su motivo para circular cual tal persona, por el lado izquierdo de la carretera y pegado al borde.
Ese mismo perro le vi volver ya cuando se estaba haciendo de noche en sentido opuesto, o sea, hacia el pueblo, esta vez parece que le urgía llegar antes porque corría con cierta ligereza, quizás el motivo fuera nuestra presencia, menos mal que en ese preciso momento el Sugitos andaba persiguiendo una vez más su pelota, pero en dirección opuesta al perro ya que como puede verse en la fotografía un montículo de piedras se interponía entre la furgoneta y la carretera por lo que el contacto visual no era posible, menos mal porque con este animalejo no te puedes fiar de la reacción que pudiera tener.
La idea de esa noche era realizar un timelapse a la Vía Láctea con un seguidor, de eso se encargaría la Canon 80D que lleva un año de vacaciones por culpa de sus primas las Full Frame. Con la Nikon 810 tomaría unas fotografías con el Sigma 35 f1.4 montada en un seguidor. Como la Canon 6D tiene mejor rendimiento en ese tipo de situaciones le montaría ese mismo Sigma, mediante un adaptador Nikon/Canon. Y ¿por qué no? Mientras el día siguiente iba entrando en el reloj la Nikon tomaría alguna con el Tokina 11/16 f2.8 que aunque no es objetivo full frame se defiende muy bien a focal 16mm… y así se hizo. Detalle del seguidor V7.
Ya sobre las dos de la madrugada comenzaron a aparecer por el Suroeste algunas nubecillas algo difusas que, aunque son agradecidas a la vista dificultan el brillo de las estrellas y esto es lo que había a esa hora… la 1:12.
La fotografía está tomada con la Nikon 810, 117 segundos, f2.8, ISO 800.
Aproximadamente a las tres de la madrugada nos tiramos sobre la cama de la Volkswagen, no tenía apenas ni sueño ni ganas de dormir, el ambiente era de película; un cuco sonaba en la lejanía y su eco se escuchaba dos segundos después, no sé en qué lugar rebotaría, posiblemente en algún cerrado de piedra o algunas de esas montañitas de grandes moles de piedra que de vez en cuando destacan en el lugar, el caso es que lo recordaré como curioso ya que si giraba la cabeza 180 grados solo escuchaba el eco, el sonido original se perdía completamente.
Recordaré el paraje como EL MEJOR de cuantos he estado, un silencio brutal, ni una voz en el pueblo, solo algún ladrido de perro; después de las doce tan solo un automóvil pasó en dirección a Las Navas, y me tocó el claxon varias veces… pensaría que era un cazador furtivo o yo qué sé…
Los peligros de la noche son innumerables; “si te pica un alacrán, no comes más pan”, “si te pica un ciempiés, no duras un mes”, pero si te toca un cazador furtivo no te da tiempo ni a rezar un padre nuestro… creo que en estos momentos el mayor peligro es ese.
Justo diez minutos antes de que asomaran los rayos del sol por las montañas de Atienza el Suguitos y yo le dimos los buenos días a la mañana, dormí del tirón las escasas cuatro horas. Si al acostarnos dejamos en aquel paraje un silencio y una paz brutales por la mañana no era menos.
Con las lluvias más o menos continuas, aunque flojas, del último mes, el ambiente rezumaba humedad, los rayos del sol en ese momento se proyectaban casi paralelos al suelo y eso hacía que la hierba se trasparentara dando un ambiente a los campos más propios de la zona de Burgos que de la sierra de Guadalajara; ese mismo campo un mes antes parecía moribundo, lo parecía y lo estaba, pero el agua hace milagros y ese era uno de ellos.
A los escasos cinco minutos de estar disfrutando de ese ambiente tan espectacular, a una distancia de unos trescientos metros, vi un pequeño bulto moverse, al momento ya lo estaba observando con mis prismáticos… ¡un magnífico zorro se andaba buscando el alimento! Creo que era la PRIMERA VEZ en mi vida que tenía ocasión de presenciar eso, un magnífico ejemplar de zorro, con una cola perfectamente peinada, gruesa y recta… no sé describir la alegría que inundó mi ser al ver esa criatura, y saber que en el campo, aunque no los veamos hay animales de tantas variedades; a juzgar por su apariencia el animal gozaba de muy buena salud.
Ya me lo temía pero lo tenía que intentar, monté el 400mm en la 810 por si se terciaba hacerle un retrato pero me fue imposible localizarlo nuevamente, sin entretenerme en más nada me acerqué a un alto desde donde se divisaba el valle, a un lado la Nikon y al otro los prismáticos pero del zorro ya no puedo contar nada más; me queda ese buen recuerdo que solamente por esos pocos segundos que lo anduve observando mereció sobradamente el viaje y el madrugar.
Sobre las nueve y después de desayunar, abandonamos aquel paraje, en el lugar solo las rodadas de la furgoneta delatarían que el ser humano anduvo por allí, ni una colilla de cigarro, ni unas cáscaras de pipas, ni una mondadura de una manzana ¡NADA! Del impacto acústico o luminoso de la jornada de la fotografía ¡CERO PATATERO! La iluminación que utilizo normalmente en ese tipo de fotografía no es mayor que la que produce una vela.
Cruzamos Las Navas y salvo el vaquero y sus animales que en ese momento circulaban por donde suelen hacerlo los automóviles nada más vi ni oí.
Cruzar el barranco San Cristóbal me da grima pero no queda más remedio para volver a la civilización porque de volver por Hiendelaencina el barranco del Bornova no es menos y además el trayecto es más largo.
Después de cruzar un pinar, ya al finalizarlo, a la izquierda, quedan los restos exiguos de lo que en su día fue Las Cabezadas, no me molesté en parar, apenas si quedan ruinas y no son fotogénicas, amén de las colmenas que hay en ese mismo lugar, pero paré en el cruce de la carretera donde aún se puede contemplar la señal de tráfico, de aquellas antiguas, donde las letras están serigrafiadas en relieve, no como las de ahora que son planas y llevan una pegatina con el nombre, el cartel dice “Las Cabezadas”, unos metros más adelante hay un pequeño monolito explicativo de lo que es esa comarca.
¡DOS DÍAS!, sí, dos días con sus dos noches, dos días escasos, unas 44 horas fuera de casa y me parecía que llevaba al menos una semana pateando esos parajes de la sierra… ¡ver para creer!
Al pasar por Cogolludo y como viene ya siendo habitual llené una par de garrafas de agua de la fuente que hay bajo la curva grande… lo hago al ir y al volver de la sierra, luego, cuando se me acaba ese agua y vuelvo a tomar la que mana del grifo de casa esa “me sabe a rayos”, con sus cloros y sus boticas.
El año pasado cuando andaba yo allí en la fuente llenando las garrafas se acercó un señor bastante mayor y con un tono de voz un tanto serio me dijo: “el que bebe agua de esta fuente se muere”, me giré, le miré a la cara y le sonreí a la vez que le contesté: “lo sé, lo sé”; “toda la vida he bebido agua de esta fuente” continuó diciendo el anciano mientras se alejaba por el sendero.
Si te gustó el relato no dudes en compartirlo. Si quieres disfrutar de experiencias de este tipo abróchate las botas y sígueme que “donde comen dos, comen tres”.
Agustín y sus cosas. Alcorlopantano.com